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Justo en medio del entrenamiento me llegó un mensaje de Satsuki. Era una foto y nada más verla me tiré al suelo pateando de risa.

Sabía que los chicos iban a pensar que estaba loca pero es que.... Esa foto era para partirse.

Mi hermano... El mayor idiota del mundo se metió dos pelotas bajo la camisa a modo de escote y hacia una cara "sensual" a la cámara.

Después de tranquilizarme un poco me levanté y corrí hacia Riko interrumpiéndola en una charla con Kagami.

Puse mi móvil delante de su cara y la chica miró la imagen.

Primero estupefacta y me agarró el móvil para ver mejor la foto.

-Ese es... ?-susurró viendo como sus hombros temblaban estaba aguantando no reírse.

-Si -pero yo si me río y contagio a Riko.

Así ambas acabamos riéndonos como locas hasta que nos salieron lágrimas y dolían los estómagos, pero cada vez que volvíamos a ver la imagen no podíamos parar de reír.

-¿Entrenadora? -preguntó uno de los chicos con cara de gato. Todavía no me podía meter en la cabeza todos los nombres.

Me limpié bajo los ojos teniendo cuidado con el maquillaje mientras la mencionada suspiraba.

-Perf... -soltó una risilla y se aclaró la garganta-Perfectamente ¿Por que pararon de entrenar?¿Acaso les dije que podían descansar?-su voz sonaba más seria pero la traicionaba la sonrisa en su boca-¡Muévanse!

Y yo volví a mi sitio en el banco.

Yo: Satsuki, eres genial ¿Eres consciente del material de chantaje que poseemos en estos momentos?

SatsukiMomoi: Perfectamente consiente :p

===

Con cada día que pasaba me acostumbraba más al ambiente. A no tener nubes pesadas cada día, a no tener que aguantar el acento y la manía al té...

Me encantaba estar en casa.

En el colegio todo era mejor y mejor cada vez, ya no me sentía forzada a hablarles a los del club e incluso compartíamos bromas.

Pero nada era perfecto.

Y lo descubrí era misma mañana cuando me desperté con un dolor imposible en el cuello.

-¡Daiki !-grité lo más fuerte que pude-¡Pendejo ven aquí!-volvi a gritar tras unos segundos de silencio.

-Qué pasa mocosa?-este entro semivestido con una taza de café en mano. Pero se alarmó al ver mi exptesión-¿Estás bien?

-Si... No, me duele mucho el cuello-gemí cuando intenté moverme-Ayudame a sentarme.

Este corrió a mi lado y con sumo cuidado me sentó.

-Deberías ir al médico-comentó en un murmullo mirándome preocupado.

Levanté mis manos y masajeé la parte adolorida-Seguramente me van a recetar unas pastillas contra el dolor, ¿Conoces a algún buen fisioterapeuta?

Por favor dí que si. Necesitaba con urgencia un buen masaje y puede que alguna terapia, si el dolor volvió no puede ser nada bueno y no quería pasar por el infierno de hace un par de años.

-De hecho si, fuí varias veces cuando tuve problemas en la espalda ...voy a llamarle ahora para que te haga un espacio en su agenda-volvió a salir dejándome ahí.

Fruncí el ceño. No sabía que el chico tenía problemas con la espalda.

Pongo los ojos en blanco, y él no sabe que tienes problema con el cuello. Estáis empatados.

Como una tortuga me vestí y escuché las restricciones de Daiki de como llegar al hospital donde me esperaba su amigo, aunque el insistía en que solo era un conocido.

Y aquí estaba, esperando al ascensor para subir al sexto piso.

Normalmente no usaba los ascensores pero hoy no tenía fuerzas para nada ya.

Las puertas se abrieron con un tintineo y entré.

Las paredes estaban cubiertas con espejos y eso le molestó. Odiaba los espejos desde pequeña, aunque mejor dicho era que les tenía miedo.

Culpa de los malditos documentales y películas de miedo.

De pequeña creía que era un portal a otra dimensión y por la noche me daba miedo que se abriera hasta tal punto que tenía que taparlo con la sábana para poder dormir.

No bromeo.

Pulsé la tecla con el número 6 y esperé hasta que las puertas empezaran a cerrarse cuando un grito me sacó de mis pensamientos.

-Espera!

SisterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora