Capítulo 7: el humilde empleo de dos proscritos

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Vivían en el barrio menos popular de la capital y el más interesante también. Jared no comprendía cómo allí, en ese pequeño reducto de inmundicia, se pudiera hablar francés tan corrientemente. Era el idioma oficial del barrio, si no lo comprendías estabas muerto. Literalmente.

Por suerte para él, hablaba todos los idiomas, o al menos se hacía entender en todos ellos. Le servía para sobrevivir y era a lo que se dedicaba. Cuando nació jamás pensó que pudiera habitar un lugar como ese Petit Chalet, tal era el nombre del dichoso barrio, en realidad jamás pensó en las vueltas que daría su vida ni de lo infeliz que había sido en un principio ni en lo agradecido que estaría. Sostenía una carga en su naturaleza y como todos decían, su destino era cruel, y tenía muchos ejemplos en su propia familia de ello. Pensó que no tendría más opción que estar oculto durante toda su existencia hasta que fue atrapado y obligado a jurar. Era su primera misión, su único encargo y si pensó que estaba condenado se equivocaba. En los años que llevaba lo único que lo atormentaba era el día en que su misión concluyera.

-Bonjour, Monsieur Jared... -la mujer tenía aspecto de gitana y un aire tan ruin que no soportaba verla.

-Salí... no tengo ánimos de que me leas ningún destino.

-¿Non? Haces mal.

-Sabes que no tengo destino.

-Y tú, que está atado a los deseos de los demás. ¿Por qué no me dices quién fue que te dejó tamaño encargo? No tuvo piedad.

-No tenía idea, que es diferente.

-Umm... es algo que te atormenta, ¿verdad? De que esa persona aparezca de la nada y te arrebate todo lo que tienes ahora.

-¿Qué tengo ahora? ¿Un cuarto en el mugriento Hôtel des Desperaux? ¿Mucho tiempo libre?

-No, a Joaquín – la actitud de la bruja demostraba su oportunismo.

-¿Quieres salir mal de esta conversación?

-¿Jared Alieno, amenazando?

-Jared Alieno no es como tú crees.

-Oh, pero yo sí sé cómo es y, finalmente, me agradas por eso voy a decirte que... -hizo una pausa como dudando decir lo que había planeado- los días felices están por acabar.

La mujer esperó ver la reacción en su interlocutor. Éste pareció no escucharla, no hizo el menor gesto, pero al cabo de un momento se incorporó de la vieja silla y dejando un billete sobre la arruinada mesa se fue de la "terraza" del bar.

Caminó tranquilamente por el medio de la calle. Allí no circulaban móviles de ninguna clase.

-La bruja es molesta.

-La bruja dice lo necesario para inquietar la curiosidad y quitarle el dinero a las personas que le creen.

-La conoces bien.

-Espero que tú también. No es tan inofensiva como parece.

El Guardián caminaba al lado de Jared haciéndolo pequeño y delgado. Al menos en apariencia...

-¿Quieres que te de un consejo? –El Guardián esperó una respuesta que no tuvo,- vete unos días con el chico. Sabes que este barrio no es el adecuado para ustedes.

-Ningún barrio es adecuado.

-Entiendes lo que te digo. Son un dúo muy particular y aunque podríamos decir que aquí estamos completos de gente particular, su... situación da mucho que hablar.

-¿Situación? ¿Acaso hemos cometido una infracción?

-Sabes a lo que me refiero. Es peligroso para ambos.

-No somos tan valiosos como crees o como creen los demás.

-Solo digo que te cuides las espaldas.

-Gracias. Valoro tu interés.

-Es mi deber.

-Y estás atado a él pero tus superiores están muy lejos aquí y sin embargo tú...

-Yo no he sido corrompido... aún –y el hombre esbozó una sonrisa inteligente.

-Bien dicho, nadie sabe lo que pasara en el futuro, aunque lo crea –y Jared miró al pequeño bar desde donde había salido. No podía negar que las palabras de la bruja había causado un efecto pero estaba decidido a afrontar lo que fuera sin caer en la tentación de perder el poco dinero que tenía y que ganaba, no muy legalmente pero que finalmente terminaba en sus manos.

-Por lo pronto dejo pasar tu pequeño "empleo".

-Umm, creo que tu alma ya es negra –ahora Jared decidió tomárselo con alegría. El Guardián le caía muy bien, aunque hubiera preferido saber su nombre.

No era un empleo digno, ni legal, ni justo ni nada, era malo hacer lo que Jared y Joaquín hacían. Robaban billeteras. No completas, solo el dinero que en ellas había y luego las devolvían. Mezclados con el gentío sacaba las billeteras con los cuidados de unas manos de seda y, luego llamaban al dueño diciéndole que se la habían encontrado tirada. Eso hacía que al menos la culpa no fuera tan grande, pero no tenían muchas más opciones, era difícil para ellos estar por ahí a la luz del sol, vivir libres no era su destino ni tampoco lo sería en un tiempo cercano. Estaban acostumbrados a no tener residencia fija ni comida ni comodidades ningunas pero estaban vivos y aunque parecía que no le daba importancia a lo que decía el Guardián sabía que eran vigilados.

En las sombras habitan toda clase de seres, nocturnos, malvados, convictos y violentos pero también proscritos y eso eran ellos. No pertenecían a ningún mundo, en ninguno lugar podían estar seguros pero siempre había sido así.





La dimensión de los ángelesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora