Capítulo 34

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El tiempo... Pasaba. Simplemente eso. Pero no creáis que el tiempo me hacía sentir triste. El tiempo que pasaba significaba que nuestro amor crecía. Gabi era el mismo mientras el reloj de su vida avanzaba hacia atrás. Mientras los días, semanas y meses transcurrían. El azul era el color que primaba en mi vida, era el color de la fuerza, de la existencia.

Hay cosas muy felices que os gustará escuchar. Estuvimos más veces en Hokkaido, lo que nos hacía recordar esa vez que estuvimos allí para el solo de piano. Pasamos el verano de vacaciones yendo a sitios a los que sabía que Gabi deseaba ver. Le llevé a Francia, a la Torre Eiffel y al parque de atracciones. Era irónico y a la vez divertido escuchar sus «mon amour» allí. Una vez se acabó el verano... recibimos a los nuevos miembros que llegaban de primero, o los trasferidos. Sol Daystar se vino al Raimon, fue un cambio que nos sorprendió y alegró a todos. A nosotros, en especial, que sabíamos que había conseguido salir de nuevo de su enfermedad. Nosotros habíamos entrado en tercero, y esperábamos a la vez con impaciencia y con tristeza la graduación. Para mí, era una alegría saber que nuestro compañero Sol llevaba razón a lo que una vez nos dijo: Gabi tenía un espíritu fuerte, estaba resistiendo. Era feliz de tener esa esperanza, de que Gabriel seguiría por mucho tiempo a mi lado. Que estábamos pasando y seguiríamos pasando por miles de cosas juntos.

Pero no todo fue bueno durante el transcurso de ese año y medio hasta la graduación. Gabi tuvo que dejar de jugar al fútbol poco después de entrar en tercero. Sustituyó sus supertécnicas por los cascos y el reproductor, nos acompañaba en los entrenamientos de forma ausente, y a mí, me obligaba a seguir. Sus palabras fueron: «Si dejas el equipo, será como si hubieses abandonado el fútbol sin razón. Si tú juegas, ten por cuenta que sentiré que sigo en el campo».

¿Qué le dijimos a los demás...? El entrenador Evans se encargó de decir y explicar la falsa lesión. Nos sentíamos mal por mentir, pero Gabi no quería que se preocupasen. Arion estaba bastante afectado, pero decidió tragarse la mentira y hacer como si no supiera que Víctor lo sabía todo.

Estuvo hospitalizado tres veces, una de ellas, en quirófano. Era tan duro ver como entraba en el hospital y no saber si saldría de allí. Víctor y Sol, me apoyaban en esos momentos a pesar de que sabían que ningún apoyo servía hasta que no veía a Gabi de nuevo ante mí.

Fui testigo del dolor silencioso que sufría y que me partía el alma por dentro lentamente. Fui testigo de sus lágrimas en más de una ocasión, lágrimas que me hacían querer llorar a mí también... Sin embargo, no rompí mi promesa personal, Gabriel no me veía llorar.
Quedaba un mes y medio para la graduación cuando noté que algo empezaba a cambiar. A ver, nuestra vida había cambiado mucho en ese año. Un año y dos meses. Cualquiera lo diría. Habíamos pasado por tantas cosas que en los años anteriores no habían ocurrido... Pero lo que sentí ese día, el día que entré en los vestuarios, no había ocurrido antes.

-Pero... ¿Estás seguro?- le preguntaba Sol a Gabi, ambos sentados.

-Buenos días- le dije acercándome a él.

Maldito fuera ese jueves. Sentía como el azul se me escalaba cuando vi sus ojeras y su rostro cansado y abatido. Tenía la piel demasiado pálida y pestañeaba más de lo normal. Hubiera deseado haberle despertado esa mañana como tanto me gustaba hacer los días que me era posible. Haber sido la primera persona en preguntarle si se encontraba bien.
Abrió sus orbes azules y se guardó el reproductor mientras se ajustaba los cascos al cuello. Alzó la vista y me miró sonriente. Ay... Como adoraba esa sonrisa de color rosa. Era mi debilidad, nunca he visto ni veré una sonrisa como esa.

-Riccardo, ven aquí.

Me arrodille y le abracé, mientras mi rostro quedaba en su pecho. Adoraba que sus latidos persistieran con fuerza. Pero ese día, sus latidos eran fuertes, más fuertes de lo normal, fuertes como si quisiesen dar el máximo de sus fuerzas.

-No me hagas la misma pregunta de siempre- susurró-. Te lo diré yo. Estoy bien, ¿vale?

-Sí...- murmuré mientras me recorría un temblor.

Volví a maldecir el jueves. Se encontraba mal y odiaba esos días.

-¿Qué hay chicos? ¿Qué tal, Gabi?- preguntó Arion mientras abría su taquilla.

-¡Fenomenal! ¡Espero pronto volver a jugar, al menos antes de que se termine el instituto!

Se me cayó el alma a los pies al saber que es promesa no podía cumplirla. Él sabía y tenía terminantemente prohibido los ejercicios intensos como el fútbol.

-¡Me alegro!- exclamó el capitán.

Arion no había cambiado mucho en ese año. Seguía siendo tan inocente y a la vez responsable...

Víctor en cambio, había logrado cambiar su hábito de llevar su uniforme personal y se empezó a poner el del Raimon. Creo que Arion y su hermano Vladimir tuvieron algo que ver en el tema.

-Riccardo- dijo, y se llevó una mano para evitar toser muy alto-, te quiero mucho.

-Y yo- respondí con los ojos cerrados.

-Vamos chicos... Dejad los besitos para cuando estéis solitos- dijo Aitor con una de sus sonrisas mientras escondía la toalla de Lucian. Siempre era así y no esperábamos que cambiase.

***

-¿Vamos directamente a mi casa o quieres helado de stracciatela?

-Riccardo...- susurró.

-Si quieres podríamos estar en el lago- seguí diciendo metido en mis pensamientos-. Sé que tenemos que estudiar porque se acercan los exámenes finales pero...

-Riccardo- dijo esta vez más alto.

-¿S-si?- pregunté confundido por su tono de voz.

-Hoy...- murmuró-, tendremos que vernos más tarde. Es que... tengo algunas cosas que hacer.

-Al menos- dije-, déjame que te acompañe hasta casa.

Asintió y fuimos juntos de la mano.

Cuando llegamos, se volvió hacia mi y me beso con una intensidad que me aturdía. Aún no sabía como lo hacía, deseaba algunas veces que yo le provocara el mismo efecto.

-¿Cuánto tardarás? Vendré a recogerte.

-En una hora como mucho nos veremos, ya verás.

Confié en lo que dijo y le di un beso y un fuerte abrazo. Su mano se posó en mi pelo más tiempo del que normalmente lo estaba, y la tensión que notaba en su cuerpo, aumentó. Tendría que esperar una hora para verlo de nuevo, y pensar en cada segundo era como clavarme una aguja en el pecho al mirar el reloj. Caminaba cabizbajo, y un viento me revolvió el pelo. La primavera se iba... Y ya habían pasado muchos años desde la primavera en la que Gabriel y yo nos conocimos. Me sentí nostálgico. Hasta que lo recordé... En ese año, no había parado de buscar pistas sobre el deseo de Gabi, pero él no había vuelto a mencionarlo. Aunque se seguía deshaciendo las coletas... Pero eso es tema aparte. El caso es que me sentí culpable porque ese día, a esas fechas, y después de un año y poco más, no hubiera sido capaz de describir el color del viento.

-El color del viento... - susurré mientras entrena en casa y la brisa cesaba.

El tiempo no pareció pasar mientras buscaba solución al enigma, mientras me colocaba una camisa y mientras me sentaba al piano con actitud pensativa. Pero pasó, el tiempo pasó, y me arrepentí de que lo hiciera. Mi preciado tesoro se me escapaba y no podía hacer nada para impedirlo.

Un timbre me sobresaltó y cogí el móvil mirando fijamente los dígitos. No lo entendía, o... por el contrario, no quise entenderlo.

***
Espero que este cap os haya gustado a pesar de haber hecho lo que he hice... Pasó un tiempo n.n Pero eso no es malo, todo lo contrario, si no os cuento nada de lo que ocurre es para algo que tengo pensado :3

Marie~

Mon Amour | Inazuma ElevenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora