—Y ¿qué tal terminó la fiesta? —pregunté.
Lauren entrelazó los dedos y se sopló en el hueco que formaban.
—Bien. Genial, la verdad. Aunque Max te echó de menos. Cuando te fuiste andaba de aquí para allá con una cara que parecía el culo de un oso. Hasta le dijo que no a Marie cuando se puso a tirar de él.
—¿Qué? —dije bruscamente.
—No te preocupes, él no hizo nada. Marie se tuvo que conformar con el intento. Sinceramente, estaba fatal. No paraba de tropezarse, no sabía ni lo que hacía. Vomitó por toda la entrada de mi casa y a la mañana siguiente vi a un pájaro comiéndoselo.
—¿Cómo fue?
—Nada, como que vino volando y empezó a picotear por un lado de...
—No —interrumpí—. ¿Cómo dijo Max que no?
Lauren me explicó cómo Marie se había acercado a él haciendo eses y había intentado darle un beso, pero él había apartado la cabeza, probablemente pensando en mí.
—O por eso o porque ella apestaba a vómito —terminó Lauren—. Fuera lo que fuese, yo creo que le gustas.
La depresión que tenía desde la fiesta mejoró un poco. Qué más daba que Aaron hubiera dicho lo que dijo. Su hermano estaba interesado en mí y yo tenía que mantenerlo así, que fue por lo que a última hora salí disparada de Francés y bajé los escalones a la carrera hasta la sala de Arte Dramático, donde sabía que Max tenía la última clase del día. Lo encontré saliendo del aula con la boca llena de patatas fritas. Le hice señas con la mano para llamar su atención y él me siguió a la vuelta de la esquina.
—¿Estás bien? —me preguntó.
—Fenomenal. Muy contenta. No de que haya vuelto a empezar el instituto. Sino ya sabes. De verte a ti.
Max sonrió abiertamente, sacudiéndose restos de patatas fritas de la barbilla.
—Yo también. Te eché de menos en la fiesta, Zo.
—Siento haber desaparecido. —Puse los dedos en su cinturón—. Justo cuando las cosas estaban empezando a ponerse interesantes... —Jugueteé con su hebilla—. Qué lástima que no encontráramos aquella habitación vacía... —Le tiré de la punta de la corbata sintiéndome inmune al peligro, cosa muy poco propia de mí—. Así que... ¿te apetece hacer algo esta semana al salir de clase? ¿Puedo ir a tu casa?
Max parpadeó sorprendido y habló en un tono como ahogado.
—Sí, de acuerdo. Si tú quieres...
—Quiero. ¿El miércoles?
—Los miércoles veo a mi padre. ¿Qué tal el jueves?
Me acordé de una cosa que Lauren me había dicho en noviembre: «Esa es una pendiente resbaladiza», pero, Stuart, allí estaba yo deseando tirarme por ella. Di un paso adelante para darle a Max un beso en la mejilla.
—Suena perfecto.
El jueves por la noche mi madre me llevó a casa de Lauren porque le dije que tenía que terminar el trabajo sobre los ríos.
—¿No os estáis eternizando un poco con eso?
—Largo es el Nilo —le dije tan campante, antes de bajarme del coche.
Pensándolo ahora, no me puedo creer la sangre fría que tuve de apartarme de la casa de Lauren en cuanto mi madre se alejó en su coche, cruzar en dos brincos el paso de cebra y salir pitando bajo el verde resplandor del dragón del restaurante chino de comida para llevar sin haberme puesto siquiera una media en la cabeza. No me interpretes mal, cuando estuve ante la puerta de la casa de Max me entró una duda que me oprimió el estómago. La puerta de casa de Aaron. Pero no fue suficiente para hacerme dar media vuelta. Aaron me había dicho que yo era libre de ver a quien quisiera. Me había dicho que me divirtiese con su hermano. Me recompuse y llamé dos veces con los nudillos en la madera.
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Nubes de Kétchup
Teen FictionHe hecho algo malo No solo un poco malo ni siquiera algo muy malo. Lo que he hecho es horrible. ¿Y sabes lo peor? Que nadie se ha enterado. Autora: Annabel Pitcher Esta novela NO es mía :)