Main Girl [PAUSADA]

Capítulo 2.

Dormí como un tronco y, como todas las veces que duermes genial, llega el despertar horrible.

—Sale a las...— Me gritaban en la oreja—. Ocho menos cuarto y...— Por un momento me vino el recuerdo de Max a la mente despertándome por las mañanas, pero era Alex—. Son las siete y diez—. Como si eso fuera un resorte me levanté y miré la hora en el reloj.

7:11

MIERDA. ¿Sabes lo qué tardo en arreglarme? ¡Me enredo como una persiana! ¡Voy a llegar tarde!

Los pensamientos se me agalopaban en la mente y me deshicé de las sabanas rápidamente, tirándolas al suelo, para después levantarme y pisarlas, cayéndome. Alex se río.

MIERDA, MIERDA Y MÁS MIERDA.

El autobús salía a las siete quarenta y estaba a cinco minutos caminando. Bajé rápido a desayunar, intentando ir lo más rápido posible, me hice tostadas con mermelada, más bien cogí la mermelada y la aplasté contra las tostadas; el resultado fue tostadas con una montaña de mermelada encima, y zumo de naranja, ya preparado por suerte. Me lo pusé en la boca mientras corría escaleras arriba. Casi me choqué con Alaska.

—Buenos días Summer— dijo en un camisón blanco como la nieve y, como siempre, con una sonrisa en su rostro.

—Buenos días Alaska— dije sin aire subiendo la escalera. ¿A quien se le ocurre poner unas escaleras en mi camino?

Me vestí con un pantalón vaquero ajustado y una sudadera de color azul con el número 83. Me preparé algo así como una bolsa, que no contenía nada, sólo el móvil y los auriculares, pero había visto en las películas que se llevaba y yo incluso había llevado antes del desastre(1) así que pensé en el 'por si acaso'.

Me lavé los dientes, me cepillé el pelo y me lavé la cara. Pensé que al día siguiente pondría la alarma, así me podría duchar como cada mañana. Me miré en el espejo, no me desagradaba del todo la imagen, pero no estaba del todo contenta, ¡qué pelo! Sin tiempo para autocompadecerme, cogí la bolsa y miré el reloj.

7:34

Señores y señoras, a esto se le llama ser la puta ama.

Bajé corriendo las escaleras, intentando no caerme, allí estaba Alex, que cogió las llaves de casa.El cual gesto, imité. En las mías había un peluche de un oso panda con mi nombre en una etiqueta, contaba con cinco llaves.

—¡Adiós mama!— Gritó a todo pulmón dejándome medio sorda.

—¡Adiós Alaska!— Grité. ¿Porqué no la llamas mamá como Alex? En teoría ya lo es...

—¡Qué sí, qué sí! ¡Iros que perdereis el autobús!— Nos gritó de vuelta.

Cuando salimos Alex me paró—. Una carrera al final de esta calle— me retó señalando a la izquierda—. Allí está la parada de autobús—. Y, sin dejarme tiempo de reaccionar, salió corriendo a toda velocidad.

Corrí detrás de él intentando avanzarle, pero era muy rápido y yo era una patata corriendo, literalmente. Mis pulmones ardían y aún faltaba bastante, apreté los dientes, aguantando como podía y, cuando llegué, paré de golpe, puse las manos en mis rodillas intentando recuperar el aliento que no lograba encontrar por ningún lado y miré a Alex.

—Eso... no... vale—. Dije como si hubiera corrido una maratón.

Necesito hacer más deporte.

Concuerdo.

El autobús llegó y me tuve que sentar con alguien que no conocía, ya que había pocos asientos libres y el lado de Alex estaba ocupado por un chico castaño. Me recordó a Max, Max... Me pusé los auriculares y escuché música hasta que el autobús aparcó y dejé a todos pasar delante mío, no tenía sentido pelearse por salir el primero, pero eso era la guerra y podía ver como todos intentaban salir de allí a toda prisa.