Un Ángel

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CAPITULO 2

¿En algún momento de sus vidas se han sentido como el tamaño de una hormiga en un mundo de alacranes?

Lo sé, mala comparación, pero es la mejor forma de describir el estado de ánimo de nuestra querida chica. Por su cabeza nunca cruzo la idea de que su nuevo jefe viviera en la zona alta de la ciudad de México, donde la mayoría de los que viven ahí miran a gente como ella por arriba del hombro. Evangeline es una chica de pueblo pequeño, y estar por los rumbos de estas personas que no hacen más que mirarla con desdén, provoca que se sienta fuera de lugar.

Baja del taxi con nerviosismo al ver el edificio de ocho pisos en el cual vive la pequeña a la que —si todo sale como ella espera —, va a cuidar de ahora en adelante. Entra al edificio con decisión, y temor. Oprime el botón del ascensor y entra en él. Controla su pánico y presiona el piso donde viven ellos. Piso siete.

Fuera nervios, basta de ataques mentales y de la melancolía que no hace más que hundirla cada que puede. Sale del elevador al llegar al piso de su patrón.

1, 2, 3, 4, 5.

Empieza a contar para poder calmar su organismo. El corazón se acelera al saber quién se encuentra dentro de ese departamento. Y como no se le va a acelerar, si se tomó un año sabático en eso del amor. Un año sabático lejos de la civilización.

6, 7, 8, 9, 10.

Una dulce niña la espera detrás de esas puertas, con la promesa de un nuevo comienzo en su vida. Un faro en su oscuridad. Llama a la puerta con un poco de valor, a los segundos un hombre de cabello oscuro un poco canoso, de edad avanzada le atiende.

¿Qué tan rico tiene que ser uno para tener un mayordomo a su servicio?

—Buenas tardes —dice con voz neutra. Fugazmente revisa su apariencia para ver que nada está fuera de lugar en lo que el hombre habla— ¿En qué puedo ayudarla? —la rubia se aclara la garganta antes de hablar.

—Hola, mi nombre es Evangeline Montero —para unos instantes para recobrar el aliento —, hoy es mi tarde de prueba para saber si voy a ser contratada por el señor Ruiz para ser la niñera de su hija.

—La nueva niñera de la niña Sofía —le sonríe con amabilidad. El hombre se hace a un lado y con su mano libre le indica que entre al lugar —. Pase, en unos minutos baja el señor con la niña, la está terminando de arreglar.

—No se preocupe, yo espero —el que parece ser el mayordomo la guía a la que parece ser la sala del lugar, a unos pasos hay una puerta que da para el estudio del señor.

—Tome asiento —le pide con amabilidad una vez que han entrado al lugar —. ¿Algo para satisfacer su paladar? —la rubia queda callada al escuchar eso —. ¿Algo para aplacar su sed?

Nota mental: aprender algo de vocabulario para no parecer una tonta ante la demás gente.

—No gracias, así me encuentro satisfecha —él hombre ahoga una risa al escucharla responder de esa manera. Mientras que la rubia se lleva la mano al rostro al ver lo ridícula que acaba de sonar ante el desconocido.

—Para cualquier cosa que necesite no dude en pedírmelo —ella asiente con las mejillas teñidas de rojo —. Me llamo Leonardo.

—Leonardo —le sonríe con timidez —. Gracias, lo tendré en cuenta.

—Al no querer nada la señora, paso a retirarme —el hombre hace lo que parece ser una reverencia y sin más se retira de la sala.

Al irse el mayordomo, ella se dispone a ver las fotos del lugar mientras espera. Logra vislumbrar en la pared del lado derecho una pequeña repisa, en la cual se encuentra la foto de una mujer muy hermosa. Esa mujer es de cabello castaño claro lacio, ojos de color azul, piel en término medio. De belleza audaz como dulce. No tardó ni dos segundos en adivinar quién era. La esposa de Gerardo y la madre de la niña.

Un Nuevo ComienzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora