Capítulo 20

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No sabía qué hacer ni a quién llamar para dar la inesperada noticia.

La puerta se abrió y entró América.

Estaba muy diferente, más adulta, más ella misma.

Cuando me vio, me dio un abrazo enorme y yo a ella. La había echado mucho de menos.

— ¡Cuantísimo te he echado de menos! —dijo emocionada. Yo sonreí falsamente y ella se dio cuenta.— ¿Qué pasa?

— Yo... Esto... Estoy embarazada —dije tímidamente y puse mis brazos alrededor de mi tripa.

— Vale, vamos a tranquilizarnos. ¿Estás segura de lo que dices? —preguntó intentando calmar el ambiente. Yo asentí y algunas lágrimas empezaron a recorrer mis mejillas. Ella me abrazó y me acuno. Se despegó y me miró
.— Espera, tengo algo que va a alegrar esa cara —volvió a la entrada para coger algo de la maleta.

— América, se ha ido —dije mientras que por mis mejillas caían más lágrimas.

Ella se giró y me miró fijamente.

— ¿Quién se ha ido?

— Oliver —caí al suelo y empecé a llorar desconsoladamente. América se agachó y me acarició el pelo.

— Todo estará bien, todo estará bien —me prometió.

No, nada iba a ir bien. Tenía dieciocho años, me había quedado embarazada y el padre de mi futuro hijo se iba al ejército.

Mi hermana entró en casa y contempló la escena. Hice contacto visual con Lauren y ella vino hacía mi.

— ¿Qué ha pasado? —preguntó. Luego me dio un cálido abrazo.

— Sarah está embarazada de Oliver que esté se ha ido.

— Oh mi hermanita, tendrás que llamarlo para darle la noticia —dijo ella sonriendo mientras que se le caían unas cuantas lágrimas. Yo la miré seria.— No irás a abortarlo, ¿verdad?

— No, no voy a hacerlo —y estaba segura de que no quería hacerlo ya que esa personita que se estaba cociendo dentro de mí sería mi bebé.

— Bien —Mare alzó sus pulgares y los paso por las bolsas que había debajo de mis ojos.— Hay que levantarse y aprender de esto. La parte buena es que tendré sobrinitos —dijo contenta. Las tres nos reímos.

— Voy a llamar a Oliver. Quiero decírselo —dije decidida.

Ellas asintieron y se metieron en la habitación para colocar el equipaje. Yo busqué el móvil y cuándo lo encontré, marqué el número.

— Esté móvil no está disponible —se escuchó al contestador. Colgué frustrada y lo intenté de nuevo.

Diez llamadas después, decidí llamar a Jackson.

— ¡Sarah! Me tenías preocupado. ¿Estás bien? —dijo con un tono alarmante. Yo sonreí y luego me reí.

— ¿Sabes dónde está Oliver? Necesito darle una noticia, es muy urgente.

— Vuelve a casa, han cancelado su vuelo y creo que se marcha mañana.

— Bien, estaré ahí en veinte minutos —afirmé y colgué.— ¡Chicas! —en seguida asomaron la cabeza. Cotillas.— Me voy a casa de Roy, vuelvo dentro de un rato.

Me metí en mi habitación y me puse lo primero que tenía fuera, que fue un jersey negro, unos pantalones vaqueros más unas botas. Salí y cogí mi abrigo.

***

En el coche pensé en qué le iba a decir y cómo le iba a dar la noticia, pero no sé me ocurrió nada.

Aparque en frente de la bonita casa.

Llamé al timbre y Samantha me abrió.

— ¡Hija! Me alegro mucho de verte.-dijo tan sonriente como siempre.

Pase adentro y me quité el abrigo. Apareció Jackson y me miró fijamente.

— Está arriba, pero no hagas nada que lo joda todo —pidió. Yo asentí y subí despacio las escaleras. Me paré en frente de su puerta, respiré hondo, muy hondo. Pero una voz se escuchó.

