XVI

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XVI

778

Cuando el viejo cayó enfermo,

Viendo yo que se empioraba

Y que esperanza no daba

De mejorarse siquiera,

Le truje una culandrera

A ver si lo mejoraba.

779

En cuanto lo vió, me dijo:

"Este no aguanta el sogazo:

Muy poco le doy de plazo;

Nos van ha dar un epetáculo,

Porque debajo del brazo

Le ha salido un tabernáculo."

780

Dice el refrán que en la tropa

Nunca falta un güey corneta:

Uno que estaba en la puerta

Le pegó el grito ahi no más:

"Tabernáculo,... !que bruto!

Un tubérculo dirás."

781

Al verse ansí interrumpido,

Al punto dijo el cantor:

"No me parece ocasión

De meterse los de ajuera;

Tabernáculo, senor,

Le decía la culandrera."

782

El de ajuera repitió,

Dándole otro chaguarazo:

"Allá va un nuevo bolazo

Copo y se la gano en puerta

A las mujeres que curan

Se las llama curanderas."

783

No es güeno -dijo el cantor-

Muchas manos en un plato

Y diré al que ese barato 

Ha tomao de entrometido,

Que no creia haber venido

A hablar entre literatos.

784

Y para seguir contando

La historia de mi tutor,

Le pediré a ese dotor

Que en mi inorancia me deje,

Pues siempre encuentra el que teje

Otro mejor tejedor.

785

Seguía enfermo, como digo,

Cada vez más emperrao;

Yo estaba ya acobardao

Y lo espiaba dende lejos;

Era la boca del viejo

La boca de un condenao.

786

Allá pasamos los dos

Noches terribles de invierno:

El maldecía al Padre Eterno

Como a los Santos benditos,

Pidiendolé al diablo a gritos

Que lo llevara al infierno.

787

Debe ser grande la culpa

Que a tal punto mortifica;

Cuando vía una reliquia

Se ponía como azogado,

Como si a un endemoniado

Le echaran agua bendita.

788

Nunca me le puse a tiro,

Pues era de mala entraña;

Y viendo herejía tamaña,

Si alguna cosa le daba,

De lejos se la alcanzaba

En la punta de una caña.

789

"Será mejor", decía yo,

"Que abandonado lo deje,

Que blasfeme y que se queje,

Y que siga de esta suerte,

Hasta que venga la muerte

Y cargue con este hereje."

790

Cuando ya no pudo hablar

Le até en la mano un cencerro,

Y al ver cercano su entierro,

Arañando las paredes,

espiró allí entre los perros

Y este servidor de ustedes.


La vuelta de Martin FierroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora