Capítulo 4.

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El sábado y el domingo me sentía agotada, sin ganas de hacer absolutamente nada. Y eso siguió el lunes.

El lunes me constó todo, levantarme, desayunar y prepararme. Así que, en vez de a las seis y tres cuartos, me levanté a las siete. En vez de prepararme un desayuno decente, me dormí en la encimera y solo bebí un triste vaso de leche. Y por último, en vez de ducharme, solo me lavé la cara y los dientes. El pelo parecía un nido de pájaros, así que llevé un gorro de lana negro, intentando dismular lo dormida que estaba.

Todas sabemos lo que me pasaba, por lo tanto no necesitamos aclaraciones. Me sentía... HORRIBLE. Maldito día, maldito día, maldito y más que maldito.

Llegaría tarde si no corría a la parada, pero en vez de eso, fui caminando. Como si hubieran predecido que si me perdía el autobús echaría fuego por la boca como un dragon y, eso me pondría de más mal humor, cosa casi imposible dadas las circumstancias, llegó un poco más tarde, por lo que llegué a tiempo para cogerlo.

Juraba que si alguien se cruzaba en mi camino le mataría. Literal. Pero como el destino no puede ser tan bueno conmigo, me crucé con alguien, más bien dicho, una chica. Y no fue un tropizo de nada, no, eso sería demasiado pedir, al chocarnos TODOS los libros que llevaba en la mano, porque me había olvidado la mochila en casa, ole yo, se cayeron al suelo.

—Mierda—. Mascullé dejando ir los libros, cuando recibí el impacto en toda la barbilla.

—Lo siento— dijo la chica sobándose la nariz, que estaba roja, con una cara de dolor.

—Perdón culpa mía—. Me agaché a recoger todos los libros, ella hizo lo mismo. Por un momento me parecía que la conocía, su pelo, igual de negro que sus ojos, se me hacía extrañamente familiar, pero seguro que eran imaginaciones mías. Era bajita, por lo tanto, el golpe se lo había dado en la nariz, ya que yo era medio alta. Me supó mal, dolía un montón y todo por no mirar por donde caminaba. La chica se sobó la nariz y ya pensaba que se la había roto por la mala suerte que traía, pero en vez de eso, me dío los libros que había recogido y se fue. ¡Genial!

A la hora de la comida, me senté donde siempre, no había más opción y tampoco quería sentarme en otro sitio.

¿Cómo debo hablarle a alguien que sabe que le estuve mirando mientras comía?

Mirar a alguien mientras come es desagradable.

¿Cómo se me ocurre?

—Hola—. Saludé.

¿PERO QUÉ HACES? ¡NO LE HABLES Y ASÍ NO TE HABLA!

—Hola(?— dijo Matthew como en tono de pregunta.

—¿Qué tal?— ¿En serio? ¿Es lo más ingenioso que puedes decir?

—Bien—. ¿Y ya esta? Di algo hombre. Dejé la bandeja en la mesa y me senté.

—¿Porqué comes siempre solo? Pregunté, arrepindiéndome al minuto después, cuando sus ojos se encontraron con los míos y me escanearon con una mirada fría.

Me rindo. ¿Qué pretendes? ¿Hacerle un interrogatorio? ¿Nunca tienes suficiente de humillarte de esta manera?

—Por lo que se, tu estas comiendo conmigo, así que no estoy solo.

¿Porqué de todas las personas me toca ser conciencia?

Porqué soy genial.

Sí, no hace falta que lo repitas.

—¿Porqué el otro día me llamaste princesa?— ¿Seguirás el interrogatorio?

Main Girl [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora