Capítulo 5: Extrañas visiones

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En los siguientes días Melina pensó en ir a pasar alguna tarde con sus amigas de toda la vida pero el clima no la ayudó y un terrible aguacero cayó desde la noche del viernes hasta la tarde del sábado. Fue el fin de semana más aburrido y menos agradable ya que descubrió que Ricardo sería el único jardinero de ahí en más.

Pero algo había estado sucediendo en la semana. Melina no podía conciliar el sueño con facilidad. Pensaba en la figura que la había seguido en su recorrido por la zona y en si estaría vigilándola siempre y por qué. Esa imagen empezó a mezclare con otras y con un extraño brillo que percibía en su madre y en Ricardo cada vez que los veía. En el caso de su madre era una especie de halo verdoso y el jardinero más bien no desprendía brillo alguno, solo un resplandor que no tenía ningún color, tonalidad y que casi parecía no existir. Por eso quería salir de su casa por algún tiempo, de algún modo tenía que hacerlo y la idea era pasar más de una tarde en la casa de su amiga Carla, salir del vecindario.

Pensaba que era seguramente influencia de la vieja casona que quizás llamara a los espíritus malignos, sí, ella pensaba eso, y no podía creerlo. Estaba en un momento en que sus nervios parecían no funcionar muy bien, necesitaba escapar de allí o terminaría como su tía Asunción. Por lo pronto la solución era no decir nada, en especial de los sueños que se le confundían con recuerdos. Sombras y brillos, luces y oscuridad. Todo mezclado con miradas extrañas y miedo. Solo una niña los había descubierto, solo... "busca a Catriel de Usía, y cuando lo encuentres dile que yo, Daniil, ahora soy el Peregrino. No lo olvides, vidente, díselo cuando lo encuentres. No importa el momento, aunque pasen veinte años, debes recordarlo. Si pudiera yo mismo hablaría con él, pero me está prohibido hablar con los de su casta. Pero tú, niña... tú puedes, tú lo puedes todo, es parte de tu naturaleza habitar entre los dos mundos".

Melina sudaba en la penumbra de su habitación. Apenas podía respirar. Había sido el sueño más largo de la semana y el más aterrador. Sentía que ese mensaje era muy importante y que la escena soñada había ocurrido en la realidad de su infancia. Había tenido otros sueñes similares y la asustaba más que otra cosa porque parecían más recuerdos que otra cosa.

En ese momento tuvo una idea: escribir lo que había soñado para tener un mejor conocimiento y no temer tanto como lo hacía todas las noches, a lo desconocido que rondaba sus sueños, sus recuerdos, su vida.

***

Eran las diez de la mañana y Melina recién se levantaba. Había logrado dormir un poco más pero se sentía cansada. No tenía hambre así que con toda tranquilidad salió de su cuarto esperando no encontrar a Ricardo en la cocina pero seguramente estaría allí.

"...sí, así fue. Pero ya te conté antes cómo era esa gente, te podes dar una idea de lo que podría pasar..." La voz venía de una de las habitaciones. Se aplacó. Melina caminó lentamente hasta la puerta a ver si se escuchaba algo más.

"... ¡no me digas eso Centurión!"

Las voces provenían de un cuarto que tenía la puerta entre abierta. La chica se asomó. Ya no había voces pero sí dos personas, una parecía Asunción, sentada de espaldas a la puerta, y enfrente suyo, sentado cómodamente en una mecedora, un hombre con el cabello blanco y los ojos ambarinos puestos en la mujer. No era la clase de persona que uno se encontrara en la calle. Melina no podía dejar de observar la clara luz que emanaba de su atuendo también blanquecino cuando se dio cuenta que él también la observaba. La joven se echó hacia atrás y chocó contra la baranda de la escalera hasta volver en sí misma y salir corriendo, bajar las escaleras y llegar a la cocina donde estaba su madre con el jardinero.

-Por fin te levantas... ¿Tenés hambre? Te preparo el desayuno.

-Ma... -apenas podía respirar y seguía sin confiar en Ricardo. No se animaba a decirle sin más lo que había visto en la pieza de su tía.

-¿Bajaste corriendo las escaleras?

-Sí... yo... escuché voces en la habitación de Asunción. ¿Tiene visitas?

-No... -la cara de extrañeza de Paula hizo que su hija empezara a sentirse mal, muy mal. "Seguro es otra visión y yo escuché las voces y... me estoy volviendo loca... ¡No debí decir nada!"

-¿Cómo que alguien con Asunción? -preguntó Ricardo.

-Yo voy a ver -dijo Paula y salió rápidamente en dirección al dormitorio de su prima.

Mientras el tiempo se le hacía eterno sentía la mirada de Ricardo encima.

"Qué haya alguien, que haya alguien... por favor..."

No había nadie.



La dimensión de los ángelesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora