When The World Turned Round

El comienzo de una noche desastrosa

Hayley

Jeremy aparcó el auto en la puerta de su casa y lo miré confundida.

- ¿Qué hacemos aquí? Dime que no tengo que volver a casa sola caminando a estas horas de la no...

- Te quedarás a cenar - dijo interrumpiéndome de inmediato.

- ¿Qué? - pregunté desconcertada, casi pudiendo imaginar mi rostro empapado en confusión.

- Quiero que conozcas a mi familia - dijo, y salió del auto.

Estaba congelada, literalmente. Nunca había sido invitada a conocer a la familia de un chico, por más extraño que parezca. Ni siquiera conocía a la familia de Aaron. Es decir, siempre iba su casa pero no exactamente para conocer a sus relativos, si saben a lo que me refiero. Además, sus padres nunca estaban en su casa.

No sé nada acerca de relaciones amorosas, al parecer.

Mis pensamientos fueron abruptamente interrumpidos cuando Jeremy abrió la puerta, dándome paso para salir del coche.

- ¿En qué piensas? - me preguntó, obviamente notando mi inexperiencia en estas situaciones.

- ¿Qué? Es decir... Nada importante.

- Si quieres que te lleve a tu casa, no tengo problema, en absoluto. Sólo dímelo. Mira... Hayley, si te has tomado la invitación como una obligación, lamento haberte hecho sentir incómoda, es decir, quiero que conozcas a mi familia, claro, pero si tú no quieres hacerlo está bien, no te sientas presionada. Por favor no te sientas presionada, no quiero que te sientas así. Y... Y... Si te sientes así dime que puedo hacer para arreglarlo, ¿te llevo a casa? ¿quieres un helado? Solo dímelo, pero por favor, por favor no te sientas presionada.

- Has dicho la palabra "presionada" mínimo unas cuarenta y siete veces, tonto - dije entre risas. Amaba cuando hablaba sin parar y como si no hubiera un mañana.

- Lo siento... No soy bueno en esto - confesó, mitad divertido, mitad apenado.

- Es que yo nunca había conocido a los padres de un chico antes - solté, directa.

Me dedicó una amable sonrisa, para luego decirme:

- Tranquila, todo estará bien.

Y luego, para mi gran sorpresa, tomó mi mano, y nos dirigimos hacia la puerta de entrada.

Por alguna razón, su mano se sentía cálida, extrañamente cálida. Vibrante, con una rítmica estática. Suave, y del tamaño justo para encajar con la mía a una perfección que nunca creí posible.

Se sentía bien.

Jeremy

Me propuse cambiar a Hayley Mikaelson. Y lo lograré. Haré todo lo posible para hacerla sentir como nunca se ha sentido.

Pero... ¿Qué es lo que siento yo?

Justo en el instante en que iba a golpear la puerta, mi querido hermano Ethan abre la puerta y sale con una caja de galletas, directo al cesto de basura, sin siquiera notar nuestra presencia. Me pareció oír que susurraba algo como "malditas exploradoras", y obviamente mi sentido de la audición estaba en lo correcto, el pequeño Ethan aborrece a las pobres e indefensas niñas exploradoras.

- ¡Jeremy! - dijo finalmente al notar nuestra presencia - Y... ¡Hanlee Nitealson!

- Hayley Mikaelson - corregí - Hola, pequeño.

- En realidad, mi nombre completo es Hayleen Paige Mikaelson - reveló - . Hola, Ethan.

Hayleen Paige Mikaelson. Me gusta.

- ¿Me perdí de algo, hermano? - preguntó Ethan, observando nuestras manos con notoria curiosidad.

Rápidamente solté su mano.

- Ehm... No, es decir, nada pasa entre nosotros, Hayley solo se quedará a cenar.

Ethan asintió y finalmente arrojó la caja con galletas.

- Mamá insistió en que desperdicie mis preciados ahorros en las asquerosas galletas de esa horrenda niña - explicó, rodando los ojos.

Por último, entramos a la casa.

Hayley

Saludé a la madre de Jer, a los padres de Allison y, de un momento a otro, nos encontrábamos en la cocina. Tuve un repentino ataque de horror y sorpresa al ver quién estaba preparando la mesa.

Allison.

Jeremy, al verla, también se tensó. Aunque ella, al principio, pareció no darse cuenta de nuestra presencia, pero cuando finalmente se percató de nosotros, dejó caer el vaso de vidrio que sostenía con la mano derecha, haciéndose así añicos al caer al piso. Rápidamente comenzó a levantar los restos de vidrio, y se dirigió a la cocina para arrojarlos al cesto, no sin antes dedicarnos una mirada asesina.

Esta noche definitivamente será desastrosa.