Baño con espuma y café calentito.

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Jose se quedó profundamente dormido sobre las tres de la mañana. Pero yo no lo conseguía, mis pensamientos estaban dándome una guerra que no podía ganar.

<<¿Me querrá de verdad? ¿Se arrepentirá mañana de haber compartido su cama conmigo? ¿Será mejor su vida conmigo, o sin mí?>> Cada pensamiento me dolía más que el anterior. Mi respiración era entrecortada, mis labios estaban hinchados de las horas que pasé besándole y mi mente era un torbellino. Me quité las tres sábanas que tenía cubriéndome, hacía frío, pero me agobiaban. Miré a Jose y vi su boca abierta en forma de O y sus brazos debajo de la almohada. Las sábanas le cubrían hasta la cintura y podía ver su preciosa espalda musculosa. Le cubrí hasta los hombros porque de vez en cuando, tiritaba un poco.

<<Tal vez, con suerte, las estrellas se alineen juntos a los planetas. Tal vez un día la lluvia pertenecerá a un día alegre. Tal vez un día el frío no los calará y el calor no nos hará sudar. Tal vez un día todo vaya bien. Tal vez esto funcione, Jose. Sólo tal vez. Y me aferraré a ello.>>

-Tal vez Jose, tal vez. -Le susurré a el oído, lo que provocó que se moviese, aun dormido y dijese algo que no conseguí entender.-

Sonreí. Me levanté, recogí la camiseta de Jose del suelo de mármol y me la puse. Olía tanto a él, que casi podía sentir que su olor me abrazaba y me llevaba junto a él. Salí de la habitación de puntillas, y intenté buscar el cuarto de baño. Abrí la habitación que daba justo al final del pasillo convencida que allí estaba, pero no. Era un dormitorio, las paredes eran todas blancas menos una rosa, los muebles eran blancos lo que lograban un gran contraste, y una chica rubia como el oro se me quedó mirando con su móvil enfocándole parte del cuello, y yo me quedé blanca. El miedo me paralizaba, pero a ella no. Empezó a chillar y yo junto a ella. No conseguía saber quien era, pero, me asustaba tanto que vi por la ventana que la casa del frente había encendido una luz. Oí a Jose levantarse corriendo, y llegar a mi lado. La niña a un gritaba.

-¿Qué cojones pasa? -Jose tenía los ojos clavados en mí. Yo lo miré, las piernas me temblaban y mi corazón amenazaba con salirse de mi pecho. La niña paró de gritar al momento que apareció Jose, pero notaba su mirada clavada en mí.

-Yo sólo buscaba el baño, Jose. Y abrí la puerta pensando que era este, pero estaba ella y empezó a chillar, y yo a ella porque, joder, son las tres de la mañana, pensé que estábamos solos. No esperaba ningún susto. No uno así.

-Esto no es un cuarto de baño. ¿Quién eres? ¿Quién es? -Se dirigió hacia nosotros y encendió la luz de la habitación.

Su voz me sonaba. Era la hermana de Jose. Era Marina, pero, ¿por qué no se acordaba de mí?

-Soy Ana. Me conociste hace tiempo, te pregunté por tu hermano una tarde que vine a correr.

Marina se acercó a su escritorio y se puso las gafas que había en ellas. Se me había olvidado que las usaba.

-Ostias, Ana. -Marina se llevó las manos a la boca.- Lo siento. Sin gafas no sé quien eres. No veo bien sin ellas, lo veo todo borroso. Pensaba, no sé, que eras un ladrón. -La voz de Marina aún presenciaba miedo.-

-Bueno, ya vez que no soy un ladrón. No pasa nada, perdón por equivocarme.

-Bueno, ya que os habéis sincerado, a dormir. Y Marina, de que Ana estuvo aquí, a mamá nada, ¿vale? -La voz de Jose era ronca por el sueño que tenía, pero también de orden.-

-Vale...

Marina apagó la luz y se volvió a acostar en la cama. Jose me miró con duda y yo sonreí. Las piernas ya no temblaban, pero, aún mi corazón latía más rápido de lo que debería.

-¿Por qué buscabas el baño?

-Porque no puedo dormir, y cuando no puedo dormir voy al baño a mirarme en el espejo y echarme agua para tranquilizarme y dormir.

