Revelaciones

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Jack y yo pasamos el fin de semana con Chris y Julian de acampada en el claro de un bosque cercano a la casa de Julian, les prometí a Em y Dagmar que repetiríamos la experiencia cuando el bebé naciese. Las mañanas eran divertidas, pescamos, enseñamos a Jack a orientarse utilizando el sol, hicimos piragüismo y guerras de bolas de nieve; por las noches nos sentábamos alrededor de la fogata, contábamos historias, cantábamos y tocábamos la guitarra y quemamos malvaviscos en la fogata, una vez en su punto; tostado por fuera y blandito por dentro, cogíamos dos galletas y nos hacíamos un sándwich de malvavisco. El problema eran las noches Jack seguía despertándose de noche y sus temores no mejoraban; lo que me hacía sentir cómo una mierda y que no valía nada cómo madre. Tanto Julian cómo Chris se ofrecieron para relevarme y cuidar de Jack para que yo pudiese dormir, les expliqué que implicar ha alguien más no era una opción a no ser que fuese alguien permanente o corría el riesgo de joder más su pequeña cabecita.

Llegamos a casa el lunes con los primeros rayos del alba, los chicos y yo preparamos un almuerzo cómo el que nos preparaban nuestros padres cuando éramos pequeños para desayunar todos juntos. En cuanto todos se fueron Jack y yo nos fuimos a dormir.

Me desperté horas más tarde al escuchar un repiqueteo, miré a ver si era Jack, pero seguía profundamente dormido; volví a la cama y cerré los ojos esperando que Morfeo viniese a reclamarme. El golpeteo volvió a resonar por la casa, me levanté comprobé a Jack que seguía durmiendo plácidamente entonces sonó el despertador, corrí a apagarlo pues no quería despertar a Jack, pero cuando llegué a la habitación y comprobé el dichoso aparato vi que no era eso, el ruido volvió a sonar y supe que se trataba del timbre de la puerta; yo estaba lista para sacar la mierda de quien quiera que fuera que perturbaba mi sueño y ha este paso el de Jack. Bajé a la planta baja y me encaminé hacia la puerta hecha una fiera, esperaba que fuese importante y no algún mocoso dando la nota o se acordaría muy bien de mí.

Abrí la puerta puse una mano en el marco de la puerta y pegué mi cuerpo contra la puerta en caso de que no fuese una visita no deseada, pero para mi sorpresa el que se hallaba en la puerta de mi hermano no era otro que el sheriff Walker. Tenía una cara de susto que me hizo estremecer de pies a cabeza, me aparté de la puerta de golpe, la abrí de par en par y con las pocas fuerzas que me quedaban pregunté:

- ¿Qué ha pasado? ¿Cuál ha sido? ¿Está bien?

- ¿Qué dices? No ha pasado nada y si estoy bien gracias - dijo él tan tranquilo.

- Hablaba de mis hermanos tenías una cara de susto, que parecía que venías con malas noticias, demonios menudo susto me has dado - le regañé. Le hice pasar y cerré la puerta.

- Lo siento pensaba que andabas por ahí sola; he llamado unas cuatro veces. ¿Qué estabas haciendo? - me regañó ahora él a mí.

- Dormir - él miró el reloj y enarcó una ceja. - No me mires así hemos llegado a casa cuando el sol comenzaba a despuntar en el horizonte, además no duermo mucho últimamente. ¿Te apetece un café? ¿Bueno qué puedo hacer por ti?

- Sí gracias. Había venido ha decirte que la cocina de Pete es tuya el viernes por la noche. No sé cómo es la cocina del restaurante dónde trabajas pero esta es muy sencilla, tiene lo elemental en una cocina.

Nos preparé un café especial de mi mezcla, café recién molido torrefacto italiano. Él lo tomó con leche y azúcar, mientras que yo lo tomé solo y sin azúcar. Me gustaba el café bien negro y fuerte.

- La cocina de mi restaurante es grande; pero con que tenga fogones, un horno, nevera y congelador no necesito más - dije.

- Si quieres te puedo acercar a ver cómo es, estoy seguro de que a Pete le encantaría conocerte antes de prestarte su cocina, no sé por qué pero es muy protector con ella - declaró él.

Una Ardiente TempestadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora