Prefacio

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Cuando tienes una pesadilla —y no me refiero a esas que te daban de niño, porque el monstruo debajo de la cama ya no habita ahí —, lo primero que haces es despertar de manera dramática como en las películas, con el sudor empapando tu cara y el corazón desbocado. Todo de manera dramática. Y descubrir —al recuperar la calma —que nada malo ha pasado.

Pero la vida no es así.

Lo primero que quiere hacer Evangeline ante tal pesadilla es despertar, pero le es imposible. Tal pareciera que tiene plomo en los ojos. A punto de entrar en un ataque de pánico se da cuenta de que ese no es el único musculo que le desobedece. El cuerpo no le responde, como si estuviera dopada.

El quererlo fue mi error, le entregué mi beso blanco.
Como niña di mi amor, quien espera un desengaño.

Comienza a respirar con rapidez al escuchar la canción de Marisela. En su sueño se encontraba escuchando un disco de ella. Eso debe tratarse de una premonición de que algo malo va a pasar en sus vidas.

—Alex —llama a su esposo palpando el lado opuesto de la cama. Su corazón se sobresalta al sentir el espacio vacío —. Alex, ¿Dónde estás? —su desesperación aumenta al ver que nadie le responde —. Mía va a llegar tarde a la escuela.

Nos vemos a la hora de la comida —le avisa al darle un beso a su mujer. Bueno, uno de tantos antes de cada despedida.

Aquí los espero y por favor llega puntual por una vez en tu vida —le suplica ella.

Yo soy el hombre más puntual del mundo —él guiña un ojo al decir esto.

Lo dice el hombre que llegó tarde en el cumpleaños de mamá.

No puedo ser perfecto todo el tiempo, tengo mis momentos de fallas en el sistema —Mía suelta una risa desde su compartimiento —. Nos vemos al rato.

Los amo —les lanza un beso en el aire a los dos —. Que cantes mucho cariño —le alcanza a gritar a su hija.

— ¡No! ¡No! —niega al recordar su pesadilla, porque solo eso pudo haber sido, una pesadilla. Al igual que una niña pequeña, comienza a patalear una y otra vez al recordar cada detalle — ¡NO! —grita hasta desgarrar su garganta —. ¡TODO MENOS ESO, DIOS MIO!

¿Perder a su esposo? Solo en sus peores sueños había pasado y teme que eso sea cierto. Ella lo conoció en la preparatoria, en esa etapa en la que todo es incierto. Tan enamorados estaban, que se casaron a los dieciocho años. Una hija y cinco años después, aquí estamos. Ellos son su todo, y nunca cruzo por la cabeza que simplemente un día ya no los vería. Lo cierto es que nunca pensamos en eso, ya que creemos que nunca vamos a pasar por esa situación. Por lo menos no pronto.

— ¡Eso no es cierto! ¡NO ME PUEDES CASTIGAR DE ESTA MANERA DIOS MIO!

Cuando nos vemos ante una pérdida —ya sea animal, familiar o material —se pasa por un duelo, que se nos enseña en la escuela, el cual tiene sus fases. La primera: la negación.

—Angie —su madre Glenda entra de inmediato a la habitación al escuchar los gritos hasta la cocina —. Tranquila, estoy aquí contigo —la mece entre sus brazos hasta que se seque de tanto llorar. ¿Pero cuál es límite de las lágrimas? ¿Hasta cuándo se acaban?

— ¿Dónde está Alex? —Glenda niega con lágrimas en los ojos. Su madre sabe que ella está entrando en negación. Pero que muy en el fondo sabe lo que ha sucedido —. ¿Mía?

—Hija, tuviste un ataque de pánico —se le quiebra la voz al decir eso —. Rebecca me llamó de inmediato para comunicarme la noticia. Su visita fue de lo más oportuna, ya que no quiero imaginarme que hubiera pasado si hubieras estado sola al recibir la noticia.

— ¿Cuál noticia? —Tiembla entera al preguntar eso. Mientras ignora lo que le acaba de decir su madre —, ¿la del recital de Mía? —Glenda se pasa el llanto al escucharla preguntar eso —. Le va a dar mucho gusto a ella, ya sabes que te quiere mucho.

—Angie, sé que es difícil para ti —le susurra al oído —. Pero ellos...

—No oigo, no oigo. Soy de palo —como si fuera una niña de cinco años, se lleva las manos a las orejas al cantar eso —, tengo orejas de pescado.

Lamento ser yo el portador de esta terrible noticia —trastabilla un poco al darle la información —, pero su esposo y su hija sufrieron un accidente.

Pero, ¿Dónde están? ¿Se encuentran bien? —las lágrimas amenazan con salir.

Lo lamento, pero no sobrevivieron —su corazón se paraliza al escuchar eso de los labios del agente —. Ambos recibieron golpes demasiados fuertes, sobre todo en la cabeza y en los órganos vitales.
Fue muerte instantánea.

Muerte instantánea.

—No, eso no puede ser real —solloza sin piedad al recordar las palabras del policía, al punto de querer convulsionarse —. No puedo estar tan jodida.

—Evangeline...

—Mami, yo sé que tú no me llegarías a engañar —le suplica con lágrimas en los ojos —, dime que ellos están bien, que no tuvieron ningún accidente.

—Si te tapo la verdad con mentiras, te dolerá mucho peor.

—No... —con una fuerza sobrehumana, se levanta de la cama, para buscar a su familia cuarto por cuarto hasta encontrarlos. Pero no está nadie en la casa más que su amiga Rebecca —quien se encontraba en el patio de la casa para avisar a sus amigos —y su madre.

— ¡ALEX! ¡MIA! —Implora con todas sus fuerzas mientras se arrodilla derrotada en el patio de su casa — ¡LOS NECESITO AHORA, NO ME PUEDEN DEJAR ASI! —llora hasta quedarse sin lágrimas, hasta mojar un desierto entero —. Te prometo todo lo que tú quieras, lo que desees. Pero por favor... devuélvemelos —implora al cielo con la voz ronca de tanto llorar —. Aun no los necesitas allá arriba.

Otra de las fases del duelo: la negociación. Prometes de todo, si con eso te regresan a tus seres queridos. Pero es que el ser humano es tan ignorante, que no comprende que solo estamos de paso, que nuestra estadía por este mundo es corta. Y que tarde que temprano vamos a tener que enfrentar lo inevitable. La muerte. Y si se tiene fe una vida en el más allá o una nueva aquí en la tierra.

Y si, la vida es una perra que no se apiada de uno, es un chiste cruel, pero también es bella y por sobretodo... curiosa.

Porque mientras ella se tira al suelo llorando su pérdida, otra persona en este preciso está sufriendo por un caso similar al de ella.

Dos almas dolidas compartiendo —sin saberlo —una misma pena. 

Un Nuevo ComienzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora