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Del otro lado del mundo las aguas del océano índico golpeaban con furia la parte este del continente Africano. Las tempestades nacían constantemente de lo más lejano del mundo.

La humanidad siempre se preguntó de dónde procedería o quien originaría la III Guerra Mundial pero jamás pensaron que sería algo tan antiguo y por demás aterrador, algo que la naturaleza se tenía tan oculto que nunca en la historia de la humanidad se había tenido registro de ello.

El cielo tenía ese placentero color negruzco que combina perfectamente con el azul tempestuoso del mar agitado que se despierta furioso porque "algo" lo sacó de su profundo sueño.

Un ballenero es víctima del despertar furioso del mar y es arrastrado mar adentro sin la posibilidad de volver fácilmente. Momentos antes la tripulación del Capitán Bastian no lo esperaba. Las fuertes olas tomaron por sorpresa a los hombres, algunos jugaban cartas y bebían cerveza, mientras reían y contaban sus históricas aventuras de marinos. Otros simplemente los miraban desde otra mesa con un oído en la conversación y otro a la música de fondo que sonaba.

Sharik era el único hombre en la cubierta del ballenero. A simple vista era un sujeto al cual temer. Medía alrededor de dos metros y su piel oscura con múltiples cicatrices y tatuajes no permitían pensar lo contrario.

Esa noche le había tocado hacer guardia en la cubierta, en parte como castigo del Capitán por haber iniciado un pleito esa misma tarde en la que otro marinero perdió dos dientes. No le parecía algo tan malo, disfrutaba su soledad, aunque seguramente prefería beber una cerveza dentro del barco.

Sentado en su silla, la cual solo tenía apoyadas las dos patas traseras en el suelo y el respaldo en la pared del barco, comenzó a dormitar. De todas formas no hubiera podido hacer nada si hubiera estado despierto.

La primer ola fue brutal, un golpe contundente contra la proa del ballenero. Está demás decir que el agua estaba helada. El brusco movimiento del ballenero tiró de su silla a Sharik, pero la cosa no acabó ahí para él. Su cabeza impactó fuertemente contra el suelo y le abrió una herida sangrante, pero la adrenalina no le permitió desmayar. Levantó la vista y vi otra gran ola que se impactaría directo contra él y el barco. A pesar de su herida logró moverse rápidamente y aun que no la esquivó por completo sí logró evitar el golpe de lleno. Cayó sobre su costado derecho, el suelo no era el mejor lugar para caer de golpe. Otra gran ola golpeó el ballenero, esta vez Sharik recibió entera la inmensa cantidad de agua fría, agua salada, agua con un ligero color ámbar. No pudo evitar tragar cantidades ingentes de este líquido mientras intentaba respirar, mientras intentaba darle algo de aire a sus pulmones.

Sin razón alguna Sharik perdió la cordura, su sentido cómun de mantenerse a salvo abandonó su cuerpo. Segundos después se encontraba saltando al agitado mar.

Dentro del ballenero los hombres se encontraban en el suelo el cual estaba inundado, algunos inconscientes, pero todos vivos. Uno de los marineros corrió al camarote del capitán para preguntar cuál sería la siguiente maniobra.

—Capitán ¿soltamos las anclas?

—No, eso sería firmar nuestra muerte. Si nos quedamos en este punto el mar nos va a tragar. Lo mejor es tratar de mantener la dirección, tenemos que seguir, esta vieja barca nunca me ha fallado y hoy no lo hará.

Aunque la voz del capitán demostraba sobrada seguridad, sus ojos decían lo contrario. Aquella mirada perdida de ojos profundamente cafés dejaban ver que su plan solo funcionaba en su mente.

La tripulación deseó estar en casa. Algunos hombres lloraban, otros susurraban promesas que cumplirían si lograban salir con vida de esa. El capitán en su camarote acariciaba su barba grisácea mientras que el agua entraba a su camarote llegando hasta sus tobillos, mojando sus finas y viejas botas. Es esos casos no hay mucho que hacer.

El ballenero se inundaba a gran velocidad. Los hombres intentaban sacar el agua con cubetas, pero por cada cubeta llena que sacaban entraban cientos de litros. Los camarotes estaban inundados. Las provisiones se perdían, los instrumentos se dañaban.

Una gran ola golpeó el babor del ballenero con gran fuerza. Seis tripulantes cayeron al mar. Segundos después otra gran ola cubrió la embarcación, acto seguido, no quedó ni rastro de ella en la superficie. Las luces de la nave parpadeaban mientras el mar se la adueñaba y la reclamaba como suya.

El capitán Bastian y su tripulación murieron ahogados el domingo 24 de enero de 2094 pasadas las 23:00 en condiciones por demás extrañas. Sus familias recibieron las condolencias mas no los cuerpos.



Sin saber del mañana (En proceso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora