Capítulo 15.

153 21 5
                                    




Presioné el último botón del panel plateado, el ascensor se puso en marcha en cuanto el círculo del número 100 comenzó a parpadear en luz roja, dejé escapar un suspiro. Echaba en falta mi oficina, era como mi segunda casa. Olía siempre a cera para pisos, limpiador de ventanas de lavanda y café instantáneo. Unos minutos después, estaba caminando por el pasillo hacia mi oficina, arrasando un par de maletas Louis Vuitton de la colección otoñal por el lustroso suelo. Me detuve a medio camino, sin embargo, al no ver a nadie; parecía que la tierra se hubiese tragado a mis empleados de mayor confianza. El escritorio de Nathan estaba vacío, una taza de café totalmente fría descansaba demasiado cerca de un par de documentos así que me moví por instinto para evitar algún desastre innecesario por parte del chico torpe.

Entre lo que parecían borradores, resúmenes y un par de recados me encontré con un pequeño papel de color rojo, tenía una dedicatoria coqueta y un número telefónico al final. Volví mis manos puños, al parecer Nate se había divertido bastante mientras estaba fuera del país, y yo como un idiota sin poder dejar de pensar en él un sólo segundo mientras estuve lejos; tiré el papel echo bola al cesto de la basura e intenté tranquilizarme antes de decidir ir en su búsqueda.

Al final había prometido hacerle caso a Pietro: le diría a Nathan exactamente cómo me sentía.


***


Seguí con preocupación el sonido de los sollozos entrecortados hasta la sala de estar, en donde me quede boquiabierto. Nate acariciaba el cabello rubio ensortijado de mi amigo con gentileza mientras cantaba una suave canción de cuna. Una vez paré de observar a Nate y de pensar en su voz de ángel pude notar que los sollozos de Jamieson se habían detenido y que ya no temblaba como una hoja de papel sobre las piernas del pelirrojo. Nate lo acomodó sobre el sofá y se levantó de allí al comprobar que se hallaba profundamente dormido.

— ¿Qué fue eso? ¿Qué demonios pasó aquí, Nathan? —pregunté en voz baja, acercándome al fatigado joven.

Él me miró brevemente con desgana antes de hacerme una seña para que le siguiera hasta la cocina, en donde me preparó un rápido y delicioso té para beber. Nathan se sirvió una taza de café negro sin azúcar, se la bebió en un segundo y pude apreciar que sus manos inquietas de dedos temblorosos estaban más pálidas que de costumbre.

¿Habría estado alimentándose correctamente?

—Nando ha roto con él —dijo al fin, retirándose un rizo del rostro delicadamente. Rayos, había extrañado tanto sus pequeñas y tiernas manías que me costaba concentrarme y evitar saltar sobre él y comérmelo a besos—. Jamieson me ha dicho que fue su culpa o algo así, no quiso presentarle a sus padres y Nando se enojó por ello. Está muy mal, señor.

Le miré a los ojos, podía ver que Nate no estaba mintiéndome. Como mejor amigo y casi hermano de aquel hombre que yacía con el corazón roto en el sofá, sabía cual era mi deber.

—Volveré en una hora.

Nate me cortó el paso cuando fui a salir de la cocina, chocó conmigo y su desordenado cabello me hizo cosquillas bajo el mentón. Olía a champú de flores silvestres y a jabón de avena, inhalé con fuerza, absorbiendo la mayor cantidad de su aroma que me fuera posible. Lo oí hablar con la voz dulce y baja, entre preocupado e irritado.

— ¿Puedo saber a donde va, señor?

—A arreglar unos asuntos, no te preocupes, Nate.


Meant to be truly love.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora