XVIII

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816

Se largaron, como he dicho,

A disponer el entierro;

Cuando me acuerdo me aterro:

Me puse a llorar a gritos

Al verme allí tan solito

Con el finao y los perros.

817

Me saqué el escapulario,

Se lo colgué al pecador,

Y como hay en el señor

Misericordia infinita,

Rogué por la alma bendita

Del que antes jué mi tutor.

818

No se calmaba mi duelo

De verme tan solitario;

Ahí le champurrié un rosario

Como si juera mi padre,

besando el escapulario

Que me había puesto mi madre.

819

"Madre mía", gritaba yo,

"Donde estarás padeciendo?

El llanto que estoy virtiendo

Lo redamarías por mí,

Si vieras a tu hijo aquí

Todo lo que esta sufriendo."820

Y mientras ansí clamaba

Sin poderme consolar,

Los perros, para aumentar

Mas mi miedo y mi tormento,

En aquel mesmo momento

Se pusieron a llorar.

821

Libre Dios a los presentes

De que sufran otro tanto;

Con el muerto y esos llantos

Les juro que faltó poco

Para que me vuelva loco

En medio de tanto espanto.

822

Decían entonces las viejas,

Como que eran sabedoras,

Que los perros cuando lloran

Es porque ven al demonio;

Yo creia en el testimonio

Como cré siempre el que inora.

823

Ahi dejé que los ratones

Comieran el guasquerío

Y como anda a su albedrío

Todo el que güerfano queda,

Alzando lo que era mío

Abandoné aquella cueva.

. . . . . . . . . . . . . . . . . . .

824

Supe después que esa tarde

Vino un pión y lo enterró;

Ninguno lo acompañó

Ni lo velaron siquiera;

Y al otro día amaneció

Con una mano dejuera.

825

Y me ha contao además

El gaucho que hizo el entierro

-Al recordarlo me aterro,

Me da pavor este asunto

Que la mano del dijunto

Se la había comido un perro.

826

Tal vez yo tuve la culpa

Porque de asustao me fuí;

Supe, despues que volví,

Y asigurárselos puedo,

Que los vecinos, de miedo,

No pasaban por allí.

827

Hizo del rancho guarida

La sabandija mas sucia

-El cuerpo se despeluza

Y hasta la razón se altera-;

Pasaba la noche entera

Chillando allí una lechuza.

828

Por mucho tiempo no pude

Saber lo que me pasaba;

Los trapitos con que andaba

Eran puras hojarascas;

Todas las noches soñaba

Con viejos, perros y guascas.


La vuelta de Martin FierroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora