Capítulo 15

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— Entonces, ¿sales con el empresario? —preguntó Jackson.

Después de comprar las medicinas, fuimos a tomar un chocolate caliente.

Más tarde, ya volvíamos por mi calle.

— No exactamente —respondí.

— ¿Y por qué Oliver cree que sí?

— Porque realmente quería intentarlo, pero he visto que no puedo y ahora no sé qué hacer.

— ¿Te doy un consejo? —ambos nos paramos en mitad de la acera y le miré atenta.

— Me vendría genial.

— Haz lo que te diga el corazón —dijo señalando mi parte izquierda del pecho.

— Eso es lo que intento.

— Y yo sé que lo intentarás aún más. Ahora me tengo que ir, pero si quieres podemos quedar un día de estos.

Estiró los brazos hacia mí y yo me envolví en ellos.

Se sentía un abrazo cálido, de eso que curan cualquier herida.

— Gracias por escucharme, Jackson. Pásalo genial.

Se apartó de mí y me echó una última mirada.

Sonreí y me devolvió la sonrisa. Luego me quedé observando cómo se iba por su camino.

Jackson era un gran amigo. En los tres meses que llevaba conociéndolo, había estado ahí para mí siempre que lo necesitaba y yo estaba eternamente agradecida.

Sacándome de mis pensamientos, empezaron a caerme gotas de lluvia. Intentado taparme con la chaqueta que llevaba, corrí hasta casa.

Cuando llegué a mi piso, dejé la bolsa del supermercado en la entrada.

Después fui hasta mi habitación y me cambié de ropa ya que me había empapado entera.

Me senté en la cama y miré a mi alrededor.

No tenía nada qué hacer, estaba de vacaciones.

Pero de repente, se me ocurrió: tenía que decorar la casa por Navidad.

Ya se acercaba y en mi casa no había ni pizca de ambiente.

De debajo de la cama, saqué una caja. La abrí con cuidado y miré que no faltaba nada. Luego la lleve al salón y cogí las decoraciones de Navidad.

Por las estanterías, puse unas cintas de color rojo y oro. En los picaportes de las puertas puse unas bolas verdes y después saqué el muérdago, que esté lo puse debajo de la puerta principal.

«No necesitamos más.» pensé viendo que no había quedado tan mal.

Entonces, mi teléfono móvil empezó a resonar.

— ¿Diga? —pregunté atendiendo la llamada.

— Mi amor —contestó mi madre con voz débil.

— Mamá, ¿qué tal?

— A veces tengo malos momentos, pero estoy mejorando —note la embriaguez en su voz.

— ¿Sigues con el trabajo? —pregunté deseando que su respuesta fuese diferente está vez.

— Es para poder mantenerme.

— ¡Y una mierda mamá! —solté con un par de lágrimas en los ojos.

— Te llamaba para decirte que Ben va a trasladar el negocio.

— ¿A dónde?

— Croacia —respondió secamente.

— ¡¿Croacia?! —dije horrorizada.

— Es por mí bien, hija.

— ¿Y por el bien de tus hijas? El de Lauren y el mío no importa, ¿verdad?

— Sarah...

Empecé a pensar con claridad y era hora de poner las cartas sobre la mesa.

— No, basta. Sé que no os hemos importado nunca, pero si vas a irte tan lejos, no vuelvas a dirigirme la palabra —respiré hondo.

— Muy bien Sarah, es lo que has querido tú. Hasta nunca.

— Adiós —y colgué de malas maneras.

Con lágrimas en los ojos y un pequeño temblor en el cuerpo, le mandé un mensaje a mi hermana Lauren. Ahora mismo la necesitaba más que nunca.

“Necesito que me llames lo antes posible.” de Sarah a las 18:31.

Después de dejar el móvil en la mesa, empecé a darle vueltas a todo.

Todo me venía a la mente, pero sobre todo Oliver. Él nunca dejaba mis pensamientos.

Pensé en lo que Jackson me había dicho horas atrás.

Volví a coger el móvil y marqué el número correcto.

Varios pitidos y no lo coge.

— Dejé su mensaje después de la señal —y luego de un segundo, se escucha un pitido.

— Hola, soy yo —contuve el sollozo.— Quería pedirte perdón por haberte puesto en la incertidumbre. Tú no tienes la culpa de nada. Quiero decirte que me gustas, sí, me gustas e incluso creo haberme enamorado de ti, pero necesitamos tiempo para aclarar nuestras alocadas mentes y ver lo que realmente nos beneficia a ambos —respiré hondo.— No pretendo que me llames después de escuchar el mensaje, pero quiero hacerte ver el porqué de estar así y de esta manera. Te quiero.

Colgué y solté todo el aire que estaba conteniendo. Era más difícil de lo que creía.

De repente me llegó un mensaje.

“No puedo llamarte, estoy en una reunión. ¿Qué pasa?” de Lauren White a las 18:56.

Le envíe la respuesta en seguida.

“¿Te ha llamado mamá?” de Sarah a las 18:57.

Dos mensajes nuevos llegaron muy rápido.

“No me ha llamado.” de Lauren White a las 18:57.

“¿Ha pasado algo grave?” de Lauren White a las 18:58.

¿Ahora cómo se lo explicaba yo a mi hermana mayor?

“Mamá nos ha dejado. Se va a ir del país y le he dejado muy claro que si lo hace, no quiero tener noticias de ella.” de Sarah a las 18:59.

“¿Qué dices? ¿Está loca?” de Lauren White a las 19:00.

“No, solo está enferma y no podemos ayudarla. Es hora de olvidarla.” de Sarah a las 19:01.

Apagué el móvil y me tumbe en el sillón.

Era hora de olvidarse del mundo por unos minutos.

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