3. Una peculiar entrevista

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—Luce espléndida, señorita Green.

Aquello fue lo primero que me dijo el señor Bieber en tanto me abrió la puerta, justo a la hora acordada para empezar con nuestra investigación.

Había dejado a Kennedy en casa puesto a que llegamos a la conclusión de que mientras menos personas estén metidas en el asunto, mejor sería. Además, no es como si no me pudiera defender de Justin si intentara hacerme algún daño.

Tenía un gas pimienta en mi bolso Gucci y nada de miedo para usarlo.

—Muchas gracias. Debo pedirle que se apresure, he podido investigar que el señor Foster ya ha llegado en las instalaciones y se encuentra en su oficina.

Me invita a pasar haciendo un ademán con las manos hacia el interior de su suite y eso hago, quedándome de pie no muy lejos de la puerta.

—No sé si hay cámaras ocultas en el pasillo, así que no me arriesgaré a indicarle lo que haremos allá afuera. Escuche, el plan es simple. Tengo preparada una suma de veinte mil dólares que ofrecerle a cambio de una entrevista, misma que hará usted.

—¿Qué?

—Ya reservé la cita y estuvo de acuerdo. Ya saben lo que dicen, por la plata baila el mono. Quizás le revele algún secreto de Dismaland. Pero, si no lo hace...— Alargó —Yo me encargaré de colarme en su oficina, para tratar de averiguar cada sucio secreto de este parque.

—¿Por qué no me comunicó que tenía que entrevistarlo? ¡Ni siquiera he preparado mis preguntas! Y siempre lo hago con antelación.

—Señorita Green, usted es una chica muy apasionada en su trabajo, pero más importante... muy inteligente. Estoy más que seguro de que las preguntas saldrán por sí solas, y serán brillantes.

—Bueno, supongo que no tengo otra opción.

—La entrevista será realizada en el salón privado de la galería del parque a la una de la tarde, es mejor que sea puntual.

—¿No cree que haya algún guardia de seguridad a la hora de entrar a su oficina?

—Por supuesto— Dice a sabiendas, riendo entre dientes y dándome a entender que ese sería el último problema en su haber —. Pero un detective siempre sabe qué hacer en esos casos.

—Bien. Supongo que iré a mi suite a preparar las preguntas, sabiendo que sólo quedan tres horas para nuestro encuentro.

—De acuerdo.

Asintiendo, me levanto del sofá donde me encuentro para caminar hasta la puerta, pero su voz me detiene.

—¿Señorita Amity?

—¿Hmm?

—Monté la Euthanasia Coaster— Volviéndome para encararlo, tragué duramente temiendo la dirección que esta conversación estaba tomando.

—¿Y qué sucedió?

—Vi lo mismo que usted vio.

Lo miré largo y tendido. No estaba loca. No había sido una ilusión la visión de ese hombre.

Él era real. Muy real. Y tan poderoso que podía escabullirse en nuestros sueños.

Y estoy bastante segura de que está conectado al parque. ¿Habrá muerto él aquí?

[...]

—Me alegra saber que no estás loca, hermanita— Me dijo Kennedy tras darle un mordisco a la manzana que traía en sus manos.

Dismaland → historia cortaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora