Capítulo 1

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Vamos Yon, debes levantarte, el despertador ya ha sonado tres veces y la luz se está filtrando por la ventana. ¡Debes ir a hacer ejercicio! Ya vas tarde.

Miré mi estómago y empecé a tocarlo como si fuera una batería, al final, suspiré y me levanté para así, poder ir a hacer ejercicio.

Alrededor de la laguna había una pista para la gente que iba a hacer ejercicio. Manejé hasta el lugar y antes de empezar a correr hice un poco de estiramiento.

El día de hoy había menos gente, tal vez era porque había llegado un poco tarde. Empecé a trotar mientras escuchaba mi música favorita, al alzar la vista, vi un grupo de jóvenes. Las personas, al verlos, se regresaban corriendo más rápido. Pude notar que no había nadie detrás de ellos. Me encogí de hombros y seguí corriendo. Tenía pensado esquivarlos haciéndome a un lado, pero uno de ellos se puso en mi camino.

— Lo siento. — Hice reverencia, quería seguir mi camino pero él no se quitó. — ¿Permiso?

Bufó.

— ¿Permiso? — Repitió mis palabras.

— Muévete, quiero pasar. — Puse mis manos en las caderas.

Todos sus amigos veían divertidos la escena, ¿Por qué hay un grupo de chicos molestando a las personas tan temprano?

— ¿La escucharon? — Rió. — Al parecer no sabes quienes somos.

— No, pero no deben ser muy importantes, ya que nunca había escuchado hablar de ustedes. — Crucé mis brazos.

Si nadie le había hablado así en su vida, le tocó la persona indicada para hacerlo bajar de las nubes.

— Créeme que recordarás quienes somos. — Puso un mechón de cabello detrás de mí oreja.

— Lo dudo. — Rodé los ojos.

Él se agachó y me tomó por las piernas, obligándome a doblarme en dos. Estaba encima de su hombro, no dejaba de patalear y de gritar por ayuda, pero no había nadie, sus amigos lo siguieron con burlas y gritos.

— ¡Bájame! ¿Estás loco?

— Nosotros, dulzura. — Me aventó a la laguna. — Somos Seventeen. Recuérdalo. — Me guiñó un ojo y todos se fueron dejándome sola a la orilla de la laguna.

— Hijos de... ¡Ah! — Me froté la cara y golpeé el agua, que por el salpicadero una gota entró a mi ojo. — ¡Ni crean que les tengo miedo! — Bufé y me paré.

Al menos las orillas de la laguna estaban bajas. Corrí hasta mi auto y me subí. Mierda, todo estaría mojado. Llegué a casa para encontrarme con mi madre comiendo algo.

— Hija, ¿Fuiste a nadar o a correr? — Rió.

— Que graciosa.

— ¿Te caíste a la laguna?

— No. — Dije sarcástica. — Me iré a bañar.

Al salir de la ducha me cambié y acosté en la cama, como eran vacaciones, ya no tenía nada que hacer tan temprano. Me quedé profundamente dormida, pero el ruido de mi celular me despertó.

— ¿Hola? — Mi voz sonaba ronca.

— ¡Yon! ¿Estás en tu casa?

— Sí, ¿Qué pasa?

— Te invito a comer. — Se escuchaba nervioso. — Ya sabes dónde.

— Bien, bien.

¿Para qué querrá verme Chin-Hae? Estoy segura que algo está pasando ya que su voz denotaba nerviosismo. Me cambié y lavé los dientes, mi cabello estaba en su punto así que no lo peine. Salí de casa y en lugar de irme en auto me fui en autobús.

— ¡Hola amor! — Lo saludé con un fuerte abrazo.

— Hola. — Se veía avergonzado.

— ¿Qué sucede? — Me senté frente a él.

— Nada, quiero invitarte a comer, ¿No puedo?

— ¡Claro que sí!

Durante la comida algo no estaba bien. Chin-Hae no hacía sus bromas de siempre, simplemente se limitaba a comer, evitaba mi mirada y movía su cabeza en negación, pareciese como si estuviera teniendo una batalla por dentro.

— ¿Pasa algo? — Pregunté cuando retiraron los platos.

— ¿Cómo te lo puedo explicar? — Los vellos se erizaron. — Lo siento, Yon, ya no podemos estar juntos. — Bajó la cabeza.

— ¿Por qué? — Hice una media sonrisa. — ¿Es una broma? Sabes que no me gustan.

— No, no es una broma. Lo lamento tanto Yon, sólo quiero decirte que te quise mucho, y aún lo hago, pero no de la misma manera, ¿Me explico?

— Sí. — Desvié la mirada. — ¿Hay alguien más? — Abrió la boca para hablar pero lo interrumpí. — Dime la verdad, no quiero parecer la idiota que no sabe nada.

— Sí. — Suspiró. — Conocí a alguien. ¡Siempre te fui fiel, lo juro!

— Ah, bueno, ¡No te preocupes! — Moví la mano para restarle importancia. — Todas las relaciones llegan a un final. — Sonreí para reconfortarlo.

— ¿Amigos?

— ¡Claro! Pero tú pagas la cuenta. — Empezamos a reír.

— Trato. ¿Quieres que te acompañe a casa?

— ¡No te molestes! Debo ir a ver a Youra. — Tomé mi bolso y me paré. — ¡Nos vemos!

Salí del lugar con el corazón destrozado, me tapaba la boca para no gritar y expresarme como realmente quería. ¡Dios! Me sentía tan dolida, tan poca cosa, que te dejen por otra duele, mucho. Llegué a uno de esos puestos de la calle y pedí Soju, debía olvidar todo, ¿Qué mejor que bebiendo alcohol?


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Badass → Jun (Seventeen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora