Capítulo 16.

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18 de abril.


Abrí los ojos con algo de dificultad, había llorado hasta dormirme la noche anterior y tenía toda la cara pegajosa. Mi habitación estaba en penumbras, así que no me fue muy difícil adaptarme a la poca luz que se filtraba por las pesadas cortinas. Escuché como alguien tocaba la puerta con insistencia, pero le gruñí que se largara y escondí la cabeza bajo un cojín hediondo a alcohol tras echarle una mirada rápida al reloj digital. Eran las dos de la tarde.

— ¡Jamieson O'Brien abre la maldita puerta en este instante o la tiraré abajo! —escuché gritar a Samuel, y por los golpes que le daba a la pobre puerta,
estaba seguro de que no le tomaría mucho trabajo tirarla abajo.

Samuel había sido el mejor jugador del equipo de fútbol americano de la Universidad Isaac Jensen, mariscal de campo y capitán del equipo durante tres años seguidos. Estuvo rechazando ofertas para jugar en las ligas mayores durante meses luego de graduarnos, era muy bueno en el juego pero lo consideraba sólo eso: un juego. El fútbol no era algo que lo apasionara en demasía, había sido un hobby en su adolescencia y una forma de conseguir créditos extra en la universidad, pero jamás lo habría considerado algo serio. Samuel era muy alto, medía poco más de 1.90, pero al contrario de aquellos hombres altos y delgados como palillos chinos él sí tenía carne en el cuerpo. Era muy corpulento, iba al gimnasio seguido y había conseguido unos músculos monstruosos.

No me sorprendió que derribara la puerta pocos segundos después, Samuel tenía muchas virtudes pero la paciencia no era una de ellas.

Oí el chillido horrorizado de Penny, saqué mi cabeza de mi escondite para observar el gesto horrorizado de la chica cuando Samuel se abrió paso hacia el basurero que era mi habitación, sacudiéndose la madera del traje fino que portaba.

—No te preocupes, Penny, todo está bien.

Mi voz se oía rasposa, no la había usado en días y tenía la garganta irritada. La chica me miró con los ojos entrecerrados, gesticulando en dirección a Samuel; seguro que estaba esperando mi orden para llamar a la policía.

—Fuera —espetó Samuel.

Una vez que se hubo convencido de que no estaba intimidado por el psicópata de mi mejor amigo, Penny se marchó, azotando la puerta principal. Samuel se giró hacia mí, furibundo, avanzando hacia la cama.

—Qué demonios...—murmuró, deteniéndose a mitad de camino.

Se arrancó un trozo de pizza vieja de la suela del zapato y la lanzó al piso, donde aterrizó justo sobre un par de botellas de vodka vacías. Avanzó hasta la pared oeste y descorrió las cortinas de golpe, inundando la habitación de luz solar; cerré mis ojos instantáneamente para protegerlos.

— ¡Sam! —gemí, cuando me quitó las suaves sábanas de encima.

Me encogí sobre la cama, haciéndome una bolita sucia y avergonzada. Estaba usando solo una camisa de Nando, era blanca y tenía mangas largas. La había olvidado la última vez que había estado aquí, después de un juicio al que había asistido junto al resto de sus compañeros. Olía a sudor y a suavizante sobre todo, pero aún tenía impregnada su colonia; me picaban los ojos.

—Nada de «Sam», Jamieson, ¿qué jodidos está mal contigo? Llego de un madito viaje de seis horas y me encuentro a mi mejor amigo sollozando en brazos de un chiquillo menor que él. Luego tengo una agotadora reunión con los pasantes que se suponía ya debían llevar días trabajando, y además, como si fuera poco, el vicepresidente de la compañía anda desaparecido.

Sonaba furioso, así que me incorporé en la cama con un movimiento torpe. Me dolía la cabeza, sentía el estómago revuelto y el hedor de la habitación no ayudaba en lo más mínimo; él también lo notó. Samuel arrugó la nariz, asqueado, y una mueca de desagrado se dibujó en su rostro.

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⏰ Última actualización: Jul 13, 2016 ⏰

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