Capítulo 36

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No recordaba como había llegado al cementerio. Ni como había acabado rodeado de personas que lloraban a mi alrededor. Me hablaron, me decían «lo siento». ¿Qué sentían? ¿Q-qué podían haber hecho ellos para aliviar mi dolor? ¿Qué podrían haber hecho para evitarlo? Nada...

No sabía exactamente lo que ocurría. No lo entendía del todo, y, entenderlo sabía que me dolería. Estaba totalmente desconcertado, aturdido, era incrédulo. No creía lo que parecía ser cierto. Gabi... volvería en algún momento, sí, seguro que volvía. No podía dejarme solo tanto tiempo, necesitaba que estuviera conmigo.

Si os digo la verdad, no recuerdo nada de ese día, nada salvo que sentía tanta presión en cada célula de mí cuerpo que no sabía si sería capaz de dar un paso, ni de respirar. No sé como acabé vestido de negro, ni como llegué a casa después de muchos más «lo siento».
No dije una palabra en varios días. No quería comer, no quería hacer nada salvo estar en mi cama acurrucado absorbiendo el olor que Gabriel había dejado impregnado en aquellas sábanas. ¿Qué estaba ocurriendo y por qué Gabi no volvía conmigo?

«-Sé que cuando me vaya, vas a pasarlo mal y no te culparé si lloras, si estás triste...»

Esas palabras me hicieron soltar una exhalación y me incorporé mientras tragaba con fuerza. No... No... seguro que era mentira, t-tenía que volver a mi lado, sino... Pronto enloquecería.

-«¡Ah si, mejor!»- volvió a resonar en mi mente- «Profesor, el gato de mi novio se ha comido mis deberes».

Las lágrimas resbalaban por mi rostro sin que pudiera evitarlo. Palabras de miles de momentos a su lado resonaban en mis oídos como si las estuviera escuchando.

-«Yo soy Gabriel Garcia. Pero llámame Gabi»...«Seré tu viento...»

Empecé a llorar y grité contra la almohada. Esas palabras que resonaban en mi mente eran recuerdos, simples hechos que ocurrieron en un pasado feliz, azul. Ahora todo era negro, oscuro. No sabía ni quería saber si la primavera estaba acabando, si salía el sol. Las ventanas y persianas de mi habitación estaban echadas y no distinguía entre noche y día salvo porque algunas veces Suzette me llamaba para cenar.

Lloré durante varias horas deseando ahogarme en mis propias lágrimas. Él no podía irse, no podía haberse ido... Durante esas horas, miles de sus palabras siguieron sonando en mis oídos. «Vamos, no creo que sea tan difícil» decía cuando practicábamos al fútbol. «Tú y tu memoria prodigiosa memorizad el camino para que podamos ir a pié»...«Tan llorica como siempre» casi sentí su abrazo. «Lo recordaré, descuida» susurró. «Te quiero, mon amour»...

¡Maldita sea! ¡Me estaba volviendo loco! Su voz era tan dulce, tan melodiosa, tan azul como siempre. Casi podía notar su aliento en mi cuello. Sus susurros me llegaban al oído, sus labios tocaban los míos, sus manos tocaban mi pelo. Pero solo en mis recuerdos.

-Señorito Di Rigo- dijo Suzette entrando en la habitación- ¿Cómo se encuentra?- entró en la habitación y se sentó en la cama, justo detrás de donde yo tenía los pies encogidos- Tiene que salir a cenar, y... Bueno, su madre está preocupada.

Solté una exhalación sarcástica. ¿Ella preocupada por mí?

-Vamos- siguió diciendo-. No puede quedarse aquí tanto tiempo, tiene que salir de su habitación.

Mi mirada bastó para que pasara una mano por mi brazo y asintiera en señal de entendimiento. No podía ni quería hacerle caso. No tenía ni ánimos ni fuerzas para hacer nada que implicara pensar demasiado.

Suzette me estuvo trayendo comida a mi habitación durante unos dos días más. Consiguió que abriera un poco una de mis persianas y un hueco en la ventana. Me decía que tenía visita. Pero yo no quería visita ninguna ¿sabéis? Fuera quien fuese, no me interesaba en absoluto.

-Riccardo, esto ya es demasiado, tienes que vivir.

Ignoré la voz de mi madre y bajé la cabeza. Escuché un tintineo en el cuello, el sonido de...

-¿Me estás escuchando?- preguntó en voz alta, cortando mis pensamientos.

-Fuera de mi habitación- dije con voz ronca-. No quiero hablar con nadie- soné seguro de lo que decía.

-Tienes que salir a la calle, ir al instituto, hacer algo. Los profesores te lo están perdonando por ahora, pero has perdido tres días. Mañana quiero verte con el uniforme del Raimon.

-¿Estarás aquí para verlo?- pregunté levántandome-. Eso supuse- dije al ver que no contestaba-. Ahora, déjame solo.

-Cielo...

-Vete- subí la voz-. Iros todos de aquí de una maldita vez.

Cerré la puerta de mi habitación de un portazo y solté un grito. Golpeé la pared una vez. Y otra más. Sentí como me empezaban a doler los nudillos. Pero... para mi frustración no fui capaz de desatar mi dolor, me dejé caer de rodillas con la cabeza gacha y los brazos a ambos lados. Escuché el silbido del viento entrar por la ventana, y me movió un poco el pelo. Sollocé varias veces y luego, oí ese tintineo, el de la llave que tenía colgada al cuello desde hacía más de un año.

-«Solo tienes que ser paciente, mon amour»- dijo su voz en mi mente.

Entonces abrí los ojos reaccionando a algo que antes no había tenido en cuenta. Llevaba casi una semana en mi habitación, después de otros cuatro días que estuve también solo antes de acabar en el cementerio sin saber como. Mi madre no contaba esos días porque... El Raimon estuvo cerrado en honor a Gabriel. Y no había hecho ni pensado mucho en nada salvo en el dolor que sentía. Pero cuando su voz traspasó mi mente con lo que dijo en el hospital hacía ahora tantos y tan pocos días...

-«La sorpresa va después de eso, mon amour. Paciencia»- había dicho.

Hacía mucho se ese día, pero lo recordaba como si estuviera sucediendo en esos instantes. Solo faltaba una persona allí... Saqué la llave de dentro de mi camisa y la observé. Cerré los ojos con fuerza. Nunca me dijo qué significaba esa llave. Me dolía recordarlo todo, pero, ¿acaso sus palabras en el hospital querían decir que esta llave aguardaba alguna otra "sorpresa"? Exhalé lentamente, conté varios segundos y me levanté del suelo. Tenía que descubrirlo. Ya le había fallado en su deseo, no podía fastidiar ese regalo que me tenía preparado desde hacía más de un año. Y había incumplido esa promesa de recordar quien era...

Me acerqué con pasos lentos a la ventana y abrí la persiana hasta arriba. Observé el sol y fruncí el ceño mientras su luz me cegaba. No quería ningún otro sol que no fuera Gabi. Envolví la llave entre mis manos y le hablé al vacío.

-Recordar quien soy...

***

Marie~

Mon Amour | Inazuma ElevenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora