VIII

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-Paige Notepad, ¿verdad?

Ella se volteó extrañada, rara vez las personas la saludaban en la calle, menos si no las conocía.
-Si, esa soy yo. ¿Nos conocemos?
-Oh, yo diría que no. Lo sé por mi elevado coeficiente intelectual-respondió él, muy orgulloso-, vine a ayudarla con sus piezas de arte.
-Gracias-Paige comenzó a descargar los cuadros, uno por uno, ayudada por el misterioso hombre albino. Juntos los llevaron a la zona de exposiciones, dónde los ubicaron según las órdenes de la dama.
-Si me disculpa-interrumpió-, me gustaría hacer una copia digital de sus obras.
-¿Qué?
-Verá, las imágenes virtuales perdurarán en caso de que les ocurra algo a las originales.
-Ni siquiera sé tu nombre y quieres guardar mi arte.
Él la miró incrédulo, pero cuando retomó su postura se presentó con semblante de superioridad.
-Si no me conoce, es que usted no está conectada a los medios. ¡Yo soy-agregó una pausa dramática-... ¡Colin! Colin Computer-a continuación hizo una reverencia, sujetándole la mano y brindándole un caballeroso beso en el dorsal-A sus servicios, ma'am.
Paige no pudo controlar el rubor, que la invadió hasta las orejas. Logró escapar de las manos de Colin, aunque sus mejillas seguían hirviendo. Cruzó los brazos en son de desacuerdo.
-Apostaría a que eres periodista, Colin.
-Es usted muy atenta, tiene razón.
-Eso explica tu actitud-respondió ella con tono burlesco-. Gracias por la ayuda y todo, pero no te dejaré "respaldar" mis pinturas.

La exposición quedó lista para las visitas, y Colin Computer se fue insatisfecho con el resultado de la conversación, ya que necesitaba hacer el artículo cuanto antes. De otra manera, alguien más tomaría su papel. Lo conseguiría, eso lo sabía, pero no estaba seguro si lograría entrevistar a la artista.

Bonnie la coneja, días mas tarde, fue al templo antes de que la reunión comenzara. Necesitaba ver a su amigo antes de la Ceremonia de la Grava, porque después de eso podrían estar muy ocupados.
Caminó al rededor del árbol con caminar pausado, encontrando al Líder escondido al otro lado. Ella se sentó a su lado, mirándolo llena de duda.
-Fue un malentendido, Bonnie-farfulló.
-S-si, entiendo. Paige me lo contó todo.
Un silencio incómodo interrumpió su conversación. Ella tenía una sola versión de los hechos en su conocimiento, pero necesitaba saberlo bien antes de resolverlo o siquiera de formar una opinión.
Finalmente continuó.
-Pero no creo que sea verdad al cien por cien, porque t-tu no eres-inconscientemente adoptó el tono de su amiga cuando se refirió a lo mismo-... así ¿Verdad?
La mariposa permaneció en silencio y se hizo un ovillo en su lugar.
-¿Shrignold?
Bonnie se preocupaba cada vez más. No le respondió, y eso que había formulado una pregunta simple de si o no. ¿Dijo algo malo? ¿O tal vez...?
¡Clic! Un foco se encendió en su cabeza. Lo tenía en la punta de la lengua, las indirectas son tan complejas... "¿Tendrá que ver con algo que dijo Paige?" pensó "Es el acertijo más difícil que me han dado, y aún así... ¿Será que los estereotipos son reales o es solo coincidencia?"

"¡Oh, por Malcolm! ¡Es verdad!"

