Unos días de Regalo

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Un día mientras estaba en la taberna de Pete esperando a Julian me encontré con Em, está venía con una mujer que no dejaba de llorar, tras un saludo incomodo con mi cuñada le pregunté:

- ¿Ocurre algo Em? ¿Tú abuela está bien?

- Sí está mejor y os manda saludos a ti y a Jack.

- ¿Entonces qué ocurre? ¿Le pasa algo a mi hermano? ¿Sarah...? – pregunté ya en estado de alerta y con un nudo en la garganta.

- Todo bien, Sarah está con Dagmar; están pasando tiempo juntos... ¿cómo lo ha dicho Dagmar?

- ¿Cimentando las bases de su relación paterno filial? – dije con una sonrisa amarga en la cara.

- Exacto. Creo que tu hermano va a darle la charla antes de tiempo – dijo mi cuñada divertida.

- Tranquila, es lo normal en mi familia. Mi padre me dio a mi la charla mientras estaba aún en el hospital, es una tradición familiar – dije recordando a mis padres.

- Vaya, es algo bonito si lo piensas...

- Eso me lo dices en unos años, cuando tanto Sarah cómo tú estéis cansadas de escucharles el mismo discurso a Dagmar, Chris y Julian – dije de mejor humor ante esa idea. – Bueno entonces si no es nada de eso que pasa?

- Nada grabe, bueno no muy grabe; mi amiga Lizz se va a casar en dos semanas y acaba de fallarles el catering y su madre la señora Marcson no sabe qué hacer... – dijo señalando a la mujer – les han devuelto el dinero, pero por aquí no hay servicios de catering como ese. Nos preguntábamos si tú podrías hacernos una recomendación – dijo Em algo nerviosa mientras la mujer que iba con ella lloraba y retorcía las manos.

- Un placer – dije estrechándole la mano a la mujer. – ¿Cómo se llamaba el catering? Podría llamarles y no sé intentar que se lo replanteen.

- No servirá ya lo han intentado, incluso Julian se ofreció a recoger la comida y traerla, pero se han negado – dijo Em apesumbrada.

- Podría llamar a unos amigos que tienen un servicio de catering, pero lo malo es que no son de por aquí; unos son de Nueva York, Chicago, Seattle y Washington. Tendrían que ir ellos a seleccionar el menú y no creo que tengan tiempo para eso ¿no?

- La verdad es que no, ni tiempo ni dinero, aunque Julian les llevase – dijo Em.

- Lo siento mucho de verás, puedo pedir un par de favores, pero aun así podría picar un poco la tarifa – le expliqué.

- ¿Tú podrías hacerlo no? Sé que tienes previsto marcharte este fin de semana, pero podrías alargar tu viaje un par de semanas más...

- Le pagaríamos sus servicios señora McAllister, no sé a quién más recurrir y Emi nos ha dicho que usted tiene experiencia... Cenamos aquí la vez que usted cocinó y todo estaba delicioso. Solo necesitamos un menú sencillo para la gente del pueblo, algo normalito que no sea muy complicado. Nos haría un gran favor si pudiese hacerlo por favor – me suplicó la mujer.

- Em tengo un negocio que llevar y un montón de cosas que hacer en Chicago. No es que intente escaquearme, pero es hora de que Jack y yo volvamos a casa – dije intentándole hacer entender por qué debía irme.

- Pero podrías delegar tú trabajo un par de semanas más ¿no? – insistió Em.

- Podría hacerlo, pero antes de tomar ninguna decisión debería hablar con mi gente y saber todos los detalles exactamente, a pesar de que parezca que obro milagros no lo hago – le dije bien claro a mi cuñada.

Una Ardiente TempestadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora