»17: Preocupado:

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El sol ya casi se ocultaba completamente tras el alba. Yo le veía atento desde la ventana de la sala de estar que daba completamente a la playa.

El abuelo aún no regresaba, por lo que aún estaba con Calum, quien por cierto descubrí poseía envidiables habilidades culinarias, pero claro, eso no era algo que admitiría en voz alta.

En la sala se oía el movimiento de ollas, el golpe del cuchillo al cortar y una que otra maldición por parte de Calum.

-¡Deja de ser tan grosero!-grité, lo cual fue muy mala idea, pues el ardor en la garganta aumentó.

La puerta se abrió y Calum apareció tras ella.

-¿Dijiste algo, bonito?-preguntó, sosteniendo una olla humeante por las asas.

-Que dejes lo grosero-respondí, dándome la vuelta mientras hablaba.

Él frunció el ceño levemente y se acercó a mi.

-¿Qué?-inquirí, extrañado por lo raro de su mirada.

-¿Te sientes bien?

Tardé varios segundos en reaccionar.

-Bueno, aho...-allí quedaron mis palabras. Pues de un momento a otro tenía a Calum frente a mi, con su frente unida a la mía, y aunque sólo fueron unos segundos, sentí todo en mi estremecerse-. ¿Qué cara...?

-Silencio, bonito. Ya traigo tu medicina. Tienes fiebre.-sonó demandante, aunque con la gran sonrisa en su rostro era difícil tomarlo en serio.

Él se fue, volviendo al rato con un vaso de agua y la dichosa pastilla contra la fiebre.

Se puso frente a mi en el sofá, de cuclillas, extendió la píldora en mi dirección junto al vaso. Los tomé y tragué con difícultad.

Suspiré, devolviendole el vaso ya vacío.

-Mejórate.-él estaba de pie. Se inclinó hacia a mi, y cuando su rostro estuvo peligrosamente cerca, besó mi frente.



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Un verano en 50 palabras - cakeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora