Incluso la voz era ultraterrena. En verdad parecía un fantasma, con toda claridad era un fantasma, pero ¿qué era un daemon? Y el muchacho... no brillaba... era igual a Ricardo... Melina dio unos pasos hacia atrás, trastabilló y cayó al suelo. Se levantó lo más rápido que pudo y cruzó la calle corriendo. El parque, la facultad, todo quedó atrás cuando se metió por una de las cuantiosas callecitas de Capital.
Nunca había prestado verdadera atención pero si miraba a cada transeúnte veía luz u oscuridad o nada. Los brillos eran de diferentes colores, de diferentes intensidades, diferentes tonos y combinaciones. Todos tenían tres colores diferentes. Algunos solo uno, pero unos cuantos no tenían luz en absoluto.
La cabeza le daba vueltas, sintió que perdía el equilibrio en medio de la muchedumbre y que su visión se hacía borrosa. Pensó en que había sido una tonta y que el chofer de su tía iría a buscarla a la plaza y que no estaría y... una mujer sobresalió de entre la multitud. Tenía muchos colores en su apariencia, pero sobresalía el rojo. Estaba muy cerca, encima. Podía verla tapar el cielo, todo lo ocupaba ella, su resplandor. Y todo se apagó.
***
El olor a incienso le hacía arder las narices, se movió solo un poco y notó que estaba sobre una manta acolchonada muy suave. Entre abrió los ojos y todo era oscuridad. ¿Qué había pasado? ¿Dónde estaba?
Se incorporó un poco pero no veía nada a su alrededor. Tanteó la manta y se dio cuenta que era una cama pero no podía precisar el tamaño. Se movió un poco, esperaba que en algún momento su visión se adaptara a la oscuridad pero no parecía que eso fuera a suceder.
-¿Te duele algo?- dijo una voz en la oscuridad, era una voz muy masculina que puso nerviosa a Melina.
-No... ¿Dónde estoy?
-En mi casa.
-¿Quién es usted?
- Mi nombre es Eleasar, si es eso lo que pregunta.
Hubo un momento de silencio.
-¿Por qué estoy en su casa? No sé quién es.
-Yo tampoco la conozco pero me pareció un acto humanitario levantarla del cemento y ponerla en una cama confortable.
¿Del cemento? Esas palabras no tuvieron sentido en un comienzo pero Melina pronto recordó lo que había pasado cerca del mediodía en la plaza y la mujer de atuendo colorido.
-Entiendo, se lo agradezco, señor, pero quiero ir a mi casa.
-Muy bien, pero no puede salir en este momento. Va a tener que esperar.
-¿Por qué? –Se impacientó, no le gustaba estar en esa situación ni a oscuras.
-No es un buen momento.
-¿No hay luz aquí?
No hubo respuesta.
En instantes, la tenue luz de una vela se presentó a luchar contra la oscuridad aplastante.
-¿Está mejor? Es lo único que puedo ofrecer por ahora.
Seguía sin poder ver a la persona que la acompañaba. Solo distinguía una silueta que se movía con pasos silenciosos.
Melina se sentó en la cama y esperó.
-¿Cuánto tiempo tengo que esperar para salir?
-Yo le avisaré.
-Pero no entiendo...
-Sé que no entiende, pero hay algo que yo tampoco –hizo una pausa-, ¿qué sucedió ahí afuera? ¿Por qué se desmayó?
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La dimensión de los ángeles
Teen FictionEl argumento: Melina debe mudarse al campo junto con su madre para cuidar a su tía enferma; allí descubrirá que, las visiones que la enloquecieron a ésta, ahora la "atacan" a ella también: ve ángeles. En la búsqueda de explicaciones descubre que no...