Capítulo 11.

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06 de abril.



Las sábanas de satén se sentían sudadas bajo las palmas de mis manos, me aferraba a ellas con lo poco de cordura que me quedaba, apretando los ojos mientras me hacían uno de los mejores orales de mi vida. Su lengua era hábil, suspicaz, sabía donde lamer y cuando hacerlo; la garganta, interminable, yo tenía la longitud del hombre adulto promedio, dieciséis centímetros completamente erecto, pero era consciente de lo difícil de llevárselo todo a la boca. Él lo hacía parecer un juego de niños.

Me la chupaba de maravilla, joder.

De un golpe me corrí en su boca, exclamando por lo alto un montón de palabras sucias y sin sentido, mientras sentía vagamente como era llenado poco a poco, y con cuidado, por el tío de los ojos oscuros más brillantes del mundo. Fer comenzó un lento vaivén, tomándome suavemente a consciencia de que no me había preparado en lo absoluto para su intromisión, pero haciéndome saber su hambrienta necesidad de mí al mismo tiempo. Pero a mí no me afectó para nada, había tenido sexo rudo sin ningún tipo de preparación en muchas ocasiones, algunas de ellas sin siquiera consentirlo o estar de acuerdo con ello; más que lo hiciera la persona que más quería me traía sin cuidado.

Al menos sabía que me amaba.

Nando me regaló una noche romántica, como las que veníamos teniendo desde hace mucho, llena de besos calientes, caricias dulces y arrebatadores orgasmos; por lo que estaba extasiado, pero también agotado. Y tenía que estar temprano en la oficina ése día, ya que Sam necesitaba de mí; hoy tenía muchísimo trabajo por hacer, no tanto como la mano derecha de uno de los hombres más importantes del país, sino como el mejor amigo del chico que no habría podido dormir en toda la noche, de seguro, culpándose por la pérdida del bebé de su hermana. Tras cinco orgasmos seguidos, -seis contando el que acababa de obtener gracias a su buena boca-, en menos de veinticuatro horas, mi pene no asimilaba la idea de una nueva erección, así que miré el reloj digital apoyado en la mesilla de noche, asegurándome de que tenía tiempo de sobra para ir a la oficina, y dejé que Fer me tomara cuantas veces quisiera, hasta saciarse de mí.

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Me secaba el cabello con una toalla de mano, tras haber entrado en unos bóxers cortos y el traje de vestir reglamentario, cuando la voz de Penny, la chica del servicio, irrumpió en la habitación principal de mi apartamento.

-Buenos días, señor, ¿quiere que le traiga el desayuno a la cama o...? -Se frenó inmediatamente, al ver a mi acompañante dormitando entre las finas sábanas de la cama tamaño king.

Se había dormido boca abajo luego de vaciarse dos veces dentro de mí, con las sábanas oscuras haciendo un lindo contraste entre el azul oscuro del tejido y la claridad de su piel; era de un delicioso color tostado, digna de cualquiera que hubiese pasado la mitad de su vida viviendo en una ciudad bajo el ardiente sol que azotaba las preciosas playas pertenecientes a la península ibérica. Cada vez que hablábamos sobre el tema, podía apreciar una pequeña nota de nostalgia empañando los brillantes orbes color azabache; Fer extrañaba España.

Quizá le llevase de viaje allí en verano, de vacaciones.

Volví mi mirada a Penny, suspirando, quien se limpiaba las manos sudadas en el delantal blanco que le cubría su uniforme parecido al que utilizaban las enfermeras, y trataba de encubrir su rubor.

-Llegaré algo tarde a la oficina, pero sí. Tráelo aquí, por favor -contesté, agachándome para atarme los zapatos.

Con un asentimiento, Penny salió de mi vista periférica y cerró la puerta en silencio, para no despertar al durmiente. Sentándome en el borde de la cama, me dediqué a apreciar su alarmante belleza mientras le acariciaba los cabellos dispersos por la almohada; en un momento dado me dejé llevar, y de estarle susurrando cosas bonitas al oído para que despertara de una vez, había llegado al extremo de besarle bajo la nuca. Era su punto débil. Le escuché gruñir suavemente, pero no me interesó, llevé mis manos a sus caderas y las acaricié por sobre las sábanas que le ocultaban hasta la cintura; bajé mis besos húmedos por su piel caliente, disfrutando del exquisito olor que manaba de ella, una peculiar mezcla de sudor y sexo, y mi perfume caro y su loción de afeitar.

Meant to be truly love.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora