*HACIENDA "EL MIEDO"*
Era la hora del almuerzo. Eustaquia estaba poniendo los platos sobre la mesa para ya empezar a servirle a Bárbara, Alma y su nuevo amigo: Juan Primito. De repente alguien vestido completamente de negro entró al comedor sumamente callado y serio, era el mismísimo Melquiades Gamarra.
-Melquiades, al fin te veo- dice Bárbara sorprendida al verlo.
-¡MELQUIADES! hasta que viniste a saludarme... ¿dónde has estado eh?- corre la pequeña Alma a abrazarlo ya que Gamarra era su compañero, quien la protegía y estaba a su lado cada día.
-Doña... niña Alma. He estado en la poza de los suspiros y en la zona de bosque recorriendo un poco. Al pasar los años me di cuenta que me había olvidado de muchas cosas- contestó Melquiades a Bárbara. -Primito, no recordaba que aun estarías aquí...- expresó simpatía al ver a Juan Primito sentado en la mesa.
-Bueno Alma, ya estuvo bueno. Sientate en la mesa a almorzar- dijo Bárbara a la pequeña que aun seguía parada al lado de Melquiades.
Luego de un almuerzo lleno de preguntas de Juan Primito y risas de Alma y Bárbara, una de las empleadas llamó a la Doña y le avisó que alguien la buscaba.
-¿Quién podrá ser?- se preguntó Bárbara sin tener idea de quién seria. Hasta que vio a los dos individuos y recordó que cabía esa posibilidad.
Todo lo que había escrito en aquella carta era cierto. Tenían a la temida cacica del Arauca en frente suyo otra vez después de años de perderle el rastro.
-Pernalete... ¿por qué pones esa cara de susto? ¿a caso no te da gusto ver a tu comadre?- dijo Bárbara irónicamente.
-Doña... Si era verdad ese comunicado.
-Por supuesto que si. ¿Cuándo he jugado yo? ¿Esta bienvenida me vas a dar?
-Disculpe usted mi querida Doña. Es la alegría de volverla a ver. ¿Cómo ha estado?- preguntó Pernalete más nervioso que alegre.
-Mejor que nunca. Feliz y completa. Cambia esa cara, pareces una niña asustada como tartamudeas.
-Lo siento comadre, es que no pensé volver a verla. Es un gusto tenerla aquí de vuelta. Verdad Mujiquita...
-Ehh... si... bienvenida Doña ¿cómo ha estado?
-Por lo visto no han cambiado nada.
Vengan, pasen a mi despacho y cuentenme que ha sido de este pueblo durante mi ausencia.
Bárbara hizo pasar a Pernalete y Mujiquita al despacho pidiéndole a Eustaquia que le lleve unos tragos y así poder hablar tranquilos.
-Eustaquia, quedate con Alma. Que ningún empleado me moleste ¿esta bien?
-Si Barbarita- contestó Eustaquia retirándose del lugar.
Alma, Juan Primito y Eustaquia se fueron a pasar rato juntos a la habitación de la niña y así no molestar.
Bárbara había mandado esa carta a Pernalete para que el fuera el mensajero de todo lo que había ocurrido en San Fernando mientras ella no estuvo. Hablaron de cada hacienda y sus respectivos dueños. Quien había crecido poderosamente, quien había quedado en banca rota y quienes seguían igual.
-Así que Cecilia sigue con Antonio y cuida de sus dos hijos... quien lo diría.
-Así es comadre y viven en una casita en San Fernando. Aun a la distancia Antonio sigue siendo el capataz de... bueno...
-Santos Luzardo. ¿Sigue viviendo en Altamira aún?
-Si mi Doña. Aun sigue allí. Más solo que nunca- dijo Pernalete con una risa nerviosa.
-¿Cómo que solo? ¿qué no esta con mi hija Marisela?
-No mi Doña. Hace mucho no esta viviendo en Altamira la niña Marisela. Y Luzardo ha estado encerrado ahí por meses, ya casi ni sale.
-Que raro. Me fui para dejarles el camino libre y ni así pudieron ser felices. Yo hasta los hacia con hijos.
-Hay algo más. El pasó años buscándola. Hizo aviso a la policía, contrató detectives por su cuenta. Hasta que un día abandonó todo.
-¿Me buscó? ¿a mi? ¿estando con Marisela me buscó a mi? ¿están seguros de lo que dicen?
-Bueno. Comadre... usted esperaba un hijo de él y no es como que a él no le interesara su niño. O por lo menos demostró interés mucho tiempo. Hasta creo que ese fue el motivo de separación con su hija.
-Me buscó solo por su hijo. Es entendible- pensó en voz baja Bárbara, pero aun así la habían escuchado.
-Si... ¿qué padre no querría conocer a su hijo? Y comadre... el niño... ¿dónde esta?- preguntó Pernalete sabiendo que había corrido con la misma suerte que Marisela.
- ¡¿Y a ti qué te importa?! No te llame para que me hagas preguntas. Sino para que me las respondas- gritó Bárbara de mal humor por la pregunta. -Ahora vayanse. Si los vuelvo a necesitar los mando a llamar- les dijo Bárbara levantándose de su asiento e invitándolos a que se largaran.
-Si comadre, como usted diga.
Ah, ehh, Doña, no quiero quitarle más tiempo pero...
De repente apareció una niña igualita a la Doña, de su mismos ojos y pelo castaño llamando a su madre. No se podía creer el parecido. No había dudas de quien se trataba.
-Mamá... ¿vienes a mi habitación junto con Eustaquia y Juan Primito?- dijo Alma parando de hablar ya que acaba de ver dos personas desconocidas frente a ella. -Hola... ¿quiénes son ustedes?
-Alma, ellos son Pernalete y Mujiquita. Jefe Civil y su asistente que justamente estaba despidiendo. Ya se van, así que ve a tu cuarto que en dos minutos estoy allá también.
-Esta bien, allí te espero- dijo la niña retirándose al cuarto.
-Comadre, es increíble el parecido hacia usted. Muy bonita su hija- dijo Pernalete completamente asustado ya que Alma era el calco de su madre.
-No te pregunte sobre mi hija. Y sobre si es bonita o no, mejor guardatelo. Ahora larguense.
-Si, antes queríamos invitarla a usted y a su niña a la fiesta patronal que mañana se dará en el pueblo. Usted sabe, es una fecha patria y que mejor que darles la bienvenida allí con todo San Fernando presente...
-¿Estara todo el pueblo? Bien. No esta mala la idea de darles la sorpresa de mi llegada. Matariamos muchos pájaros de un solo tiro...