-¡Ay, Shrig!-se disculpó, aunque de todas formas lo venía anticipando gracias a las advertencias de Paige- No tenía idea.
-Nadie más lo sabe, nadie más lo sabrá.
-¿Por qué no? No tiene nada de malo, no te sigas ocultando.
El joven abrazó sus rodillas contra su pecho, y liberó un hondo suspiro.
-No puedo.
-Oye-lo rodeó con un brazo-, estarás bien.
Él lo dudaba. Decirle a los demás podría generar rechazo, incluso echarlo del grupo de creyentes. ¡Después de llegar tan lejos! Malcolm nunca lo permitiría, pues el hombre debe de amar exclusivamente a la mujer, pero aun así... "No, mi situación ya me ha generado suficientes problemas" se consoló.
-Lo único que quiero saber-continuó su amiga- es que si en realidad pasa algo con Tony.
Shrignold le clavó la mirada como un ave de rapiña, completamente ofendido.
-¡No, no es verdad!-su voz se volvió temblorosa-Somos amigos-tomó una leve pausa, esta vez retomó la palabra mas calmado-, sigo sin entender por qué Paige piensa eso de mí.
Bonnie se sobó la barbilla de manera pensativa y se fijó en las hojas ondulantes del árbol. Algo anda mal, pensó, porque alguien debe estar mintiendo. Cierta posibilidad apareció de repente en sus ideas: un tercero es quien lleva el engaño, la mentira.
-Tal vez alguien inventó ese rumor, Shrignold.
-¿Quién podría?
-Vamos a averiguarlo-Bonnie se levantó de un salto-. Pero no puedes dejar que estos problemas te depriman, más si no son verdad.
-¿Pero qué pasa con...?
-No, shhh-interrumpió-. Algún día le dirás a los demás. ¿Cómo se dice? ¡Ah, si! "Salir del clóset".
Shrignold soltó una risita tonta, característica suya. Bonnie le ofreció una mano, la cual su amigo aceptó y con esto lo ayudó a ponerse de pie.
-Tu eres Shrignold Bee, no te rindas tan fácil.
-Tienes razón-replicó éste con una sonrisa optimista, a continuación cerró los puños con fuerza-. Aun queda trabajo que hacer.

En la pequeña escuela de la ciudad de colores y cosas, las clases comenzaron. La profesora jefe hablaba en ese instante con sus pupilos sobre una excursión al Museo, mientras que ellos respondían con gran entusiasmo.
-¿Alguno de ustedes sabe qué se encuentra en un museo?-preguntó la Señorita Laptop.
-¡Fósiles!
-¡Música!
-¡Estatuas!-exclamaban los niños con júbilo.
Entre todo aquel griterío, el calendario acertó:
-¡Pinturas!
-Si... ¿Y?-lo incentivo su profesora.
-Vamos a ver las pinturas de mi mamá.
-Si, exacto-le dedicó una tierna sonrisa para luego dirigirse al resto de los pequeños-. La mamá de June es una artista, y como acaba de abrir una exposición en el museo iremos a verla.
El aire se llenó de aplausos, por lo que June sonrió de oreja a oreja. Paige tenía un oficio poco común, que en ocasiones hacía sentir avergonzada a Metronome, pero su hermano se sentía completamente orgulloso de ser hijo de una artista.
Ahora podría mostrarles a todos sus amigos el lindo trabajo de su mamá.

Tony Clock pensaba sentado en su escritorio. Rodeado de pequeños aparatos perfectamente sincronizados llenaban su oficina con un armonioso tic tac.

Tic tac, tic tac.

Ninguno de ellos se adelantaba o se atrasaba, el hombre se ocupaba de revisarlos cada día de modo de que se mantuvieran ordenados.

Hacía un rato, el relojero trabajaba arduamente en reparar un reloj de muñeca con casi 50 años de antigüedad. Era todo un privilegio tener entre sus manos un clásico como ese, con cada uno de sus detalles, cada rasguño en el cuero, el óxido en el reverso... Muchas historias que contar.

Finalmente estaba listo para volver con su afortunado dueño.

Tic tac, tic tac.

Entró a su camioneta color azul cielo.
Introdujo minuciosamente la llave y encendió el motor...
Ese día era hermoso. Cielo despejado, todo bien organizado, y él, por supuesto, preparado para un nuevo día en la Universidad.
Y así, de la nada mientras conducía, en la esquina a las afueras del instituto universitario, vio por el rabillo del ojo por primera vez a esa dama de vestido blanco y cabellos coloridos.
Ese día le robó el corazón.
Y ahora él estaba delante de su escritorio.
Solo.
Apunto de perderla.

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