«Incómodo»
«Raro»
«Extraño»A Mei se le podían ocurrir mil sinónimos para definir la situación que se desarrollaba ante sus ojos.
Su abuela, quién para ella siempre había sido una persona recta y amable a la vez, estaba acosando a un Sasori cada vez más asustado y avergonzado.
-¿De verdad que no quieres un poco más de miso? ¡Lleva las shiitake* más famosas y apreciadas de todo Japón!-decía mientras le intentaba embutir el cuenco humeante en la boca.
Sasori alargaba el cuello lo más alejado de aquella señora que sus cervicales le permitían; llevaba ya 4 raciones de miso y sentía que iba a reventar de un momento a otro. La sopa estaba deliciosa, pero a la tercera vez que repitió ya lo estaba haciendo por educación.
-De verdad que si pudiera comería más, pero entienda que mi estómago ya no tiene espacio para más.
-No, no, no. Un joven en tu edad debe comer 5 raciones en cada comida como mínimo. Así que....abre la boca querido.
Mei casi escupe el té que estaba tomando al ver a su abuela apuntando a un muy asustado Sasori con un trozo de tofu. El pobre se veía que lo estaba pasando mal, miraba a todos lados buscando un escape por donde evitar el resbaloso trozo blanco.
«No tienes escapatoria».
Cuando era pequeña su abuela hacía lo mismo con ella hasta que hace aún unos pocos años ideó una manera de rechazar el exceso de comida sin ofender a la mujer. Estuvo un rato viendo al pobre chico pelirrojo, que había empezado a sudar frío, farfullando excusas de las cuáles su abuela hacía caso omiso.
«Bueno ya sufrió bastante».
-Abuela, cuéntale la vez que....-no pudo acabar la frase ya que con las prisas de salvar al chico, tropezó con la pata de la mesa provocando que el contenido del cuenco resbalara por todo el pecho de éste.
Todo fue silencio entonces, quienes antes estaban inmersos en una acalorada charla ahora no apartaban los ojos de ella, su abuela con una mirada que le daban ganas de irse a dormir y no despertar más y Sasori con un alivio que no se podía medir.
-Mei, sigues tan despistada como siempre. ¡Estaba a punto de que aceptara!-le reprochó su abuela mientras el rojizo negaba enérgicamente detrás de la anciana.
Mei soltó, sin poder evitarlo, una leve risita.
-Lo siento, le llevaré a los baños como disculpa.-sin esperar a que respondiera, cogió del brazo al chico y se lo llevó de allí.
Con la urgencia de no recibir otra queja, o seta, más no se dieron cuenta de la pequeña sonrisa que adornaba los labios de la señora mientras recogía los platos.
«Otra vez esa sensación».
Mei seguía agarrando a Sasori mientras ese pensamiento aleteaba, sin darse cuenta que ya habían pasado por mucho el comedor. Cuándo se dió cuenta, lo soltó como si quemara, cosa que para ella era verdad.
-¡Lo siento! No pretendía sobarte, solo quería sacarte de ese apuro, se te veía mal. Aunque esa no era mi estrategia....-añadió en un susurro.
-¿Y cuál era tu estrategia entonces?-preguntó un divertido Sasori.
Mei levantó la vista antes baja para responderle, mala idea, por primera vez en lo que llevaban de camino se fijó en la gran mancha traslúcida que tenía la camiseta de éste, dejando entrever sus abdominales. Mei tragó saliva y sonrojada volvió a verlo a los ojos con miedo de que se hubiera dado cuenta del repaso a su cuerpo que acababa de hacer sin querer.
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Firefly Lights//Sasori au.
Random-¿Alguna vez te había dicho que me encantan las luciérnagas? -Más veces de las que podría recordar. -Pues lo volveré a decir, pero esta vez cambiaré algo. -¿Por qué? -Porque a partir de ahora verlas a tu lado es lo que más me gusta.