Primer Encuentro

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Selene Lancaster antes conocida como la Sra. McAllister por fin acababa de firmar el divorcio; no sabía que habían hechos sus abogados para acorralar al gran Ezequiel McAllister pero se alegraba. Gracias a ellos ahora disponía de una bonita casa en un buen barrio y una manutención de quinientos mil dólares anuales para sus hijos; eso siempre y cuando demostrase que el bebé que venía en camino era hijo de su exmarido. Y dado que a diferencia de él ella no había sido infiel, no tenía ningún problema en demostrarlo dentro de unos cinco meses y medio más o menos; pues no iba a poner en riesgo la vida de su pequeño nonato para que ese cerdo mentiroso e infiel pudiese dormir tranquilo.

Por suerte para ella y por desgracia para sus hijos Ezequiel no quería tener nada que ver con su prole, Selene tenía la custodia completa; él ni siquiera quería derechos de visita, es más no quería estar en ningún número de emergencia de los niños.

Ahora con el divorcio firmado y aprobado por el juez, y tras recibir el alta médica para viajar se encontraba junto con su hijo Jack en la terminal del Aeropuerto Internacional O' Hare de Chicago para coger un vuelo que los llevase hasta Anchorage donde los recogería su hermano Julian y los llevaría a pasar entre quince y veinte días en Sitka el pueblo donde él y sus otros dos hermanos residían.

Mientras tomaba el vuelo que la llevaría hasta Anchorage y después a Sitka donde pasaría las próximas tres semanas con sus hermanos y su cuñada mientras fingía que tras dos años y medio su matrimonio se hubiese ido a pique; que no le dolían las acusaciones de su Ezequiel o su traición; que él no quisiera nada con sus hijos. Sabía que sus hermanos y su cuñada irían con pies de plomo con el asunto por Jack y por su accidente, pero en el fondo Selene sabía que todos suspiraban de alivio por haberse librado de Ezequiel y que sus hermanos se morían por decirle "TE LO DIJE".

Tras cuatro horas de vuelo agarré a un adormilado Jack en brazos y con la mano libre agarré mi bandolera y nos dirigimos a la cinta transportadora. Recogí nuestras bolsas de lona y nos encaminé hacia la terminal de Sitka donde debía coger un desvío hacia el hangar de aviones pequeños donde Julian nos recogería.

En cuanto la chica de la TSA nos dejó en el hangar dejé las bolsas en el suelo y por primera vez en casi tres años me sentía en casa. Estar en aquel hangar rodeada de aceite, grasa de motor, gasoil y aviones me recordaban mis años en la fuerza aérea. No voy a mentir diciendo que todo había sido un paseo en canoa; había habido momentos buenos y momentos malos, pero me gustaba pensar que todos aquellos momentos; buenos y malos habían servido para hacer de este mundo un lugar mejor y más seguro para las siguientes generaciones.

Jack se removió inquieto y apretó sus bracitos alrededor de mi cuello intentando escapar de sus pesadillas. Le pasé la mano libre por la cabecita, despeinándolo ligeramente, después le pasé la mano por la espalda frotando círculos relajantes, le acaricié su mejilla y le di un beso en su hermosa carita de bebé. Desde que me vio discutir con Ezequiel y después desplomarme en la calle, mi pobre niño no paraba de tener pesadillas que lo despertaban en mitad de la noche. Cada noche ardientes lágrimas recorrían sus mejillas, cada noche lloraba llamándome y a mi se me rompía un poco más el corazón.

**

El Sheriff Connor Walker había llegado al aeropuerto Anchorage medía hora antes de que el vuelo procedente de Chicago aterrizase. Había tenido que ir hasta allí a recoger a la mujercita de un millonario y eso no le hacía ninguna gracia. Si fuese por él le habría dicho a su marido más rico que dios que le pusiese un avión privado hasta Sitka, pero su ayudante se había comprometido a ir él personalmente, pero por desgracia ayer recibió una citación para que se personase en el condado vecino para testificar, lo que lo había dejado a él para ir a recoger a la mujer florero.

Una Ardiente TempestadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora