5. SENSACIONES OCULTAS

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Capítulo 5: Sensaciones ocultas

Mamá estaba sentada junto a mi, en mi cama jugando a las muñecas, mami era la esbelta rubia de ojos claros y yo la morena de sonrisa forzada, su coche era precioso mientras que el mío un simple escarabajo, ella era doctora, profesora, veterinaria y niñera, y yo la "chachi profe de surf"
Miré a mamá y en sus ojos vi la ilusión de cualquier madre pero  también se encontraba la ligera chispa de depresión y angustia que nos rondaba día tras día, sus manos estaban pálidas y sus brazos medios descubiertos dejaban a la vista parte de un horrendo moretón.
Una angustia que provenía de un demonio encarnado, alguien que disfrutaba de nuestra infelicidad y sufrimiento.
Mami seguía ausente, moviendo  su muñeca para aquí y para allá sin ningún objetivo, no sentía mi tacto, no escuchaba mis plegarias.
Me encontraba en un recuerdo en el que yo no era la protagonista.

-Mamá, ¿por qué siempre te dejaste castigar? ¿Por qué no huimos? ¿Por qué nos quedamos?  No nos merecíamos ese sufrimiento, eres un ángel que merece estar en el cielo y no en el infierno.
¿Por qué me abandonaste?

Mamá hizo caso omiso a mis insistentes cuestiones, siguió jugando a las muñecas como una niña ilusa, pura e inocente.
Un golpe seco en la puerta hizo que mamá se sobresaltara y se levantara de un santiamén, pero en sus tristes ojos se reflejó una cantidad extrema de miedo que ni ella ni yo pudimos negar.
Mamá me levantó de la cama rápidamente y me escondió en el oscuro armario que tanto miedo me hacía pasar.

-Ohh.. Charlie, mi preciosa niña, ¿quieres a mami? ¿Verdad?, pues no salgas de aquí hasta que te avise ¿vale?

-vale mami.- pero una vez más, no recibí respuesta.

De Pronto, todo era silencio. No se escuchaban golpes, ni gritos, ni botellas de alcohol rompiéndose y eso me inquietaba.
Pero unas pisadas de botas haciendo chirriar las placas de madera me hicieron alertar, el monstruo estaba en mi habitación y sabía que me venía a buscar.

-¿Dónde estás pequeña mierdecilla? ¿No contestas? ¿Quieres jugar al escondite? Muy bien.- sus pisadas a medida que avanzaban se acercaban más al armario, pero se detuvo junto a la cama y se agachó buscando una señal de la asustadiza niña.-¿Dónde estará la pequeña putita?

Las pisadas se acercaron al pequeño baúl de las cosas perdidas, mamá y yo siempre metíamos en ese baúl los objetos que queríamos que otras personas encontraran dentro de muchos años, como un cofre del tesoro que hacía feliz a muchos niños.
Un golpe sordo hizo que temblara de miedo, el baúl estaba roto y vacío, todas las cosas estaban en el suelo esparcidas y el pobre baúl roto en dos, lágrimas de rabia comenzaron a invadir mis ojos, estaba estropeando lo único que tenía con mamá.

-ohh... pequeña zorra, me lo estás poniendo difícil ¿eh?, pero hay algo que no sabes, puedo oler el miedo.

Las botas quedaron frente al armario, contuve la respiración por segundos y finalmente las puertas se abrieron de sopetón, dando a ver la cara endemoniada de un monstruo.
Su sonrisa diabólica, sus ojos saltones, su barba oscura y repleta de manchas naranjas, sus dientes amarillos, sus fosas dilatadas a más no poder y su pelo descuidado.
Se tiró sobre mí, pensé que iba a morir, pero yo sabia que ese monstruo que me atormentaba, no se iba a marchar jamás. Agarró mis delgados brazos y me arrastró por esa infernal casa, llevándome al salón donde el cuerpo inerte de mamá yacía esparcido por el suelo, rodeada y cubierta de su propia  sangre, pálida, y... muerta.

Las constantes sacudidas del cerdo me hicieron salir de un trance que el mismo había provocado, me había quitado todo, me había quitado a mi madre, a una pobre mujer que solo ansiaba la libertad, a su hija y el amor. Me arrebató lo único que me importaba, a alguien inocente, noble; a alguien que solo pretendía protegerme.

y  desastrosamente me culpaba por ello.

-¡Mira que has hecho Charleen! ¡Mira lo que has provocado!

Abrí los ojos lentamente, sentía que alguien me empujaba suavemente pero yo no podía dejar de evadir mis pensamientos de esa espantosa pesadilla.
Giré mi vista hacía la procedencia de los empujones y Dominic no dejaba de manosearme el brazo.
Una cara de alivio se plantó en su rostro, se le veía preocupado.

-Joder tía, vaya puto susto me has metido. ¿Estás bien? Porque estabas retorciéndote de una manera... un poco a lo "la niña de el exorcista"

El Cerdo tenía razón, yo había provocado la muerte de mi madre, pude haberla defendido pero nunca lo hice.
Dominic me miraba con una ceja enarcada, quería saber que me estaba rondando la cabeza, se veía venir.

-Es..toy bi-bien

-Menos mal, estaba a punto de llamar al cura.

-¿puedo du...charme?

-¡Por supuesto! Ya no sabía como decirte que olías a culo.

Lo ignoré, me cansé de aquella conversación y necesitaba una buena ducha caliente para despejar mi mente. Tras cruzar varios pasillos encontré el baño, y cabe a decir que era tan lujoso como el resto de la casa. Comencé a desvestirme, poco a poco diversas piezas de ropa comenzaron a caer sobre las frías plaquetas del piso, me acerqué a la ducha y justo al entrar la puerta se abrió, intente taparme con lo que fuera pero no había nada a mi alcance, solo pude cubrirme con mis manos lo que pudiera y darme la vuelta, la vergüenza me invadía.

-Oye Charleen, quie. ohh, ¡joder! ¡qué tetazas!  sabía que debajo de esa ropa escondías buen material linda.

-¡Fue..ra!

-vale, vale, ya me voy, pero antes dime si quieres salchichas.

-sí, ahora fue..ra

-Hermosa flor, si prefieres tengo una buena salchicha guardada, seguro que no te deja con hambre.

-¡Fuera!

Dominic [REESCRIBIENDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora