Sorpresa sorpresa, a mi madre le dio lo mismo ver que me encontraba peor que nunca en mi vida. Abrió de un tirón las cortinas. El sol me dio un puñetazo entre los ojos con su puño de un amarillo vivo.
-Arriba -ordenó mi madre abriendo mi ventana, que daba al jardín de atrás-. A ducharse. A desayunar. A quitar el polvo.
-¿Quitar el polvo? -chirrié.
-Y luego, a pasar la aspiradora. Y puedes limpiar el cuarto de baño también. -Yo me tapé la cabeza con el edredón. Mi madre tiró de él hacia abajo-. Eso es la bebida, Zoe. Pero ¿en qué estabas pensando?
-No tenía intención de beber. Y ni siquiera bebí tanto.
-A tu edad es intolerable que bebas nada. Intolerable del todo. Este es un año importante para ti, Zoe. Estás empezando la secundaria. Tienes que trabajar en clase. Sabes que tu padre y yo tenemos muchas esperanzas puestas en ti. No tiene sentido que te enfurruñes -dijo al ver la cara que yo estaba poniendo. No me gustaban nada esas conversaciones sobre el instituto. Me repateaban de verdad-. Puede que seas inteligente, pero si pretendes entrar en Derecho, vas a tener que sacar las mejores notas.
-Yo le eché una mirada a «Pelasio el Simpasio», que estaba encima de mi mesa-. Escribir no da dinero -dijo mi madre con firmeza-. El Derecho, en cambio, sí. Eso ya lo hemos hablado, y tú estuviste de acuerdo conmigo.
-Sí, ya -murmuré, aunque no era verdad. Cada vez que hablábamos de mis estudios futuros pasaba lo mismo. Me resultaba más fácil seguirle a mi madre la corriente, dijera ella lo que dijese, porque me sentía como si estuviera en deuda con ella o algo así por lo mucho que se estaba esforzando.
-Pues vale. Vas a tener que estudiar mucho. No tires tus oportunidades por la ventana.
-Fueron solo un par de copas, mamá. No lo volveré a hacer.
-¡No vas a tener ocasión de volver a hacerlo! -dijo recogiendo del suelo mis vaqueros y colgándolos en el armario-. Vas a estar dos meses castigada. Y te guardo yo el teléfono.
Me pasé una hora sin moverme. La verdad es que no podía. Solo con levantar la cabeza para beber un poco de agua ya me entraban náuseas. Mi padre le dijo a Dot que tenía gripe, así que ella vino corriendo a mi cuarto en pijama con una corona de cartulina azul. Por delante le había escrito: «Te vas a poner bien fijo», solo que como se había saltado la efe en realidad ponía: «Te vas a poner bien ijo». En su propia cabeza llevaba otra corona aún más grande hecha de cartulina rosa. Sonrió cuando vio que yo me ponía la mía.
-Ahora podemos ser el rey y la reina del mundo y también del universo -dijo por signos.
Yo hice una reverencia y levanté el edredón.
-Meteos dentro, majestad.
Dot trepó a mi cama y nos quedamos ahí siglos abrazadas, con las puntas de las coronas sobresaliendo por encima de la almohada. Al final hice mis tareas, arrastrándome por toda la casa en pijama. Mientras fregaba el cuarto de baño, mi mente saltaba entre los dos chicos, así que dibujé dos corazones de lejía amarilla dentro de la taza del retrete.
Cuando tiré de la cadena, el agua se puso toda espumosa, que daba la casualidad de que era exactamente como yo me sentía, con toda la emoción burbujeándose a sí misma. No podía esperar a contárselo a Lauren, me imaginaba la cara que iba a poner cuando le describiera el beso con Max. Igual me lo encontraba a la hora de comer. Y al Chico de Ojos Castaños también. Intercambiaríamos sonrisas secretas delante del pescado frito con patatas fritas, con un punto de sal y de vinagre y de amor cosquilleándonos en la nariz.
En conjunto, me sentía de bastante buen humor. Mi padre y mi madre apenas me habían dicho nada, aunque tampoco hablaban gran cosa entre ellos, seguramente reconcomiéndose aún con lo de la noche anterior. Mi padre estaba en el garaje sacándole brillo al BMW y mi madre estaba ocupada con Dot, practicando la lectura de labios que el logopeda le había puesto de deberes.
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Nubes de Kétchup
Teen FictionHe hecho algo malo No solo un poco malo ni siquiera algo muy malo. Lo que he hecho es horrible. ¿Y sabes lo peor? Que nadie se ha enterado. Autora: Annabel Pitcher Esta novela NO es mía :)