Salir del barrio de Eleasar era complicado, en especial, cuando eran las cuatro de la tarde y mucha gente estaba asomándose por las hendijas de sus moradas. Era la hora del día más viva, era la hora cuando sus habitantes se preparaban para la puesta de sol, porque allí, la mayoría son seres amantes de la noche, la nocturnidad se hizo para ellos, o al revés. Faltaba mucho para que oscureciera pero había movimiento.
Eleasar volvió a su pequeño cuarto y a la oscuridad.
-Si quiere salir ahora solo hay una forma, tiene que estar dispuesta a ponerse mi capa.
-Sí. Pero todavía está el problema de la dirección de la casa.
-A eso lo solucionamos en un directorio telefónico.
Parecía que este ser era verdaderamente luminoso.
Eleasar se quitó la capa y se la pasó a Melina que pensó que le quedaría enorme, en comparación, pero se equivocaba, le quedó perfecta. También pudo ver mejor a su salvador. Era alto y de cuerpo bien proporcionado, un cuerpo que empezó a irradiar luz. Solo por un momento. Al instante, todo brillo se apagó y solo quedó un tenue resplandor.
-¿Cómo ocultas la luz?
-Es fácil para mí. Por mi trabajo.
-¿A qué te dedicas?
-Soy un Guardián.
Salieron a la luz de un callejón mugriento. Melina tenía la capucha puesta y le tapaba la visión, solo veía sus pies, pero sentía la mano de Eleasar que la guiaba y rápidamente salieron a la ciudad, a la verdadera ciudad.
-¿Qué es ese lugar? –preguntó la chica dándose vuelta y mirando la pequeña entrada que era incluso más chica que la de un garaje y que estaba en medio de dos edificios de oficinas en medio de las calles más concurridas de Buenos Aires.
-Le Petit Chalet. Un oasis para los seres no humanos que pasean por aquí.
Caminaron unos pasos. Melina se había arreglado la capucha para ver mejor, había mucho movimiento en la calle. Chocó con varias personas pero siempre sentía la mano firme del hombre que sostenía su brazo y no la dejaba perder el equilibrio. La sorprendió escuchar algunos murmullos en las personas que los cruzaban. Empezó a dudar que la capa fuera "invisible", también creía que la gente veía el resplandor en Eleasar, sin su capa todo era diferente, no podía camuflarse con la noche. Claro que no era de noche. Varias cuadras soportó el murmullo, tratando de escuchar se dio cuenta de que los observaban, sin duda alguna.
-Eleasar, te devuelvo la capa –le dijo al joven, pensando que era mejor que él, que era el "no humano" debía cubrirse más que ella. Se podía camuflar bastante bien con su atuendo típico de transeúnte adolescente. Dio media vuelta observando a dos mujeres que pasaba a su lado y, obviamente, no la miraban a ella, sino a él. Era muy claro lo que veían, también ella lo vio reflejado en una vidriera: el hombre más atractivo que hubiera visto en su vida. Vio su rostro y era muy hermoso destacado con una luz tan particular que tocaba el corazón y daban ganas de llorar...-Elea...
-También creo que ya está segura –respondió el joven.
No parecía tener más de veinticinco años. Tomó la capa y se la puso sobre los hombros. El efecto embellecedor quedó automáticamente disminuido. Se fue toda luz, toda gracia, solo quedó un hombre... lindo, nada fuera de lo común.
-Esa capa... ¿de qué es?
-Es un material especial, cubre la esencia de la persona que la lleva puesta. No puede saber que soy, ahora, ¿verdad?
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La dimensión de los ángeles
Genç KurguEl argumento: Melina debe mudarse al campo junto con su madre para cuidar a su tía enferma; allí descubrirá que, las visiones que la enloquecieron a ésta, ahora la "atacan" a ella también: ve ángeles. En la búsqueda de explicaciones descubre que no...