Capítulo 4: ¿Sola?

56 9 0
                                    

Alma.

Oscuridad. Oscuridad es lo que veía. No sentía nada, ni dolor, ni tristeza. Estaba completamente vacía. En aquella oscuridad abrazadora podía pensar lo que quisiera, ser lo que quisiera, sin ser juzgada. Estaba sola. Era como un sueño hecho realidad pero todo se volvía abrumador. No poder ver ni sentir nada, seguía tratando de salir de ella. Lo necesitaba o me volvería loca.

Después de un momento de desesperación, al menos, así lo imaginaba aunque no lo sentía, golpeaba una pared invisible esperando que se rompiera para poder salir y pasó, una luz más abrumadora que la oscuridad me cegó.

Todo se miraba blanco y resplandeciente. Parpadee varias veces para adaptarme a la luz y descubrí que estaba en un hospital.

Aparatos extraños me rodeaban, llevaba una bata blanca casi trasparente e instintivamente me arrope más con la sabana también blanca. Algo molestaba mi mano, como si me estuvieran pinchando. Observé una aguja pegada con un adhesivo. Con pánico la quite lanzándola lejos.

-¿Hola?- Pregunte poniéndome de pie. El silencio fue la única respuesta.

Me quite los cables uno por uno evitando lastimarme. Por mucho que trataba, seguía rasguñando mi piel mientras los que quitaba. Chille al quitar el último. Vi un bolso lleno de ropa y rápidamente lo cogí. Me puse una camisa blanca, los jeans gastados que encontré y las botas de plataforma negras que estaban a un lado de la cama. Abrí la puerta esperando ver a enfermeras y doctores recorriendo los pasillos pero no había nadie.

Fui hacía las habitaciones a mi al rededor pero no habían pacientes, solo camas blancas. Corrí a la recepción y tomé el teléfono que estaba en la esquina marcando rápidamente el número de mi casa. Primer pitazo, segundo, tercero... Nadie contestaba. ¿Qué estaba pasando ahora?

Fui de nuevo a la habitación del hospital y agarre mi celular rápidamente. Lo metí en el bolsillo y bajé las escaleras esperando que solo el hospital estuviera vacío pero me equivoque. Las calles estaban vacías. Las tiendas también, algunas con las puertas abiertas y con los productos correspondientes a cada una intactos. Se me hacia imposible pensar que estaba completamente sola, sin nadie más en la ciudad.

¿Como había ocurrido aquello? ¿Como todos habían decidido desaparecer? ¿Lo habían decido? ¿Era eso posible al menos? No tenía respuestas para eso. Corrí por las calles de la ciudad, sino sabía que pensar, ¿por qué no disfrutarlo mientras duraba? Abrí los brazos simulando que volaba mientras el viento pegaba golpeaba mi rostro y batía mi cabello. Si las personas estuvieran allí dirían que parecía una loca pero, ja, ahora podía hacer lo que quisiera. Sin nadie diciéndome que hacer. Esto era mejor que la oscuridad, mucho mejor.

Terminé sentada en una casa en los suburbios. Después de pasar horas y horas de diversión en aquella ciudad vacía, me pregunté por Alec. ¿Estaría bien? ¿Por qué se había ido el también? Era lo único que tenía y se había ido. Me dejó. No me importaban los demás aunque eso sonara egoísta. No me importaba cuantos se habían ido. No me importaba nadie más que él.

Lo amaba, y dudo mucho que en su lugar yo lo habría dejado. Quizás... Quizás solo yo lo amaba más allá de la amistad. Quizás el solo me quería como una amiga y la idea de dejarme no se le hacía tan mala. Estaba en mi mundo perfecto y vivirlo sin él, dolía, dolía bastante pero esa había sido su opción

Tomé el control del televisor para ver si habían noticias sobre esto pero se mantenía sin señal. No sabía como averiguaría lo que estaba pasando. Lo apague soltando un suspiro.

La casa en la que estaba era bastante bonita y grande. Mientras subía las escaleras en forma de caracol vi que era la casa de una señora mayor. Se le veía feliz en aquella foto donde salía con 3 niños pelirrojos y una chica de unos 15 años con cabello de un tono plata.

Atrapa Sueño.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora