Me desperté con el olor a café inundando mis fosas nasales.
Sonreí cómo una tonta y abrí los ojos de par en par.
— Buenos días, bella durmiente —dijo César con una sonrisa.
Me senté en la cama y él me tendió una taza.
— Buenos días a ti también —respondí dando un pequeño sorbo al café.
Luego miré al chico y vi que tenía el torso denudo. Era hipnótico mirarle.
— ¿Te gustan las vistas? —preguntó en un tono burlón.
— ¿Qué? —dije sonrojada.
«Mierda, me ha pillado mirándole como una idiota.»
— Anda, bebe el café —contestó riéndose tímidamente.
— Gracias por esto —le agradecí y di otro sorbito.
— No hay de qué. Ahora me tengo que ir a trabajar, así que quería hacer algo por ti antes de irme.
— Ya has hecho bastante —sonreí poniéndome a su lado.
— Tengo que ir a ver a Eva y después tengo una reunión, pero si quieres mañana por la noche te paso a buscar —me miró con ternura.
— De acuerdo —me acerque a él y le abracé cariñosamente.
Después salió de la habitación y yo me quedé embobada mirando la ventana hasta que escuché la puerta abrirse.
Cuando ya supe que no estaba en casa, fui a la cocina y tomé unas cuántas galletas.
Últimamente tenía un hambre terrible.
Luego cogí mi teléfono y marqué el número de América.
— ¿Sarah? —respondió con confusión.
— Aja, soy yo —dije sentándome en la pequeña isla que tenía en la cocina.
— ¡Qué ganas tenía de hablar contigo!
— ¿Qué tal por Canadá? —sonreí ante su entusiasmo.
— Pues Austin me ha llevado a conocer a su familia. Súper agradable, la verdad. También hemos visto lugares que puf...
— ¡América! —dije riéndome.
— ¿Qué? Todo hay que decirlo y Austin es muy bueno cuando se trata de relaciones sexuales —contestó riéndose sin vergüenza.
— No hace falta que me lo digas —puse los ojos en blanco.
— ¿Qué tal con César?
— Hoy se ha quedado a dormir.
— ¿Y qué tal la noche, guarrilla? —preguntó con ilusión.
— Dormimos en camas separadas, así que genial, he dormido como un bebé —respondí con sarcasmo.
A través de la otra línea se escucharon unos bufidos.
— ¿Es por Oliver, no? Tía, tienes que pasar página y olvidarte de él. Enrollate con César y disfruta —parecía mi hermana mayor.
— Ya te contaré qué tal va la cosa —puse los ojos en blanco y me levanté del asiento improvisado.
— Por cierto, no podré pasar la Navidad con vosotros. Austin me ha pedido que me quede y...
— América Mary no me puedes hacer eso —respondí disgustada.
Siempre pasábamos esas fiestas juntas y éste año no iba a ser la excepción.
— Lo sé, pero de verdad que lo siento un montón —contestó con voz de niña pequeña.— Tengo que colgar. ¡Te quiero!
— Espera, no... —y colgó dejándome con las palabras en la boca.
Dejé el teléfono sobre la mesa y suspire cansada. No tenía otra opción que asumir que ya nos estábamos haciendo mayores.
Sumida en mis pensamientos, me metí en el baño y me dí una ducha rápida. Luego me vestí con lo más cómodo que tenía en el armario y fui a revisar mi móvil.
Cuando lo desbloqueé, tenía dos mensajes de César. Quería que le comprase unas medicinas porque se estaba poniendo malo.
Aceptando, cogí el monedero y las llaves, y salí de casa.
Pero casi morí del susto al ver a Jackson en frente de mi puerta.
— ¡Mierda! Me has asustado —grité. Mi amigo sonrió y levantó ambas manos en señal de culpable.
— No quería asustarte.
— ¿Qué haces aquí? —pregunté confundida.
— Quería verte y se me ocurrió venir de visita —respondió.
— Pues justamente iba a ir al supermercado, pero me apetece estar contigo, así que te vienes —dije sin pensar. Él asintió y me cogió del brazo.
Por fin las cosas estaban volviendo a ser como antes.
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Mi Historia
Teen FictionTodo no es blanco o negro. A veces solo es un tono gris que sabe cómo manterse en el sitio correcto. Descubre la historia de Sarah White, una adolescente que proviene de una familia destruida y como su paso por la universidad le cambia la vida. Más...