Esperanza

123 5 3
                                    

La habitación estaba más oscura, había pasado un buen tiempo desde que se marchara a trabajar y ya debía estar a punto de regresar. Me rugía el estómago de hambre, había perdido peso durante esos días allí encerrada. Hubiera matado por un bocado de comida casera y no esa porquería congelada que él me daba; también hubiese hecho lo que fuera por un baño y ropa limpia. Llevaba días allí sin moverme, me sentía sucia y más de una vez había tenido que orinarme encima. La ropa parecía adherida a mi cuerpo y mis miembros estaban entumecidos por tanta inactividad.

De repente oí abrirse la puerta en el piso de abajo, un golpe al cerrarse y el giro de las llaves. Seguía atenta todos y cada uno de los sonidos que escuchaba. Sentía pasos subiendo una escalera y luego acercarse por el corredor. Solo sabía que había un corredor que es el que recorría cuando me llevaba al baño una vez al día, eran un total de ciento veinte pasos desde la cama al cuarto de baño. Era todo lo que sabía, si bien me había dado cuenta de que la casa tenía dos pisos y que yo me encontraba en el superior, jamás me había quitado las vendas en otro lugar de la casa que no fuera la habitación que me servía de cárcel y eso solo lo hacía cuando estaba oscuro para que no pudiera ver su rostro.

La puerta del cuarto se abrió lentamente y escuché sus pasos lentos acercándose a mí. Se sentó a mi lado en la cama y pude sentir sus manos enardecidas acariciando mis senos…se inclinó y besó mis labios; quité mi cara con brusquedad, asqueada, con odio. Él me sostuvo con fuerza el rostro con una sola mano, esa mano enorme que parecía la de un monstruo -¿qué pasa? ¿Estás rebelde hoy? No querrás hacerme enojar – me dijo susurrando en mi oído.

Tenía muchas ganas de gritarle todo lo que sentía pero algo dentro de mí me dijo que lo mejor era la calma, tenía que ganarme su confianza. Suspiré profundamente y balbuceé algunas palabras ininteligibles debido a la cinta que llevaba puesta – no puedo entender lo que decís, pero si me prometes ser una buena niña, te quitaré un momento la cinta para que puedas hablar- asentí con la cabeza, había logrado lo que quería, ahora era mi turno de comenzar a jugar – no busco hacerlo enojar pero…llevo demasiado tiempo aquí y quisiera darme un baño…por favor, necesito darme un baño y ropa limpia- el silencio reinante me preocupó un poco, se había quedado callado, pero luego pensé que tal vez era una buena señal, porque estaba considerando mi pedido. Luego de unos segundos que me parecieron siglos, finalmente habló:

-Estoy de acuerdo, creo que hueles bastante mal, un baño te caería bien- sentí un pequeño halo de esperanza brillando en mi interior, quizás si lograba hacer que confiara en mí tendría una chance de seguir viviendo.

Me desató pies y manos y me ayudó a incorporarme en la cama. Intenté ponerme de pie pero mis piernas estaban demasiado entumecidas y caí al suelo. Me ayudó a incorporarme y corrió el cabello de mi rostro con una suavidad y una ternura que desconocía en él. Campanas sonaron en mi cabeza, podía sacar provecho de ello…el imbécil sentía algo por mí y estaba dispuesta a usarlo en su contra.

-¿Estás bien?- preguntó preocupado. Era irónico que preguntara eso cuando era quien me estaba haciendo daño, pero para seguir con mi juego respondí con la voz más frágil y tierna que pude- estoy bien gracias…es que no siento mis piernas- En ese momento me tomó en sus brazos y me condujo al baño. Allí me quitó la ropa, me sentía incómoda, era la primera vez que me veía desnuda y en un cuarto iluminado; me cubrí como pude con mis manos, totalmente avergonzada.

-¿Qué pasa? ¿Te da pena que te vea desnuda?- asentí sin decir una palabra y se rió, pero no con un tono de burla sino comprendiéndome

- No tenés por qué avergonzarte, sos hermosa – dijo mientras se acercaba a mí y quitaba mis manos para que no me cubriera. Me ayudó a entrar en la bañera y me dio jabón para que comenzara a asearme. Lo tomé como pude e intenté limpiar mi cuerpo pero no podía hacerlo, me preguntó qué pasaba y le respondí que mis muñecas estaban demasiado hinchadas y me dolían…no podía hacerlo sola. En ese momento se puso en cuclillas a mi lado y comenzó a asearme con delicadeza, era la primera vez que me trataba con cierta ternura. Luego de enjabonar mi cuerpo se puso de pie y me pidió que no fuera a voltear mientras me quitaba la venda de los ojos para poder lavar mi cabello.

No puedo explicar la sensación que tenía en ese momento, era terriblemente difícil tener que soportar sus asquerosas manos limpiándome, tratándome con afecto como si fuera un niño. Recordé a mis hijos, cuando los bañaba de pequeños con tanto cuidado y amor. Apreté fuerte los ojos para no llorar y dejé que terminara de bañarme.

Cuando concluyó el baño me vendó los ojos nuevamente y me dio ropa suya, una remera. Me llevó a la cama nuevamente pero esta vez no me ató; comenzó a besarme, a recorrer mi cuerpo y me poseyó pero no como lo hacía siempre, esta vez casi fue dulce conmigo… ¡como si eso me sirviera de algo! lo odiaba tanto, pero tenía que seguir con mis planes; entonces dejé escapar un leve gemido. Él se detuvo por un momento, sé que pensó que lo estaba disfrutando y era precisamente lo que yo buscaba, continuó con más ímpetu, enardecido al pensar que finalmente me había domado…pobre idiota.

DESCONOCIDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora