Capítulo 14

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Me desperté con el olor a café inundando mis fosas nasales.

Sonreí cómo una tonta y abrí los ojos de par en par.

— Buenos días, bella durmiente —dijo César con una sonrisa.

Me senté en la cama y él me tendió una taza.

— Buenos días a ti también —respondí dando un pequeño sorbo al café.

Luego miré al chico y vi que tenía el torso denudo. Era hipnótico mirarle.

— ¿Te gustan las vistas? —preguntó en un tono burlón.

— ¿Qué? —dije sonrojada.

«Mierda, me ha pillado mirándole como una idiota.»

— Anda, bebe el café —contestó riéndose tímidamente.

— Gracias por esto —le agradecí y di otro sorbito.

— No hay de qué. Ahora me tengo que ir a trabajar, así que quería hacer algo por ti antes de irme.

— Ya has hecho bastante —sonreí poniéndome a su lado.

— Tengo que ir a ver a Eva y después tengo una reunión, pero si quieres mañana por la noche te paso a buscar —me miró con ternura.

— De acuerdo —me acerque a él y le abracé cariñosamente.

Después salió de la habitación y yo me quedé embobada mirando la ventana hasta que escuché la puerta abrirse.

Cuando ya supe que no estaba en casa, fui a la cocina y tomé unas cuántas galletas.

Últimamente tenía un hambre terrible.

Luego cogí mi teléfono y marqué el número de América.

— ¿Sarah? —respondió con confusión.

— Aja, soy yo —dije sentándome en la pequeña isla que tenía en la cocina.

— ¡Qué ganas tenía de hablar contigo!

— ¿Qué tal por Canadá? —sonreí ante su entusiasmo.

— Pues Austin me ha llevado a conocer a su familia. Súper agradable, la verdad. También hemos visto lugares que puf...

— ¡América! —dije riéndome.

— ¿Qué? Todo hay que decirlo y Austin es muy bueno cuando se trata de relaciones sexuales —contestó riéndose sin vergüenza.

— No hace falta que me lo digas —puse los ojos en blanco.

— ¿Qué tal con César?

— Hoy se ha quedado a dormir.

— ¿Y qué tal la noche, guarrilla? —preguntó con ilusión.

— Dormimos en camas separadas, así que genial, he dormido como un bebé —respondí con sarcasmo.

A través de la otra línea se escucharon unos bufidos.

— ¿Es por Oliver, no? Tía, tienes que pasar página y olvidarte de él. Enrollate con César y disfruta —parecía mi hermana mayor.

— Ya te contaré qué tal va la cosa —puse los ojos en blanco y me levanté del asiento improvisado.

— Por cierto, no podré pasar la Navidad con vosotros. Austin me ha pedido que me quede y...

— América Mary no me puedes hacer eso —respondí disgustada.

Siempre pasábamos esas fiestas juntas y éste año no iba a ser la excepción.

— Lo sé, pero de verdad que lo siento un montón —contestó con voz de niña pequeña.— Tengo que colgar. ¡Te quiero!

— Espera, no... —y colgó dejándome con las palabras en la boca.

Dejé el teléfono sobre la mesa y suspire cansada. No tenía otra opción que asumir que ya nos estábamos haciendo mayores.

Sumida en mis pensamientos, me metí en el baño y me dí una ducha rápida. Luego me vestí con lo más cómodo que tenía en el armario y fui a revisar mi móvil.

Cuando lo desbloqueé, tenía dos mensajes de César. Quería que le comprase unas medicinas porque se estaba poniendo malo.

Aceptando, cogí el monedero y las llaves, y salí de casa.

Pero casi morí del susto al ver a Jackson en frente de mi puerta.

— ¡Mierda! Me has asustado —grité. Mi amigo sonrió y levantó ambas manos en señal de culpable.

— No quería asustarte.

— ¿Qué haces aquí? —pregunté confundida.

— Quería verte y se me ocurrió venir de visita —respondió.

— Pues justamente iba a ir al supermercado, pero me apetece estar contigo, así que te vienes —dije sin pensar. Él asintió y me cogió del brazo.

Por fin las cosas estaban volviendo a ser como antes.

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