Capítulo 2: El vecindario

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Cuando terminó el recorrido de su nueva casa, que había sido interesante pero no tanto como esperaba, sacó las cosas de la valija y puso todo lo que pudo en el cajonero, tendió la cama y ordenó el material de estudio. Cursaba el último año y había tenido que cambiarse de escuela. Ya era agosto, y no faltaba mucho para terminar y estaba pensando seriamente en lo que sucedería el próximo año. Algo tenía que hacer aunque sea, criar gallinas y para ello tenía el espacio suficiente, incluso ovejas y hasta vacas podrían criarse en esta chacra... lástima que estuviera tan abandonada.

Tuvo que cambiar la lámpara de su habitación porque estaba rota y sacar algunas telas de arañas de la ventana que, como no podía ser de otra manera, no abría como era debido. Tenía vista a la calle de entrada, por lo que si llegaba alguien y ella estaba allí lo vería antes que nadie.

Ese día, apenas comieron unos sándwiches y se acostaron temprano. Melina no pudo dormir dando vueltas en la cama. Pensaba en cómo era que había llegado a aquella instancia, mudarse al campo no estaba en sus planes, aun más, su plan era probar suerte con una beca para estudiar en Buenos Aires el año próximo pero todo se vino abajo con el accidente de su padre. Hacía tres meses vivía feliz en su casa, en el centro de la ciudad, iba a un instituto que quedaba cerca y sus amigos vivían en la zona, en los alrededores de la plaza de la municipalidad donde se reunían a la tarde a tomar un helado o simplemente hablar. Hasta que un día, cuando, al medio día volvió a casa encontró a su madre en la cocina llorando, con el teléfono en la mano y supo que algo malo había pasado, la abrazó y así estuvieron en el piso al menos por media hora, sin tener la certeza de nada.

"-¿Es papá...?"

Lo único que recibió fueron más sollozos por respuesta. Había sufrido un accidente de auto yendo a almorzar a casa de su jefe, un niño que acaba de sacar el carnet excedió la velocidad en el centro y la consecuencia fue la vida de su padre, que al intentar evitarlo chocó a un camión de suministros y el seguro no cubrió eso. Así es como, por un idiota que ni siquiera iría preso, perdieron la casa y a su padre...

Su nueva vida acaba de comenzar, luego de una etapa de profundo dolor que seguía estando en el interior de ella como una braza que se atizaba con solo pensar lo sucedido o en cómo sería su vida si que nada de eso hubiera sucedido.

Pero allí estaba y mientras su madre hacía un esfuerzo sobrenatural para mantenerse firme y no ceder ente los obstáculos, ella creía que la mudanza era una nueva oportunidad, porque aunque no le gustara alejarse de sus amigos y tuviera que abandonar su vida, eso justamente era lo que necesitaba y la tranquilidad del campo se le presentaba como una buena oportunidad y no iba a desaprovecharla, quería recomenzar y olvidar el dolor y ayudar a su madre también.

***

La mañana soleada del domingo le dijo que ese sería un día estupendo para salir en su bici a dar una vuelta por los caminos aledaños. Pero lo haría después de comer. Mientras su madre, que no podía salir de la casa porque allí estaba su trabajo, planeaba alguna remodelación, como pintar o colocar algún mueble nuevo para dar un poco de vida a aquel lugar.

Eran las dos de la tarde, tomó su celular y una campera por si se demoraba ya que las calles eran muy largas y no conocía mucho. Quedaron con su madre que si veía que se perdía o cualquier otra cosa, que la llamaba y ella iría a buscarla en seguida.

En la perspectiva de que todo era extraño, no creyó para nada descabellada la posibilidad de perderse. Decidió que lo mejor era salir por lo desconocido para regresar por lo conocido, para reconocerlo. El plan inicial era ir hasta la antigua vía y tomar rumbo al oeste, de ahí ir hasta encontrar un camino que la llevara a la calle ancha para regresar. Uno de los objetivos era encontrar su futura escuela y la otra, no perderse en el intento.

La dimensión de los ángelesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora