Capítulo 1: Oscuridad.

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Me levanto de mi cama luego de mirar con rabia a aquel despertador rosado y con la pequeña imagen de Hello Kitty que obtuve en mi cumpleaños número 7 a mi lado. Con mala gana lo apago y camino hasta mi cuarto de baño el cuál gracias a Dios estaba ubicado en mi misma habitación. Centro mi imagen en el espejo y hago un pequeña mueca de asco. Mi cabello desordenado amarrado con una cola tenía bastante mal aspecto, las ojeras oscuras y con venas al rededor que sobresalían con un opaco morado estaban ubicadas debajo de mis ojos castaños comunes sin ningún tipo de brillo. Bajo la cabeza algo avergonzada de lo que esta reflejado en aquel espejo algo sucio.

Mientras cepillo mis dientes escucho el grito ensordecedor de mi madre diciendo que bajará antes de que ella misma me sacará de la habitación. Ruedo los ojos y bajo con bastante desaliento. Ni siquiera la miro cuando sirve el desayuno delante de mi.

-Vas tarde.- Oh, ¿en serio? No lo había notado, madre, cuanta inteligencia- Debes moverte si no quieres perder tu primera clase.

-Seguro.- Digo en un susurro mientras solo tomo mi café y algunas galletas.

Me doy un baño y me visto. Tomo mi bolso lleno de libros ridículos que no me interesan y al fondo pongo mi pequeño libro favorito. Estoy apunto de salir por la puerta cuando de repente mi madre me llama.

-¡Alma!- Grita con todas las fuerzas que hay en su cuerpo.

Cierro los ojos ante la puerta y suelto un suspiro. Vamos, un día sin que esto pase, por favor. Me vuelvo y camino hacia la cocina que es de donde provenía el grito.

-¿Qué?- Digo de manera seca.

-¡Tomaste una botella de Vodka de mis reservas! ¿¡No es así!?- Dice ella con su furia a mil. Carajo, ¿qué mujer en su sano juicio cuenta cuantas malditas botellas tiene? Oh, si, mi mamá.

-Es posible.- Digo mordiéndome el labio.

Instintivamente ella se acerca y golpea con su mano mi mejilla.

-¡Te he dicho millones de veces que no toques mis malditas botellas! ¿¡Quieres beber!? ¿¡Quieres ser como yo!? ¡Pues comprala! ¡No gasto mi dinero para que tu tomes lo que es mío!

Dice mientras golpea mi otra mejilla.

Las lágrimas amenazaban salir pero me negué a llorar en frente de ella. Se alejo de mi y yo sólo di la vuelta para salir. Mientras caminaban por las calles de camino al "infierno" llamado profesionalmente "escuela", me puse a pensar en cuantas veces mi madre había puesto sus manos en mi cuerpo dejando morados o marcas de éstas. ¿Cuando sería el momento en el qué ella se daría cuenta de que ya no soy una jodida niña? Mañana, tarde o noche yo debía recibir un maltrato de su parte. Mientras que mi padre nunca estaba en casa, irónico. Él era el títere de mamá. Al ella hacerme daño en su presencia el no podía siquiera intervenir. Mientras él escuchaba los gritos y observaba los moretones o marcas en mi piel, no hacía absolutamente nada. Para mi, esa era suficiente razón para tenerle rencor. El hecho de que le importará más su relación que su hija hacía que mi pecho ardiera de la rabia y el dolor. Tomo una bocanada de aire al ver la entrada de la institución al frente de mi. Como era raro, en la entrada se encontraba Alec, mi querido Alec. Mientras hablaba con unos amigos miró en mi dirección y sonrió. Tenía una sonrisa extraña pero que en combinación con aquellos ojos azules oscuros hacía que se viera hermosa. Y, bueno, era lo más lindo que veía en esa mañana. El se acerco y tuve que subir un poco la mirada, no era sumamente alto, pero mucho más que yo.

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