— Vale, joder. Pero me tienes que esperar en el aeropuerto mañana, sino no lo vamos a poder coger y más si queremos irnos juntos —contestó frustrado. Me separé un poco de la puerta y miré hacia otro lado. Mis ojos se volvieron llorosos, pero en seguida me restregué con la manga. Está vez no iba a llorar. Miré una última vez la puerta, puse mi mano una última vez en ella y bajé a abajo. Samantha me miró con esperanza, pero negué con la cabeza. Un portazo se escuchó desde arriba.— ¡Jackson! Necesito que traigas... —empezó a bajar las escaleras, pero se quedó a la mitad cuando me vio.— ¿Qué haces aquí?

Me giré y lo vi. Él era el futuro padre de mi bebé. Su pelo castaño y revuelto, esos ojazos y ese cuerpo tan trabajado habían formado a mi hijo.

— He venido a hablar contigo —respondí con voz temblorosa. Él me miró con el ceño fruncido.

— Yo no quiero hablar contigo —negó con la cabeza.

Acabó de bajar la escalera y me esquivó. Se iba a meter en la cocina, cuando le agarré del brazo.

— Estoy embarazada de ti. Yo no quería que pasase así, pero ha ocurrido y yo quiero hablar el asunto contigo porque necesito saber si mi bebé va a contar con un padre que lo cuide —empezaron a salirme lágrimas. Jackson se metió en el salón para darnos privacidad y Samantha se quedó conmigo para apoyarme emocionalmente. Oliver respiraba agitadamente. Le solté el brazo y respiré hondo.— Si no quieres saber nada de él, no te voy a culpar. Somos jóvenes y tú querrás seguir con tus cosas, pero no me gustaría que al cabo de unos años vinieses intentando ejercer tú derecho de padre.

— ¿Desde cuándo lo sabes? —me preguntó.

— Está mañana, estoy de tres semanas y media, justo cuando pasó —contesté tocándome la barriga que aún no había crecido ni un poquito. Él se dio la vuelta y me miró fijamente.— Yo, bueno, si tú no quieres tenerlo, lo tendré yo por mi cuenta. Con César o yo sola, una madre soltera —él seguía callado, mirándome a mí y eso me ponía nerviosa.

— Oliver —Samantha llamó su atención y en seguida llevó su mirada a la de su madrastra.— Tienes que pensar que hacer, cariño. ¿Te acuerdas lo que te dije aquella noche? —él asintió despacio.— Bien, pues es hora de que lo valores.

— Somos muy jóvenes para tener un hijo —dijo bajando la mirada.

— Lo entiendo perfectamente, sólo quería hacértelo saber —respondí con una grieta más en mi corazón. Tenía la esperanza de que me dijera que quería tenerlo conmigo o solo cuidarlo cuando pudiese. Pero esto no me lo esperaba. Me di la vuelta para coger el abrigo del perchero.

— Pero yo quiero tenerlo —dijo alto y claro. Mis ojos se abrieron cómo platos al escuchar eso.— Y más si tú eres la madre. Te quiero y quiero a mi bebé. No importa cómo éste la situación entre nosotros, solo sé que a pesar de todo, una cosa nos unirá y es la cosita que llevas dentro, Sarah —me di la vuelta y me llevé las manos a la boca.— Ten por seguro que os cuidaré a los dos, más que a mi vida.— se acercó a mí y me plantó un dulce beso en los labios. Yo se lo devolví y ahí es cuando sentí que por fin había llegado nuestro momento.

— ¡Jackson! —gritó Samantha. Él chico entró corriendo.— ¡Voy a ser abuela y tu tío! —dijo emocionada. Yo sonreí al ver esa escena. Oliver se rió y luego me volvió a abrazar.

— Entonces, ¿cómo lo vais a hacer? —preguntó Jackson. Nosotros le miramos extrañados.— Si vais a tener un bebé y vais a empezar una relación, tendréis que vivir juntos, ¿no?

Mierda. Tenía razón, tendríamos que vivir juntos.

— Cierto Jackson. Te vendrás a vivir aquí mientras que buscamos un piso —contestó Oliver.

— Así mi hermana se podrá quedar en mi apartamento con América —me pareció una buena idea. Mientras que yo me quedaba aquí, América podría cuidar de mi hermana.

Todo saldría realmente bien.

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