Capítulo 6: Inesperadas invitaciones

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Había algo que ella no iba a permitir y eso era perder la cordura.

Ahora entendía que había algo raro, algo que no podía explicar y que la unía cada vez más con Asunción.

-A ver... convengamos que tenés visiones, ¿sí? Entonces... ¿Qué hacer? ¿Un psicólogo? -dijo Agustina mientras ambas tomaban unos mates de té en el jardín de la casa de ésta al sol de la recién llegada primavera.

-No, estoy pensando en irme de la casa. En cuanto termine la escuela me busco una universidad en otro lugar, lejos y me voy.

-Pero... - Agustina no parecía conforme con esa solución.

-Sé que es la más difícil porque voy a tener que sacrificar algunas cosas pero no me importa. Creo que mi salud mental está primero -Melina hablaba con un nerviosismo impropio de su carácter, lo que hizo pensar a su amiga que en verdad necesitaba algo radical.

-Yo igualmente creo que tenemos que buscarle una explicación primero.

-¿Cuál?

-Pensá. Tenemos a una mujer adulta que hace como veinte años que está loca y entonces... de la nada, llegas vos a vivir con ella y te ocurre lo mismo, ¿vamos hasta ahí?

-Pero no creo que sea algo contagioso si no mi madre también...

-No, mirá, no es eso, sino que tenemos que preguntarnos, ¿por qué vos? Porque si no podría ser cualquiera que haya ido a su casa, que la haya tratado o incluso que viva ahí y eso de las visiones solo te pasa a vos y a ella, claro.

-Por eso, pero... ¿Cuál es tu teoría?

-Tenemos que buscar las coincidencias entre vos y ella.

Melina guardó silencio unos minutos y luego contestó reflexionando:

-Pero... no hay muchas. Primero, somos familiares; mujeres, y...

-¿Qué edad tenía cuando le pasó lo del amante?

-No lo digas así y tampoco tan fuerte, acordate que es secreto- dijo bajando la voz. -Como veinte.

-Bueno, y vos tenes diez y siete, ¿ok? Entonces, puede ser que en cualquier momento aparezca un ángel y te rapte.

-Ah, ja, ja, ja... -Contestó Melina en tono irónico.

-Bueno... no sé, entonces... ¿estás segura que Ricardo no es un ángel? Yo podría decir que se parece mucho a uno, enserio que está bien...

-No vuelvas a repetir eso. No, él es quien me estuvo persiguiendo, además su brillo es demasiado leve.

-Entonces, ¿hay gradación de brillos? -Agustina parecía por demás entusiasmada.

-Bueno, no sé si grados pero, la gente común brilla toda igual, vos, mi mamá y todo el mundo... por otra parte está Centurión que parece una fuente de luz inagotable y después Ricardo, que parece no tener nada de luz.

-Amiga, ¿vos siempre viste el aura de las personas, o te pasa en los últimos días?

Esa pregunta pareció despertar en Melina una recuerdo o un sueño y el terror corrió por sus venas, empezó a faltarle el aire y creía que se desmayaba cuando por fin pudo ordenar las partes del sueño recurrente. Lo vio muy claro en un torbellino de oscuridad. No podía comprender el mensaje, no aún pero podía estar muy seguro que no era un sueño. El momento en que ese hombre oscuro como la noche, que ocultaba con su oscuridad todo lo que lo rodeaba y que tanto la asustó como para reprimir el recuerdo de su encuentro, había ocurrido hacía mucho tiempo, en su niñez. En su casa.

La dimensión de los ángelesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora