-La verdad es que puede parecer una tontería, pero un día pensé que no me gustaba la idea de que quienes hubieran elegido el nombre con el que tengo que cargar toda la vida fueran dos personas que no me conocen en absoluto, y sin duda así son mis padres-me contó Bleue, refugiándose a menudo tras su copa para ocultar la inseguridad ante el rechazo, o ante que la tachara de loca y me marchara dejándola tan sola como se había encontrado antes de que entablásemos conversación.
-Es increíble-dije, con una sonrisa sincera.
-¿El qué?
-Que fueras capaz de tener una idea así con tan solo quince años.
-Ya, bueno... Mi historia es algo complicada. En realidad creo que fue más bien un acto de rebeldía, o de venganza.
-¿Y eso?
-Nunca sentí que mis padres me quisieran. Ni siquiera viví con ellos en ningún momento de mi infancia. Para mí fue como si solo se hubieran molestado en ponerme un nombre para despreocuparse de mí inmediatamente después, por lo que no quería darles la satisfacción de conservarlo.
-Vaya, lo siento mucho...-contesté yo de forma torpe, dejando ver que no sabía nada de familias rotas ni de padres despreocupados.
-No tiene mayor importancia-mintió ella, y los dos jugamos a fingir que nos lo habíamos creído.
-¿Pero por qué elegiste ese nombre? ¿Por qué Bleue?-pregunté, tratando de cambiar ligeramente la dirección de la conversación.
-Por "L'heure bleue", una expresión francesa que en español se traduce como "La hora azul".
-¿Y qué es?
-Es ese momento en el que el naranja del cielo da paso a un intenso color azul, antes de que el negro engulla al día por completo, ¿nunca te has fijado?
-La verdad es que no-confesé, siguiendo el patrón de ser yo mismo, o al menos intentándolo.
-Pues deberías hacerlo un día de estos.
-Lo haré.
Ambos nos sonreímos, en silencio, diciéndonos miles de cosas sin dirigirnos la palabra, como si de repente hubiéramos olvidado que éramos dos desconocidos que aliviaban su dolor nocturno en la barra del primer bar que habían encontrado en medio de un paseo sin rumbo fijo.
-Sabes que hoy no vamos a acostarnos, ¿verdad?-dijo Bleue de repente, rompiendo el silencio mientras me miraba directamente a los ojos, consiguiendo que sus palabras sonaran sugerentes, sin llegar a ser vulgares.
-¿Quién ha dicho que sea eso lo que estoy buscando?
-Yo no, desde luego, solo estoy avisando-contestó ella, sonriéndome con la mirada.
Yo asentí con la cabeza mientras bebía nuevamente de mi copa, sorprendiéndome al sentir una mezcla de desilusión y magnetismo causados por la conversación que Bleue y yo acabábamos de tener.
-Oye, ¿puedo hacerte otra pregunta?-me aventuré a decir, para romper un silencio que esta vez resultaba más extraño que mágico.
-Claro, pero luego tendré yo un turno de preguntas, ¿no?
-Por supuesto.
-Entonces dispara.
-¿Qué hace una chica de dieciocho años bebiendo sola en un bar?
-Es como mejor se bebe.
-¿Ah sí?
-Sin duda. Sin nadie a quien confesarle secretos que quieres seguir guardando, o con quien hacer cualquier cosa de la que vayas a arrepentirte a la mañana siguiente.
-Pero entonces le quitas toda la gracia...-me quejé, con una sonrisa divertida.
-¿Sabes? Voy a confesarte algo.
-Será que hoy es mi día de suerte.
Ella sonrió, negando con la cabeza, como solo hacen las chicas cuando reciben un piropo al que no saben muy bien cómo contestar.
-Es la primera vez que vengo sola a beber a un bar.
-¡Lo sabía!
-¡Mentira!
-No, es verdad. No eres la única que tiene poderes de adivina.
-¿Y cómo lo sabías?
-Porque a los que venimos aquí solos no suele gustarnos que nos molesten, y tú ya llevas un buen rato dejándome ser un pesado contigo.
-A lo mejor es que no lo eres.
-No lo creo.
Y de nuevo uno de esos silencios con sonrisa que comenzababa a ser los protagonistas de aquella noche, pero esa vez fue distinto.
Más largo.
Menos pesado.
Acabado en un beso que me supo a Año Nuevo en Time's Square, al wiskhey más caro del mueble bar de mi padre, a gloria, o a un abrazo en mitad de cualquier noche de octubre.
-Creo que debería irme...-dijo Bleue cuando nos separamos, aunque aún estuvieran peligrosamente cerca las comisuras de nuestros labios.
-Aún te debo una ronda de preguntas...
-Mejor, eso quiere decir que tenemos que vernos otro día, ¿no crees?
-¿Cuándo?
-Eres igual de impaciente que un niño pequeño-comentó ella con una sonrisa, haciendo que mis mejillas se ruborizaran hasta alcanzar el color de las piruletas.
-Eso es porque quiero volver a verte incluso aunque aún no te hayas ido-dije, temiendo inmediatamente después sonar como uno de esos poetas o cantantes baratos que no miden a quién regalar sus versos más sentidos.
Sin embargo, Bleue se encargó de darle un nuevo giro a nuestra noche, que me hizo olvidar por completo mi preocupación por sonar pedante o idiota.
-Pues tienes mi número de teléfono escrito en un ticket de la compra, en el bolsillo trasero del pantalón. Lo he escrito mientras pedías las copas, y te lo he metido en el bolsillo mientras te besaba-contó, como lo haría una niña pequeña que se siente orgullosa de haber terminado todos sus deberes.
-Te llamaré, entonces.
-No espero menos de ti, Hemingway.
-En realidad me llamo...-traté de decir, pero ella cogió su bolso de la barra y salió del bar a toda prisa, dejándome con la palabra en la boca, y con muchas más preguntas que respuestas para ella, porque realmente no me había contestado a ninguna.
Sabía que se llamaba Bleue por "la hora azul" pero, ¿por qué lo había escogido como nombre propio? ¿Simplemente porque le gustaba, o había un significado más allá del evidente? ¿Y por qué había ido por primera vez a beber sola a aquel bar, a parte de por la débil excusa de que "así se bebía mejor"?
Cuando me marché a casa aquella noche tras apurar mi copa deprisa, porque no me rondaban las penas a las que normalmente quería ahogar al fondo del vaso, todas esas preguntas sin respuesta rondaban en mi mente, convirtiendo a aquella chica en un misterio como suele hacerse con los personajes de las novelas negras o con las series policiacas, aunque añadiéndole un tono poético que hacían que tuviera que controlar mis impulsos para no llamarla en cualquier momento diciendo "no me importa absolutamente nada que no nos acostemos hoy, es más, así tenemos una excusa perfecta para pasar juntos la noche en vela."
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Bleue
RomanceA veces el temor a que te rompan en mil pedazos (de nuevo) y el miedo a querer, a volver a perder el sueño, el tiempo y los besos por una persona son sinónimos, y eso es algo de lo que Lucas y Belue saben demasiado bien, aunque no les importe aprend...