Mi nariz estaba roja como un tomate. Tenía pañuelos por todas partes y de vez en cuando estornudaba asquerosamente.
Quedaban dos días para Nochevieja y yo había decidido ponerme mala.
Aquella tarde, cuando salí en busca de Oliver, se puso a llover y me mojé entera. Estuve horas buscándole y no conseguí encontrarle. Llamé a Jackson y él me dijo que estaba en casa, que no quería volver a saber nada de mí. Ese día, algo dentro de mí se rompió.
— ¡Lauren! —gruñí desde mi habitación.
Ella apareció en la puerta.
— ¿Qué pasa?
— Hoy viene América. Tenía que recogerla yo, pero como ya sabes estoy mala.
— Ya voy yo a recogerla, pero preocura ponerte bien antes de Nochevieja, no quiero llevarte en una silla de ruedas a la discoteca —dijo partiéndose de risa. Yo la miré y refunfuñe.
— Eres muy chistosa, hermana. Mare llega en dos horas —dije sacando una sonrisa burlona.
— ¡Me lo podías haber dicho antes! Si necesitas algo, llámame —salió de mi cuarto y luego se oyó un pequeño portazo.
Me giré hacia la ventana.
Vi como los pequeños copos de nieve caían sin cesar sobre mi ventana. Era precioso.
Cerré los ojos.
Mis pensamientos me llevaron directamente al día en el que le conocí. Mi primer día de universidad. Él tan egocéntrico como siempre. Realmente no se esperaba que yo fuera a aceptar esa invitación a la fiesta.
De mis ojos empezaron a salir pequeñas lágrimas. Puse mis brazos en los costados y suspire varias veces. Me mordí el carrete para evitar más lágrimas, pero no funcionó. Hundí mi cara en la almohada y cerré los ojos, apretándolos para que así parasen las lágrimas. Al instante dejaron de salir. Me restregué la manga por los ojos y me senté en la cama.
Sonó el timbre y como pude me levanté.
Arrastre mis pies hasta la entrada y abrí la puerta. Un cálido abrazo me lleno.
— Te he echado muchísimo de menos... —susurró a mi oído.
— Solo han pasado tres días, César.
— Lo sé, pero cuando me dijiste que necesitabas tiempo, algo en mí se marchitó.
— César... —dije mirándole fijamente mientras que mis ojos se cristalizaban.
— Si necesitas la más mínima cosa, por favor llámame. Solo venía a ver si estabas bien y a decirte que cuando estés lista, el anillo y Eva te están esperando —dijo muy serio. Yo me mordí el labio.
— ¡Anda, vete! Al final me pongo peor y todo —dije mientras que los dos nos reíamos.
Cerré la puerta y me apoye en ella.
Desde aquel día solo necesitaba pensar y la única forma era no estando con nadie. Era lo mejor y más sano para todos.
Decidí darme una rápida ducha.
Cuando me seque, encendí el secador para no ponerme peor.
Mi móvil sonó y resonó una y otra vez. Dejé el secador enchufado y corrí hasta él.
— Hola Jackson —respondí.
Volví al baño y espere su respuesta.
— Hola Sarah, ¿qué tal éstas?
— Resfriada, pero mejor. ¿Y tú? —pregunté mientras que desenchufaba el aparato y lo dejaba en el lavabo.
— Necesitamos vernos. Ahora —dijo con firmeza.
— Ahora no puedo, pero mañana a lo mejor tengo un hueco —contesté con nervios.
— Es urgente, Sarah. ¿En serio que ahora no puedes? —me rogó. Algo estaba pasando y era grave.
— ¿Qué pasa Jackson? —dije angustiada.
— Sarah, debes entender que yo he intentado que entre en razón, pero...
— ¡Jackson! —exclamé.
— Oliver ha decidido irse ya al ejército, hoy mismo —mi mundo se paralizó. Miles de imágenes pasaban por mi cabeza, una tras otra. Un golpe resonó por el cuarto. Era mi móvil que había caído al suelo. Despacio, bajé y lo recogí. Luego me lo puse otra vez en la oreja.— ¿Sarah? ¿Estás bien? —yo no sabía que decir.— Voy para allá.
— Estoy bien —salieron de mi boca antes de que me diera tiempo a recapacitar sobre lo que acababa de decir.
— No te creo. Salgo en cinco minutos y en un cuarto de hora estoy en tú casa —dijo nervioso.
— Es en serio que estoy bien. Hablamos luego —contesté y colgué.
Me quedé quieta, pensando que era mentira, que sólo era un juego.
De repente unas náuseas empezaron a reproducirse por mi estómago.
Corriendo, me agache y eché todo lo que había desayunado más la cena de anoche.
Me limpié la boca con papel, pero no sirvió de mucho ya que volví a devolver.
De nuevo, me volví a tumbar en mi cama. Me arrope y giré la cabeza hacia la ventana dónde seguían cayendo copos de nieve.
Empecé a pensar en todo lo ocurrido con él: la cita, cuándo hicimos el amor, cuándo...
«Un minuto.»
Hace un mes de eso y ni si quiera me había dado cuenta de que no había tenido el período. Mierda, se me ha retrasado. Y ahora las náuseas.
¿Podría estar embarazada? No, era imposible.
Me volví a levantar y me acerqué a la habitación de América que era dónde se quedaba mi hermana a dormir.
Rebusque en sus cosas y encontré un test de embarazo.
Leí y releí las instrucciones. Luego me metí en el baño e hice lo que ponía. Después dejé el test en el lavabo y tuve que esperar veinte minutos. Mientras tanto, daba vueltas por el salón, nerviosa por lo que pudiera pasar.
Diez minutos. Ya estaba.
Con lentitud me metí en el baño y cogí el aparato. Lo observé y suspire. Había dado positivo, pero a lo mejor era una falso positivo, así que volví a coger otro y lo repetí una segunda vez.
Cuatro veces lo repetí.
Tres positivas y una negativa.
Estaba embarazada y de tres semanas y media.
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Mi Historia
Teen FictionTodo no es blanco o negro. A veces solo es un tono gris que sabe cómo manterse en el sitio correcto. Descubre la historia de Sarah White, una adolescente que proviene de una familia destruida y como su paso por la universidad le cambia la vida. Más...