Capitulo 25: la verdad llegó

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             *HACIENDA "ALTAMIRA"*

Bárbara y la pequeña Alma ya habían llegado a la hacienda vecina, bajaban de la camioneta que conducía León e iba de regreso a la hacienda que pertenecían el vehículo y el peón.
La Doña se encontraba temblorosa y nerviosa de más, se notaba en la cara su inseguridad pero aún así creía poder disimularlo.
-¡Ya han llegado! No me vayan a acostumbrar a su presencia todos los días, que cuando no las tenga la voy a pasar mal - Santos recibió a las mujeres.
-¡Santos! - corrió hacia él, Alma.
-Ya estamos aquí, por fin llegamos - agregó la Doña.
-Pues pasen, tenemos cosas que hacer hoy, ¿verdad Alma? - le preguntó Luzardo.
-Así es, ¿y qué cosas haremos?
-Entremos y veamos cuáles son las opciones.
Luego de que Alma y Bárbara entraran y se acomodaran, la Doña y Santos se miraban en complicidad algo nerviosos, no, más que eso. Hasta que ella habló.
-Alma, ven aquí nena, sientate - llamó su mamá desde la mesa.
-¿Qué ocurre? - dijo la niña obedeciendo.
Santos se sentó a su lado izquierdo y su mamá a su lado derecho. A Alma ya la comenzaba a poner nerviosa la situación y las caras raras de los dos mayores, intuía que algo pasaba o iba a pasar, había algo que se había perdido.
-Pues... ¿Tú recuerdas que yo te conté que antes de vivir en la ciudad, mi casa y hogar estaban aquí, en el Arauca? - comenzó Santos.
-Sí, tú te fuiste de aquí hacia la ciudad. Ya lo sabia.
-Bueno, antes de que tu nacieras, tu mamá y yo nos conocíamos. Yo te había comentado que también venía de la ciudad y de allí vine a parar aquí, que es cuando conocí a tu mamá - agregó.
-Ustedes son viejos amigos, ¿verdad? - se sintió confundida Alma.
-Bueno... más que eso. Santos y yo fuimos pareja, estuvimos juntos mucho tiempo. Nos enamoramos y sí convivimos juntos como marido y mujer - buscaba palabras para explicarle a su hija, la Doña.
-¿Fueron marido y mujer? ¿Se casaron?
-No, no llegamos a eso pero sí nos amamos mucho y convivimos un tiempo como tales - dijo él.
-¿Y por qué no me lo dijeron antes? - reprochó curiosa, aunque no enojada, la menor.
-Pues porque además de eso tenemos que contarte algo más y estábamos buscando el momento y las palabras justas para por fin decírtelo - le contestó su mamá.
-Alma, dos personas que se aman comienzan a construir un futuro juntos, físicamente día a día, pero mentalmente llegan lejos y tienen una perspectiva de toda una vida juntos. Sobre todo tu madre y yo por el inmenso amor que nos teníamos - Santos comenzaba a ponerse más y más nervioso, sus manos sudaban y remojada sus labios al decir dos o tres palabras.
-Nosotros nos queríamos muchísimo y a raíz de ese amor buscamos agrandar lo que éramos, buscábamos amarnos más aun - le explicó la Doña.
-No entiendo, ¿a qué quieren llegar?
-Que nosotros buscamos una vida, Alma. Esperamos su llegada. Pero no venía, era algo difícil - Santo retomaba la confianza y seguridad.
-Al cabo de algunos meses, las cosas se complicaron y pues bueno, la pareja se rompió y sin querer esa vida había llegado, gracias a Dios había llegado. Porque a pesar de que nuestra pareja ya no existía, Santos y yo amábamos y anhelabamos todavía esa vida. Por razones tontas e inútiles él y yo nunca pudimos reponer nuestro vínculo y preferí dejarlo atrás y empezar una vida lejos, con esa vida que venía en camino. En la ciudad. Esa persona eres tú, mi amor - Bárbara hizo una pausa para que la pequeña trague la información.
