Entraste en tu cuarto sin percatarte demasiado de lo que el espejo te mostraba, traías una cajita pequeña, eran bombones. La dejaste en el escritorio y tu piel se erizó en la zona en la que te acaricié. Cerraste los ojos y, sin saber muy bien por qué, disfrutaste de ese roce en el que sólo notabas frío.
Al terminar la caricia tu alma enfocó al espejo y tus ojos empezaron a llorar al ver este lleno de escarcha y las palabras "Mi oveja favorita" plasmadas siniestramente en él.
Estabas en shock, quería abrazarte, pero los nervios hicieron que te atravesara, no sentías nada. Tu cuerpo perdió su sentido y caíste desplomada en la suave moqueta que ahora cubría tu habitación.
Esperé pacientemente a que despertaras de tu súbito sueño. Esperé hasta que la escarcha del espejo se derritió y la temperatura de tu piel volviese a su calidez. Entonces abriste los ojos.
Con cierto nerviosismo saliste de la habitación y fuiste a la de al lado, allí, en una de las cientos de cajas que había allí, rescataste un peluche de una oveja que te regalé en el cual estaba escrito la cruda y fiel frase que en el espejo habías leído.
Abrazaste al peluche entre lágrimas y rezaste para que no fuera un brote de locura. Notaste a tu lado que tu conejo estaba inquieto, Pelusa tenía una mano de escarcha que cubría su ya envejecido cuerpo.
En ese momento, de otra caja, sacaste un tablero de ouija. Parecía que llevabas tiempo intentando encontrarme. Sacaste una cartas, velas y un montón de tarros que contenían polvos de diferentes colores y texturas. Y un péndulo de cristal, que se oscureció al notar mi presencia.
"¿Estás aquí?" es lo que pudiste sollozar con tus ojos vaporosos y tu piel regada por tus salados sentimientos.
Agarré el monóculo de la ouija y contesté a la pregunta con decisión.
"SI"Cojiste las cartas y estiviste preguntando al tarot cientos y cientos de preguntas que yo siempre respondía.
Al finalizar el día, cuando las largas velas ya no albergaban ningún resquicio de luz ni cera, una luz volvió a encenderse en tí. Una luz que estaba dormida, latente pero bella, que nadie más pudo reavivar, que nadie más pudo conocer, que nadie nunca pudo sentir. La luz del amor sincero, bello y eterno.
Gracias a las cartas y a tu fé en mí conseguimos hacer un pacto. Yo te esperaría por siempre jamás en el paraíso, y estaría velando por tí durante toda tu vida. A cambio tú deberías empezar a ser feliz de nuevo, con otro hombre o con otras metas, salir más, volver a ver a tus amigos, salir de vacaciones y dejar de tomar los antidepresivos.
Sellamos el pacto con un beso etéreo, amor en estado puro. Dejamos atrás los últimos años de tu vida y nos enfrascamos en nuestra juventud, cuando éramos dos locos enamorados que no necesitaban nada más que las caricias del ser más maravilloso del mundo.
Compraste un perrito, un chiguagua como los que me gustaban a mí. Conociste a otro hombre, el elefante grisáceo no lograba hacerte feliz. Tuviste una hija a la que llamaste Adriana, como quería llamarla yo. Viajaste por todos los países del mundo y obtuviste mil y un premios por ser la mejor educadora del mundo.
A tus 97 años falleciste tranquila y serena, con tus hijos y tus nietos rodeándote. Y conmigo en el cabecero de la cama, acariciando tu piel en tus últimos momentos que te quedaban en el mundo terrenal.
"Siempre te he amado" dijiste como últimas palabras, tus hijos no lo entendieron, pero una lágrima curiosa fue la más dulce de toda tu vida.
Ahora estaríamos juntos. Para siempre.
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El Sueño de un Enamorado Crónico
Historia CortaEsta es la romántica historia que te deja enamorado de la idea del amor. El arma definitiva de cupido, el designio de los dioses, o tal vez el destino. Desearás enamorarte de esa persona que sabes que existe, sólo para ti, sólo con el propósito de q...