Viajaban en el auto de la finca. Era el segundo viaje, llevaban la bicicleta y algunos muebles pequeños, los que pudieron sacar. Los aparadores, la cama y el armario de su madre irían al día siguiente, ya en un flete.
Le parecía que no llegaban más, desde la que había sido su casa y la que sería a partir de ese momento su nuevo hogar. Hogar, dulce hogar...
Su madre manejaba el auto, era un Jeep Wrangler que habían traído sus tíos a la chacra ya que la camioneta vieja que tenían no paraba de dar problemas y vivía en el taller, así que, cortaron por lo sano y de raíz. ¿Quiénes eran los tíos? Personas muy ricas. Para empezar no eran sus tíos, su tía era tía de su madre, por lo que sería su tía abuela en realidad. Ella vivía en la Capital con su hijo Norberto y, su madre dice, que en una casa enorme. Pero Melina no conocía Buenos Aires, ni a su tía.
Las calles pasaban con infinita lentitud, conduciéndolas hacia un lugar nuevo y solitario. Pensó en lo solitaria que era la vida para ambas ahora que solo se tenían mutuamente.
El camino era largo, saliendo de la ciudad hacia el oeste y luego, llegando al almacén de la esquina entre las dos calles anchas e ir al norte. O sea, al medio de la nada. El auto entró por un camino estrecho que había en el monte, desde la calle era difícil ver esta entrada. Luego de unos metros había una curva hacia la derecha y un poco más allá, el portón. Y, a unos cien metros, la casa. Estaba en medio de un patio de unos doscientos metros cuadrados con el pasto recién cortado y con muchos árboles frondosos que la rodeaban. Era una construcción vieja, mohosa y arruinada. Era una tapera pero estaba habitada.
Se bajaron del auto.
-Melina, ayudame a bajar las cosas - le dijo su madre abriendo la parte trasera del Jeep. Cuando cerró la puerta un perro, que estaba olfateando el auto salió espantado y desde lejos la observó.
-Ese es Chelo, el "guardián" -dijo una voz que venía de detrás suyo. Se dio vuelta rápido y vio a un hombre alto, que la miraba seriamente. -Yo soy Hernán, me encargo de la seguridad de la finca.
Cuando decía seguridad de la finca seguramente se refería a cuidar que "la loca" no escapara, pensó Melina. En la casa había tres personas con la variación de una, Hernán que se turnaba con otro hombre, luego estaba el ama de llaves, que era la mujer del servicio, que también tenía una habitación y a veces se quedaba pero que en realidad no vivía en la chacra. Y Asunción, la mujer a la que la madre de Melina venía a cuidar. Ella era hija de Margara, su tía abuela y estaba loca. Supuestamente hablaba con espíritus y era violenta. Melina creyó que en aquella soledad y en el estado de la casa, cualquiera se volvería loco.
La puerta del frente tenía un porche con una banquilla, el foco estaba roto, la puerta de madera chirriaba y tenía la pintura descascarada, como la pared. Adentro estaba limpio porque Paula había ido los días anteriores a disponer todo para su llegada. La planta baja estaba compuesta por un recibidor en el que había una escalera que subía al primer piso, las puertas para la cocina, la biblioteca y un corredor ancho al frente que llevaba al living. Más allá de la cocina estaban las dependencias de los empleados y una entrada lateral. A la vez que la cocina poseía una puerta directa al comedor que estaba junto al living, detrás de la escalera. En la planta superior había tres habitaciones principales y dos de huéspedes. Ellas se quedarían en las de huéspedes aunque sabían que los dueños no irían jamás. Al otro lado de la casa había una especie de invernadero pero estaba en ruinas.
Melina dejó sus bolsos y mochilas en el piso de su nuevo cuarto en el que no tenía más que una cama con colchón, una pequeña mesa y una cajonera, pero le eran suficientes. Salió a ver un poco la casa, el living tenía todos los muebles cubiertos con sábanas y no eran muchos, solo tenía un sofá que parecía muy usado que estaba frente a la ventana y tenía una mesita redonda al lado con un libro encima. Se acercó y leyó el título, en letras ¿griegas?: "άγγελος". La ventana mostraba el patio y el espeso monte que lo rodeaba y a Chelo corriendo pájaros incansablemente.
-Meli, vení. Acá tenés las sábanas para tu cama.
-Ya voy, má.
-¿Estabas acá? -dijo ella madre asomándose al living, le sonrió. Al parecer no tenía un aspecto muy bueno porque se acercó a ella con cara compasiva.
-Má, sé que aunque parezca triste no es más que cansancio.
-Es más que cansancio. Sé que no te gusta tener que venir para acá, pero el lunes vas a tu nueva escuela, vas a conocer la zona, gente nueva, ya vas a ver que te vas a acostumbrar al campo, es tan tranquilo que seguramente te enamorarás del lugar. Como yo cuando pasaba el verano acá.
Lo cierto era que no se parecía en nada a cuando pasaba allí el verano.
-Cierto, la escuela nueva... Con respecto a la gente, no creo que viva mucha para este lado del mundo.
-Sí, cuando todos se van a la ciudad llegamos nosotras, siempre al revés -Paula esbozó una sonrisa y la abrazó. La joven sintió que su madre sollozaba y la consoló con las palabras más tiernas que encontró.
-Mamá, no te preocupes por mí, voy a estar bien y... estoy con vos, estate tranquila, ya sé que nuestra vida cambió para siempre, no somos las mismas nosotras de hace unos meses, pero podés estar segura que al menos yo, nunca te voy a abandonar.
Paula miró con el rostro húmedo pero con un atisbo de sonrisa a su hija y la volvió a abrazar.
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La dimensión de los ángeles
Fiksi RemajaEl argumento: Melina debe mudarse al campo junto con su madre para cuidar a su tía enferma; allí descubrirá que, las visiones que la enloquecieron a ésta, ahora la "atacan" a ella también: ve ángeles. En la búsqueda de explicaciones descubre que no...