Mientras que llamaba a Mare, miraba el anillo que llevaba puesto. El diamante era precioso.
— ¿Diga? —se escuchó en la otra línea.
— ¡Mare! —grité. Estaba emocionada, tenía que reconocerlo.
— ¿Qué pasa? ¿Por qué gritas?
— ¡César me ha dado un anillo de compromiso! —volví a gritar. Eva me miró, ya que se encontraba en el sofá cantando, y sonrió.
Era el día siguiente a Navidad y hoy se iban con el amigo de César, Andrew.
— ¡¿Qué?! —gritó sorprendida.
Iba a ser una llamada telefónica de gritos.
— ¡Lo qué has escuchado! —dije temerosa.
—¡Guau! —pegó el segundo chillido.— ¡Qué alegría! Seré la dama de honor y luego tía.
— Alto ahí, nadie ha hablado de bebés —fruncí el ceño.
— Eso es lo que dices tú, pero seguro que el tío bueno que te ha pedido matrimonio hace buenos nilos —dijo partiéndose de risa.
— ¡América! —le regañé. Ella no lo entendía. Apareció Cesar en el salón y me cogió por la cintura.— Espera un minuto —dejé el móvil en la encimera y puse mis brazos alrededor de la nuca del chico. Me acerqué a él y le di un casto beso. Él me lo devolvió y luego me abrazó.
— Te quiero, nos vemos mañana —le sonreí y se dirigió hacía Eva. La cogió en brazos y salieron del apartamento. Volví a coger mi móvil.
— Entonces, ¿es en serio que te ha regalado un anillo de compromiso? —preguntó mi mejor amiga.
— Sí, aunque no voy a dar el paso hasta que este preparada.
— ¡No puede ser! ¡Os tenéis que casar ya! —gritó frustrada.
— No sé, Mare. Acabo de cumplir dieciocho años, soy muy joven.
— Ya, pero no puedes desperdiciar una cosa así. Por cierto, ¿qué tal está Lauren?
¿Cómo que no podía desperdiciar una cosa así?
— Está emocionada, aunque los cambios de humor los lleva fatal —me empecé a reír y ella también.
— Pues me alegro mucho. Bueno chica, me tengo que ir. Hablamos mañana —me mandó un beso y luego colgó.
Mi hermana salió del baño. Llevaba puesto un vestido azul corto y unas botas negras de tacón.
— ¡Guau! Está mujer es la envidia de muchas —hice cómo si estuviera anunciando la mejor noticia de la historia. Mi hermana se echó a reír y yo también.
— No llegaré muy tarde, estaré en una fiesta para mi bebé —dijo acariciándose la tripa que estaba un poquito abultada.— ¡Mis amigas lo han preparado todo!
— Pero, ¿han venido hasta aquí?
— ¡Sí! ¿Te lo puedes creer? —preguntó.
Después cogió su bolso y salió del apartamento.
***
Más tarde, tras darme un largo baño de una hora y media, me puse el pijama y me seque el pelo.
Hoy ya no tenía planeado salir y además estaba muy cansada. Tenía que ponerme a repasar biología, ya que era en la materia que más floja iba.
Me bebí un vaso de zumo de naranja y lo dejé en el fregadero. Iba a fregarlo, cuándo alguien llamó al timbre.
«¿Quién sería?» pensé.
Cogí el picaporte y lo giré. Mis ojos se abrieron como platos al sentir que me iba para atrás y me estampaba contra la pared.
— Te amo, Sarah —dijo con voz rasgada.
Tenía los ojos hinchados y rojos. Había llorado.
— Oliver... —me mordí el carrete para aguantar las ganas de llorar.
— Solo quería escucharte decir que no me fuera, pero siempre piensas en los demás antes que en ti —dijo muy despacio. Le miré. Era tan guapo y atractivo. Su pelo alborotado era muy gracioso. Me empecé a reír.— ¿Por qué te ríes?
Cerré los ojos y junte mis labios con los suyos. Él empezó a mover los labios muy sensualmente y eso me provocó un escalofrío. Me cogió y me subió a su cintura. Se dirigió al sofá y allí nos tumbamos.
— Me tienes que escuchar... —él me puso un dedo en la boca e hizo que me callase.
— Solo quiero disfrutar de ti ahora —enterró su cara en mi cuello y empezó a besarlo. Cerré los ojos y un sentimiento de culpabilidad se apoderó de mí. No le podía hacer esto, él no se merecía esto.
— Oliver, me tienes que escuchar —dije con la voz quebrada. Algunas lágrimas me empezaron a salir. Levantó la cabeza y me miró confundido.
— ¿Qué te pasa?
— Me han regalado un anillo de compromiso —él se puso en pie y cerró los ojos. Me senté en el sillón y me tapé la cara.
— ¿Quién? —preguntó secamente. Le miré mordiéndome el labio.— No me digas que él —dijo alzando la voz.
— Escúchame, por favor —me levanté y me fui acercando a Oliver, pero él puso una mano para dejar distancias entre ambos.
— ¡Le conoces desde hace menos de un mes, joder! —se puso a llorar.— ¿Y qué hago yo? ¿Me quedó sentado viendo cómo te casas con ese tío?
— ¡No me voy a casar con él! —dije mirándolo a los ojos.— Estoy muy confundida Oliver, compréndeme.
Se dirigió a la puerta y de repente, se frenó en seco.
— No puedo comprenderte, lo siento —abrió la puerta y después de salir del piso, cerró de un portazo.
Joder, joder, joder. Él no, él no podía irse de mi vida. No ahora.
Cogí mi móvil y marqué corriendo el teléfono.
— ¿Diga?
— ¡Jackson! Si ves a Oliver, por favor dile que me llame. Es urgente —dije con un tono de desesperación.
— ¿Qué ha pasado? —preguntó con preocupación.
— Ya te lo explicaré, es importante que le digas eso.
— Vale, se lo diré —dijo dándome su palabra y colgó.
Me metí en mi habitación y me vestí con lo primero que pillé.
Tenía que encontrarlo. No podía perderlo.
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Mi Historia
Teen FictionTodo no es blanco o negro. A veces solo es un tono gris que sabe cómo manterse en el sitio correcto. Descubre la historia de Sarah White, una adolescente que proviene de una familia destruida y como su paso por la universidad le cambia la vida. Más...