-Alma, yo soy tu papá, y a pesar de que no te tenía cerca siempre te busqué y te esperé para poder abrazarte.
-Santos ¿tú eres mi papá? - trató de entender lo que sus papás estaban diciéndole.
-Sí, yo soy tu papá. Tuvimos una relación con tu madre antes de que nacieras...
Alma no emitió palabra alguna porque todavía no había terminado de procesar todo lo que le habían dicho, se sentía sumamente extraña y no podía creer que el hombre que tenía en frente era quien le había dado la vida.
-Alma, desde que llegamos al Arauca, Santos te buscó y pidió conocerte, él siempre te quiso. Y nunca fue una opción ocultarte tu historia e identidad. Tu papá y yo te amamos mucho a pesar de lo que pasó y acá estamos, los tres juntos.
-¿Juntos? - Alma miró asombrada a su mamá luego de dichas palabras. -¿Ustedes están juntos otra vez? ¿como pareja?
Santos y Bárbara se miraron mostrando una pequeña sonrisa cómplice.
-Sí, tu madre y yo desde hace algunos días estamos probando de nuevo nuestro amor y ahora contigo, queremos ser una familia.
-Y para que veas que sí queremos contarte todo, eres la primera en saber de nuestra relación. Consideramos que eres quién debe enterarse primero de lo nuestro y luego vendrán los demás - le sonrió su mamá esperando alguna reacción de parte de su hija.
Alma quedó seria mirando el piso por algunos segundos, sus padres la miraban a ver cuál sería su forma de tomar todo lo contado. Hasta que la niña levantó la cabeza, aun sin sacar una sonrisa abrazó a su madre un poco pérdida, Bárbara le devolvió el abrazo esforzándose para que no se le cayeran las lágrimas que fuertemente querían salir y la pequeña incluyó a Santos en ese gesto de amor, llevándolo hacia ellas.
Aunque la niña no había terminado de caer en la realidad, se dejaba ver bien de ánimo. Ese abrazo entre los tres parecía una postal única, todo empezaba a marchar a la perfección. Por fin iban a ser felices sin secretos y sin esconderse de nadie.
-Bueno, ahora ¿qué les parece si almorzamos algo y nos vamos a ver los caballos y quizás... Sí mamá nos deja cabalgamos un poco? - propuso el dueño de casa en un tono bajo para no perturbar a su hija.
Alma no pudo sentirse más maravillada con la idea que acababa de tirar su papá. Miró a su madre a ver qué contestaría frente a la opción de Luzardo y Bárbara asintió sin dudarlo y con una sonrisa.
-¡Está bien! Vámonos a ver qué comemos y luego salimos a los establos y allí veremos qué hacemos con los caballos.
Alma quería saltar de alegría con el día que le esperaba, pero había algo que no la dejaba, pero disimulando su rareza dentro emprendió camino al comedor escoltada por sus papás que caminaban con alguna especie de alivio y se quitaron de encima una mochila cargada de pasado que les impidió caminar en paz durante mucho tiempo.
Estaban en la mesa almorzando, los tres juntos. Bárbara miraba a su hija que parecía probar poco de su plato. Pensó que era normal, después de semejante información procesada no era de menos que la niña pensara un poco.
-Alma, ¿no te gusta tu comida? ¿Quieres que le pidamos a Casilda que te prepare otra cosa? Anda, ¿qué tienes ganas de comer? - preguntó su mamá con una sonrisa tranquilizadora.
-No es eso, mamá. Solo que no tengo hambre y estoy con el estómago cerrado.
-¿Segura que no quieres otra cosa, Alma? Le pedimos a Casilda y ya, no es gran tema - se metió Santos.
-No, no quiero otra cosa. Santos... ¿Por qué te separaste de mi mamá? - preguntó curiosa la pequeña Guimaran.
Santos en ese momento soltó los utensilios y quedó un poco desconcertado por la forma y la pregunta que se le hizo. Bárbara miró a esperar la respuesta que iba a dar el hombre, pues no quería que dijese nada que la confundiera más.
