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CAPITULO 3

En las últimas dos semanas que llevaba trabajado para la familia Ruiz, su día se resumía en ir por la niña al colegio, comer junto a la familia — hagamos una pausa aquí. El primer día que se sentó a comer con la niña, no contó con que Gerardo les iba a hacer compañía, así que podemos agregar a su historial de penas el atragantarse con la pasta. La pobre no se animaba a mirarlo la cara —. Después de eso, se ponía a hacer la tarea con Sofía, para después jugar un rato con ella, por lo que llegaba a su casa en noche exhausta, sin poder llamar a su familia y amigos.

Hoy es un día como cualquier otro, fue por la niña a la escuela, después de comprarle un helado de crema —a escondidas de su padre —. Al abrir la puerta del departamento, su mirada se posa en una mujer que se encuentra sentada en la sala de la casa. La extraña aparenta tener unos veintiocho años, de cabello oscuro hasta el hombro, sus ojos también son de color oscuro.

La primera impresión que le da a Evangeline es de una persona realmente seria. Si supiera que estamos hablando de la misma mujer que tuvo problemas con Gerardo por ser tan descuidada al mirar una película de terror sin percatarse de la presencia de su sobrina. Y de la misma mujer que le alcahuetea a Sofía en las llamadas que hace a la estación de radio para dedicárselas a su profesor.

Lorena y Gerardo quedaron huérfanos a corta edad. Su padre estuvo enfermo del corazón y otros males, hasta que un día su cuerpo ya no pudo soportar más. Su madre se encerró en sí misma, en una profunda tristeza. No, nunca se quitó la vida, pero fue como si lo hubiera hecho. Paula nunca superó la muerte de su esposo, y sin querer comer. Murió.

Gerardo tenía veintiún años cuando todo eso sucedió. Por lo mismo tuvo que ponerse a trabajar en el negocio de la familia —cosa que nunca le molestó en lo más mínimo —, y en cuidar a su pequeña hermana.

— ¡Tía! —Le grita la niña al momento en que corre a sus brazos de inmediato —. Deja te presento a alguien —la niña apunta con su pequeña mano a la rubia —. Ella es Geli, mi nueva niñera —la mujer baja a su sobrina para prestar su atención en la chica rubia. Le sorprende ver esa alegría en la niña, ya que por lo regular es odiosa con la mayoría de niñeras que le caen.

—Buenas tardes, mi nombre es Lorena. Soy la hermana menor de Gerardo —le extiende su mano para saludarla cortésmente. La rubia hace lo mismo, solo que con las manos temblorosas —, es un placer conocerla... perdón, ¿Cuál es su nombre?

—Mi nombre es Evangeline, es un placer conocerla —responde con nerviosismo. Antes digan que no ha tartamudeado. Sí, eso solo sucede cuando tiene frente a ella al hermano mayor de la pelinegra.

—Pero que hacemos aquí de pie —Lorena le sonríe con amabilidad. Señala los sillones —. Pasemos a sentarnos a la sala, de esa manera podemos platicar cómodas.

—Por mi está bien.

Lo cierto es que le entra pánico cuando conoce a alguien. Dejemos algo en claro con respecto a nuestra chica, ella es de las personas que no les gusta hablar de sus problemas con personas que apenas conoce. No le gusta que sientan lastima por ella. Ha este punto de nuestras vidas, creo yo, que a nadie le gusta generar lastima.

—Sofía, puedes decirle a Leonardo que nos traiga algo para beber —le pide su tía para mantenerla lejana de la conversación por unos instantes.

—Sipi —la niña se dirige a la cocina brincando, mientras canta una canción de su serie favorita.

Si se les está cruzando un pensamiento negativo por la cabeza, olvídenlo. Lorena no es mala persona. Pero hay que entender que hay ciertas conversaciones en las que es mejor que los niños no estén presentes. Sobre todo cuando el tema principal puede ser la muerte de su madre.

Un Nuevo ComienzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora