Me puse a tocar una vez más sin pensar demasiado tiempo en nada. A ver, me sentía confundido, muy confundido. Gabriel se contradijo a sí mismo diciendo que quería irse a casa, y luego, al querer quedarse conmigo. Pero no le di muchas vueltas, quizás había cambiado de opinión. Fuera como fuere, yo estaba feliz por tenerle de nuevo como hacía tanto que no le tenía, sentado en mi habitación, escuchándome tocar. Ahora, a ese sentimiento de amistad se le sumaba mis revolucionadas hormonas de adolescente enamorado, el cual era y estaba feliz de ser. Supe en ese instante algo que no había pensado mucho. No hubo un momento en el cual me di cuenta de lo que sentía. Creo que ese sentimiento dormía a la espera de ser despertado, y fue Gabriel quien lo hizo.
Mientras pensaba en eso, pulsé varios acordes equivocados. Para oídos de cualquiera, no se notaría, pero yo, sí que lo hice. Y también Gabriel, el cual estaba más que acostumbrado a escucharme tocar. Se sabía tan bien como yo las partituras, solo que él no las interpretaba, sino que las seguía.
-¿Qué es lo que te ocurre hoy, Riccardo? ¿Es que has estado tan ocupado por ahí que se te ha olvidado tocar?- dijo empezando a bromear.
Sabía que le ocurría algo, pero su buen humor no se había ido, tan solo se había escondido en algún lugar. Quise responder a lo que dijo que, en realidad, tenía un teclado -el cual no sustituía ni de lejos mi piano- en el tren del Celesta, pero no lo hice. Tan solo sonreí como él me había enseñado. En ese momento paré de tocar y le miré a los ojos.
Se había levantado y cruzado de brazos, dejando encima de la mesa el sobre. Me miraba afligido, quizás pensando qué era lo que quería decir. Parecía debatirse consigo mismo en un conflicto interior.
-Riccardo- dijo, y justo cuando creí que iba a decir lo que le ocurría... Perdí mis esperanzas- ¿por qué has parado de tocar.
-Porque necesito que me digas lo que te ocurre, y... necesito hablar contigo.
-Bien- susurró asintiendo.
Bajó de nuevo la mirada y se sentó a mi lado en la banca del piano. Me eché a un lado y observé como sus manos tocaban las teclas sin llegar a pulsarlas, con la debida delicadeza, con el mínimo contacto. Sus dedos parecían motas de polvo las cuáles danzaban a la espera de caer pero sin llegar a hacerlo nunca. Sonrió tristemente, y se secó por última vez los ojos antes de mirarme de frente.
-Riccardo... ¿Recuerdas cómo nos conocimos?- era una pregunta retórica, él no esperaba que la contestase, por supuesto, porque sabía que lo recordaba con total exactitud- Yo buscaba un amigo, era bastante sociable a diferencia de otros- le lancé una mirada envenenada pero sonreí al instante por su insinuación-. Entonces te vi a ti, llorando. Al principio creía que eras solo un llorica, pero cuando me hablaste por primera vez, cuándo mostraste interés por mis gustos, cuando vi que me escuchabas, que te sentías bien al hacerlo, cuando te vi esbozar una sonrisa... Nunca olvidaría esos momentos, Riccardo.
-Tú me enseñaste a sonreír- murmuré.
-Creía que eras mi amigo. Pero nosotros no éramos amigos, porque los amigos, quieras o no, acaban por separarse, miran por sí mismos y al cabo de un tiempo, encuentran a otro amigo. Me puse a pensarlo, intentando usar una palabra lo más adecuada para definir nuestra amistad- se llevó las manos a una de sus coletas para apretarlas y evitar que se deshiciera-. Y ¿sabes qué? Creía que la había encontrado.
»Creía que la palabra era, no sé, quizás, hermanos, pero se me hacía raro pensar en ti como un hermano. Porque, con los años, nuestra amistad había superado a lo imaginable, y lo que empezaba a sentir era muy distinto a lo que cualquiera podría admitir, no podría sentir eso por un hermano, porque era muy distinto. Riccardo, me confirmaste que lo que yo sentía no era en vano, porque tenía miedo a decirlo, me besaste y aceptaste mis abrazos. Y no te hizo falta decir nada más para hacerme feliz.
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Mon Amour | Inazuma Eleven
Fanfiction•Fanfiction Inazuma Eleven/Yaoi• "Mon amour, palabras que hacían que mi corazón se desbocase. La felicidad era tan frágil como la persona que susurraba esas palabras en mi oído. Mi apoyo, por él podía seguir en pié cada día, la razón por l...