Los siguientes días fueron interesantes, se empezó a hablar de una fiesta en el colegio, fiesta de fin de curso que conllevaba un baile y rifas. Es que allí, la colación y la recepción de los alumnos eran en el mismo lugar y fecha, la escuela, el 6 de diciembre. Faltaba mucho para eso, todavía no estaban en octubre.
Ese sábado Ricardo parecía andar merodeando, al menos para Melina que lo vigilaba. Esa tarde se dedicaba a traer leña del monte para la provisión de la estufa y la currasquera. La joven se sentó en el sillón de la pequeña galería del fondo y se acomodó, puso los pies sobre uno de los brazos y la cabeza sobre un almohadón en el otro brazo y con un libro entre las manos, teniendo cerca un banquito con un vaso de jugo, se puso a leer las últimas páginas. Sentía como el viento tibio me rozaba en aquel bello día en el que Anne recuperaría al amor de su vida.
-Puf, deberían estar prohibidos esos libros, cambian el pensamiento de las jovencitas.
Giró ella cabeza hacia la voz que provenía del patio. Obviamente Ricardo creía ser gracioso con su comentario.
-¿Acaso lo has leído? –le preguntó para demostrarle que se equivocaba.
-Sí, hace tiempo ya.
-No te creo –le contestó y volvió a la lectura.
-Trata de una chica que le hace caso a lo que piensa la gente y deja al chico que le gusta porque es pobre y, luego se quiere matar porque el marinerito se convierte en un capitán ricachón y ya no la quiere.
-¡Eso no es cierto!
-Sí, es cierto –se acercó a mí con paso firme y una carga de leña sobre los hombros. Melina se preguntó otra vez qué edad tendría.
-Pero no es como lo decís.
-Sí, es como lo digo –dejó su carga de leña y se le acercó, mucho.
No iba a dar el brazo a torcer.
-¿O sea, que leías Persuasión mientras me seguías, escondido dentro del monte?
No se esperaba esa.
-Yo no te seguí.
Se agachó, levantó otra vez la carga de leña y se fue. Estaba sucio y desgreñado, pero, no pudo evitar pensar que era atractivo, lo que no había percibido hasta el momento, pero también era extraño y no le agradaba. Volvió a ella lectura.
***
Abrió los ojos. Se había dormido. Veía los últimos rayos del sol que alumbraban su rostro y un tente se le acercó, revoloteó y se fue. ¿Un tente? Se incorporó a medias. No estaba en el sofá, sino en un claro en el medio del monte sobre una manta. ¿Cómo había llegado ahí? Su corazón se disparó. Se paró rápidamente sin saber qué hacer y al darse vuelta se paralizó. Había un hombre, no: dos. La miraban con extrañeza, estaban rodeados de una luz dorada y resplandecían. La chica giró sobre sus talones y gritó. El espanto se le agolpó en la garganta, ¡no tenía voz!
Uno de los hombres la agarró y aunque ella pataleó y se sacudió no pudo zafarse y fue levantada del piso y volvió a descender. Tenía uno tomándola de un brazo y el otro, del otro, con fuerza, para quedar a la altura de sus ojos. Se cansó de sacudirse y esperó a ver qué pasaba, qué querían, sabía que no podía huir.
Eran dos hombres altos, rubios, con ojos verdes profundos y extraños, pero tenían buena apariencia, vestían bien y el halo de brillo les daba ¿elegancia? En fin, tenía que escapar de ellos, pero quizá ellos tenían que ver con el hombre misterioso que la seguía, en caso de que no fuera Ricardo, o que lo fuera.
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La dimensión de los ángeles
TeenfikceEl argumento: Melina debe mudarse al campo junto con su madre para cuidar a su tía enferma; allí descubrirá que, las visiones que la enloquecieron a ésta, ahora la "atacan" a ella también: ve ángeles. En la búsqueda de explicaciones descubre que no...