-Pues... Mmm... Bueno, tu madre y yo nos amamos mucho, pero eso no significa que no tuviéramos diferencias. Somos dos personas distintas, que actúan distinto y eso nos llevó a muchas formas de distancias y de a poco nos vimos separados - concluyó.
Alma se lo quedó mirando y pensando sin cambiar la cara desde que le hizo la pregunta.
-No me has contestado nada, solo me diste una respuesta rellena de palabras vacías. Una respuesta que la podrías haber hecho con dos simples palabras - reprochó Alma.
-Hija, ¿por qué... - quiso meterse Bárbara pero la niña no la dejó.
-Mamá, quiero que me responda él. Ya te haré preguntas a ti también. Pero ésta es de Santos. ¿Vas a responderme o no?
-Alma, es eso. Tu madre actuaba de una forma que yo no entendía y luego le reprochaba y yo actuaba de otra forma que ella tampoco comprendía y también había discusiones. Nos hartamos de tanto pelear y lo mejor era separarse. No fue por algo en especial, no creas que las parejas se rompen por una sola discusión, son muchas cosas como cadenas que hacen perder la conjetura y la paciencia - intentó convencer a la pequeña.
-Está bien, solo quería saber por qué no pudieron ser más tiempo del que fueron. Oye, Santos... ¿Y tu novia Marisela qué? ¿la dejaste?
-¡Marisela! Es verdad... Marisela. Pues sí, en realidad ya cuando llegaste nuestra pareja estaba colapsando, algo estaba quebrado y parecía ser algo que no tiene arreglo.
-Sí, lo entiendo. Ya me parecía rara su relación porque siempre que veníamos aquí ella nunca estaba, parecían no verse nunca.
-Alma, tú si que eres una niña inteligente eh y bastante curiosa para variar. Oye, ¿te gusta leer?
-Sí, pero aquí no me he comprado libros aun. Mamá dijo que luego iremos a comprar algunas cosas que nos hagan falta ya que en la mudanza desaparecieron o se rompieron muchas de nuestras pertenecías.
-¡Está perfecto! Te regalaré algunos para que leas mientras. Sabes, cuando era pequeño como tú también amaba leer, los animales y era bastante curioso. En algo nos parecemos ¿eh? - sonrió Luzardo para ser simpático y Bárbara lo miró algo molesta.
-La gente suele decir que soy igual a mamá, que me parezco mucho a ella. ¿Tú qué dices?
-Y la verdad es que no se equivocan: tienes sus ojos, su tez, su pelo... Tu cara es un calco de la de ella. Es más yo considero que eres una Bárbara con menos altura. Cuando te vi te confundí con ella, fíjate.
Alma le sonrió fuerte y no pudo evitar ponerse algo colorada ante semejante tontería.
-Ya déjate de boberías. ¿Quién creería semejante tontería? Solo un tonto como tú que no sabe diferenciar a las personas.
Bárbara sacó una sonrisa sin mostrar dientes ante la conversación padre e hija que estaban teniendo.
-Qué sí, que todo el pueblo lo cree. Cuando te ven dicen "ahí viene Bárbara, ¡está preciosa como siempre!"
-¡Santos ya basta! Nadie ha dicho eso. Tú lo haz dicho, soy más pequeña que ella, ¿cómo podrían confundirnos? - se reía Alma ante los dichos.
-Pues prueba tu misma y preguntale a alguno de los peones, ve y te dirán lo mismo que yo.
-¡Ay! Dejame ver, ya regreso mamá. Iré con Carmelito a ver si lo que Santos dice es cierto.
-Prueba tu misma. Y anda, verás que no miento.
La niña fue corriendo a preguntarle al peón qué es lo que pensaba y Santos fue detrás de ella para seguir el juego. Bárbara se reía de la situación y no podía creer que todo estuviese yendo tan bien, y que a pesar del reclamo de Alma haya tomado tan tranquila la noticia.

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⏰ Última actualización: May 05, 2016 ⏰

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