La noche estaba llena de magia, complicidad y pasión. El tiempo se había detenido, no existía nada alrededor, solo estaban ellos dos y sus labios que buscaban ser acariciados y amados.
El beso nunca perdió intensidad, al contrario cada vez se hacia más exigente, más apasionado, sus bocas pedían más y más.
Pero en un momento de control y razón, Lucero interrumpió el beso y se apartó rápidamente de Fernando, dejándolo con ansias de más; la respiración de ambos era agitada y sus corazones latían fuertemente.
Lucero trató de disimular la importancia de ese beso y por el contrario siguió con su actitud de desprecio hacia Fernando, pues sin que él se lo esperara le soltó una fuerte cachetada.
Fernando había quedado con la cara volteada, pero de inmediato se incorporó sobándose la mejilla y diciéndole a Lucero:
FERNANDO: Vaya, si que pegas duro eh.
LUCERO: Pues si y le puedo pegar mucho más duro si vuelve a intentar besarme de nuevo; es usted un atrevido, nunca vuelva a hacer lo que hizo o le juro que le puedo hacer algo mucho peor que darle una cachetada.
FERNANDO: Ah si?, pues yo quiero ver que otra cosa peor me puede pasar.
Y sin decirle más se atrevió a besarla de nuevo, esta vez con mucha más fuerza y deseo. Con un brazo la tenía agarrada de la cintura apretándola contra su cuerpo y con una mano la agarraba del cuello para que su cara no se despegara de la de él, sus labios saboreaban los de ella, dejando una fuerte oleada de placer.
Lucero como la primera vez se resistió y luchó contra él, pero había algo dentro de ella que la impulsaba a corresponderle, algo que la incitaba a seguir con ese apasionado y delirante beso, así que sin poner más resistencia se dejó llevar de nuevo por el momento, pensando en que después tendría tiempo de arrepentirse.
Llevaban largo tiempo con sus bocas juntas, el beso parecía eterno, pero en un momento repentino Fernando se alejó de Lucero, situación que le costó bastante. Al mirarla se dio cuenta que ella estaba con los ojos cerrados esperando por más, todo la delataba, en ese instante el se rie y le pregunta:
FERNANDO: Y bien que me vas a hacer ahora, me vas a dar otra cachetada?, o que otra cosa peor me vas a hacer?, vamos hazlo ya que quiero saber de que eres capaz cuando te roban un beso.
Lucero lo miraba con enojo, sus ojos expresaban la ira que estaba sintiendo al darse cuenta de lo débil que estaba siendo junto a él, y al ver como él se divertía con la situación.
Fernando estaba listo para recibir otra cacheteada o algún otro golpe, pero para su sorpresa, Lucero no hizo lo que él esperaba, pues estaba anonadada con lo que estaba ocurriendo, además no se le ocurría nada que pudiera hacerle a Fernando, simplemente dijo:
LUCERO: Uyyy es usted despreciable, lo odio, lo odio (Le dijo enojada).
Y lo único que se le ocurrió fue salir de allí corriendo para entrar a su casa.
Fernando se quedó viéndola como escapaba de él, y sin buscarlo una sonrisa empezó a dibujarse en su boca, estaba experimentando una sensación de felicidad, una sensación especial y extraña a la vez, de la cual tenía miedo porque nunca antes la había sentido. En realidad no sabia bien que era lo que le estaba pasando con esta mujer con la que hasta hace unos días se odiaba profundamente; en su mente rondaban muchas preguntas, pero no tenía respuesta para ninguna, todo era desconcertante y extraño para él, en su mente y en su corazón solo existía un mar de confusión.