-¿Por qué mirarte al espejo? Eso es muy raro...

-Porque mirarme en un punto fijo me tranquiliza, es una forma de conectar conmigo. Tal vez sea raro, pero a mí me tranquiliza.

Jose seguía mirándome con duda, y musitó. Se dirigió justamente a la puerta que daba enfrente de las escaleras y entró, cerró la puerta a una velocidad que no me dio tiempo a saber si ese era el baño.

<<Pues vuelta a la cama, Ana.>> Suspiré, y me dirigí a la habitación de Jose, me acurruqué en un lado y me tapé con una sábana. La ventana estaba cerrada, pero el cuarto seguía siendo frío. Cogí una sábana y me tapé. Pasó diez minutos cuando oí como la puerta se iba abriendo y un escalofrío me recorrió la nuca.

-¿Sigues despierta? -La voz de susurro de Jose me tranquilizó e incluso me sacó una sonrisa.-

-Sí. Pero me has abandonado en el pasillo, asi que olvídame.

Quería que se acurrucase a mi lado, que me atrajese hacia él y me tranquilizase a su manera.

-Ven, tontorrona. He hecho una cosa para que puedas dormir.

Una sonrisa se me dibujó en la cara, me destapé y me dirigí hacia él.

-¿El qué?

-Acompañame, bebé.

¿Bebé? ¿Así me llamaría a partir de ahora? Era dulce, pero, no tenía sentido ninguno.

-¿Bebé?

-Sí. Te cuido y te protegeré como si fueses un bebé.

-Eres un estúpido.

Salimos al pasillo y me dirigió al cuarto de baño. Las paredes eran de azulejos pequeños verdes pistacho. La bañera estaba aparte de un cristal, y el retrete y bidé eran de un blanco roto .

-¿Esto es para mí? -El corazón me iba a dar un vuelco. La bañera estaba llena de agua y espuma, una barra de incienso salía de una lado del lavamanos y el baño tenía un cierto olor a vainilla.-

-Todo tuya, bebé.

Me quité la camiseta, pero me metí en ropa interior. No iba a desnudarme completamente delante de Jose. No todavía. Jose me lanzó una mirada entre sorpresa y decepción.

<<Te queda meses para verme sin esto.>> Pensé mirándome la ropa interior. Me metí poco a poco en el agua, estaba tibia y mis músculos se relajaban a la vez que me introducía más y más en la bañera. A los cinco minutos Jose se fue a dormir y yo seguí en el agua. Me deslicé las espuma por el cuerpo cada vez que abría los ojos y abandonaba mis pensamientos. <<Debería de llamar a Vane y decirle que no se preocupe, que me fui por un gilipollas, no por ellas.>>

Quité el tapón del agua de la bañera, y no me levanté de ella hasta que el agua se fue finalmente. Me lié en una toalla y me fui a la habitación de Jose. Habría pasado media hora desde que me metí en la bañera. Estaba tumbado boca abajo en la cama con la boca abierta, tapado hasta la altura de los hombros. Cerré la puerta y me acurruqué a su lado, le tapé con otra sábana y me fui durmiendo pensando en que podría pasarme la vida aquí. En sus sábanas.

Cuando me desperté, no recordé haber soñado nada. Miré a Jose, aún seguía dormido, pero se había movido tanto esta noche que se había alejado de mí. Me puse la camiseta de pijama de Jose y unos pantalones cortos de chándal. Todo me estaba demasiado grande, aunque Jose fuese de cuerpo delgado.

Salí de la habitación, fui al baño a peinarme con los dedos lo mejor que pude, y bajé las escaleras corriendo. Llegué a la cocina, ya que sólo conocía la parte baja de la casa como para que nadie me tuviese que guiar. Fui abriendo los muebles hasta que encontré todo lo necesario. Cogí una bandeja, y las dos tazas que me parecían más bonitas. Lo coloqué todo en la bandeja, y subí las escaleras lo mejor que pude para no derramar nada.

Pegué en la puerta, despertando a Jose.

-Mmm. -Estaba demasiado dormido aún como para hablar.-

-Levanta, dormilón.

-Mmm.

-Vamoooos.

-¿A qué huele?

-A café calentito.

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