Capítulo 18

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Mientras que llamaba a Mare, miraba el anillo que llevaba puesto. El diamante era precioso.

— ¿Diga? —se escuchó en la otra línea.

— ¡Mare! —grité. Estaba emocionada, tenía que reconocerlo.

— ¿Qué pasa? ¿Por qué gritas?

— ¡César me ha dado un anillo de compromiso! —volví a gritar. Eva me miró, ya que se encontraba en el sofá cantando, y sonrió.

Era el día siguiente a Navidad y hoy se iban con el amigo de César, Andrew.

— ¡¿Qué?! —gritó sorprendida.

Iba a ser una llamada telefónica de gritos.

— ¡Lo qué has escuchado! —dije temerosa.

—¡Guau! —pegó el segundo chillido.— ¡Qué alegría! Seré la dama de honor y luego tía.

— Alto ahí, nadie ha hablado de bebés —fruncí el ceño.

— Eso es lo que dices tú, pero seguro que el tío bueno que te ha pedido matrimonio hace buenos nilos —dijo partiéndose de risa.

— ¡América! —le regañé. Ella no lo entendía. Apareció Cesar en el salón y me cogió por la cintura.— Espera un minuto —dejé el móvil en la encimera y puse mis brazos alrededor de la nuca del chico. Me acerqué a él y le di un casto beso. Él me lo devolvió y luego me abrazó.

— Te quiero, nos vemos mañana —le sonreí y se dirigió hacía Eva. La cogió en brazos y salieron del apartamento. Volví a coger mi móvil.

— Entonces, ¿es en serio que te ha regalado un anillo de compromiso? —preguntó mi mejor amiga.

— Sí, aunque no voy a dar el paso hasta que este preparada.

— ¡No puede ser! ¡Os tenéis que casar ya! —gritó frustrada.

— No sé, Mare. Acabo de cumplir dieciocho años, soy muy joven.

— Ya, pero no puedes desperdiciar una cosa así. Por cierto, ¿qué tal está Lauren?

¿Cómo que no podía desperdiciar una cosa así?

— Está emocionada, aunque los cambios de humor los lleva fatal —me empecé a reír y ella también.

— Pues me alegro mucho. Bueno chica, me tengo que ir. Hablamos mañana —me mandó un beso y luego colgó.

Mi hermana salió del baño. Llevaba puesto un vestido azul corto y unas botas negras de tacón.

— ¡Guau! Está mujer es la envidia de muchas —hice cómo si estuviera anunciando la mejor noticia de la historia. Mi hermana se echó a reír y yo también.

— No llegaré muy tarde, estaré en una fiesta para mi bebé —dijo acariciándose la tripa que estaba un poquito abultada.— ¡Mis amigas lo han preparado todo!

— Pero, ¿han venido hasta aquí?

— ¡Sí! ¿Te lo puedes creer? —preguntó.

Después cogió su bolso y salió del apartamento.

***

Más tarde, tras darme un largo baño de una hora y media, me puse el pijama y me seque el pelo.

Hoy ya no tenía planeado salir y además estaba muy cansada. Tenía que ponerme a repasar biología, ya que era en la materia que más floja iba.

Me bebí un vaso de zumo de naranja y lo dejé en el fregadero. Iba a fregarlo, cuándo alguien llamó al timbre.

«¿Quién sería?» pensé.

Cogí el picaporte y lo giré. Mis ojos se abrieron como platos al sentir que me iba para atrás y me estampaba contra la pared.

— Te amo, Sarah —dijo con voz rasgada.

Tenía los ojos hinchados y rojos. Había llorado.

— Oliver... —me mordí el carrete para aguantar las ganas de llorar.

— Solo quería escucharte decir que no me fuera, pero siempre piensas en los demás antes que en ti —dijo muy despacio. Le miré. Era tan guapo y atractivo. Su pelo alborotado era muy gracioso. Me empecé a reír.— ¿Por qué te ríes?

Cerré los ojos y junte mis labios con los suyos. Él empezó a mover los labios muy sensualmente y eso me provocó un escalofrío. Me cogió y me subió a su cintura. Se dirigió al sofá y allí nos tumbamos.

— Me tienes que escuchar... —él me puso un dedo en la boca e hizo que me callase.

— Solo quiero disfrutar de ti ahora —enterró su cara en mi cuello y empezó a besarlo. Cerré los ojos y un sentimiento de culpabilidad se apoderó de mí. No le podía hacer esto, él no se merecía esto.

— Oliver, me tienes que escuchar —dije con la voz quebrada. Algunas lágrimas me empezaron a salir. Levantó la cabeza y me miró confundido.

— ¿Qué te pasa?

— Me han regalado un anillo de compromiso —él se puso en pie y cerró los ojos. Me senté en el sillón y me tapé la cara.

— ¿Quién? —preguntó secamente. Le miré mordiéndome el labio.— No me digas que él —dijo alzando la voz.

— Escúchame, por favor —me levanté y me fui acercando a Oliver, pero él puso una mano para dejar distancias entre ambos.

— ¡Le conoces desde hace menos de un mes, joder! —se puso a llorar.— ¿Y qué hago yo? ¿Me quedó sentado viendo cómo te casas con ese tío?

— ¡No me voy a casar con él! —dije mirándolo a los ojos.— Estoy muy confundida Oliver, compréndeme.

Se dirigió a la puerta y de repente, se frenó en seco.

— No puedo comprenderte, lo siento —abrió la puerta y después de salir del piso, cerró de un portazo.

Joder, joder, joder. Él no, él no podía irse de mi vida. No ahora.

Cogí mi móvil y marqué corriendo el teléfono.

— ¿Diga?

— ¡Jackson! Si ves a Oliver, por favor dile que me llame. Es urgente —dije con un tono de desesperación.

— ¿Qué ha pasado? —preguntó con preocupación.

— Ya te lo explicaré, es importante que le digas eso.

— Vale, se lo diré —dijo dándome su palabra y colgó.

Me metí en mi habitación y me vestí con lo primero que pillé.

Tenía que encontrarlo. No podía perderlo.

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