Amor De Madre

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Una sonrisa se dibuja en el rostro de Evangeline al escuchar como su vecino sube a todo volumen Maria Magdalena —una canción de los ochenta —. Oscar es un hombre, que tal parece se quedó varias décadas atrás, ya que solo escucha música de los noventa en retroceso, viste a la moda de esos años, y se peina con el horrendo peinado de esos años. Y aunque Alex solía bromear muy a menudo con respecto a sus gustos, no dejaban pasar la hora de la música. Pues Oscar acostumbra a escuchar canciones de décadas pasadas cada noche, a la misma hora, sentado en el patio bebiendo una copa de vino.

Mientras que ellos también la aprovechaban a su manera, ya que cada que la música comenzaba a sonar, Alex la sacaba a bailar al patio, solo que en lugar de vino, eran unas cervezas las que se tomaban, en compañía de unas papitas.

La rubia tararea la canción mientras revisa por última vez que todo haya quedado cerrado en su casa, tanto como ventanas y puertas. Y antes de dirigirse a la puerta principal mira con nostalgia el patio. Pero esta vez las emociones han cambiado, ya no siente tristeza, ya no siente enojo. Solo nostalgia por recordar los buenos momentos, y agradecida por haberlos vivido.

Es cierto lo que Antoine de Saint-Exupéry nos cuenta en su más famosa obra, el principito. Cuando se haya consolado uno (porque siempre se consuela uno), te sentirás contento de haberme conocido. Y ahora ella lo sabe.

Justo en esos precisos momentos le entra una llamada. Hace una pequeña mueca al ver de quien se trata. Cierra los ojos por unos instantes, cuenta hasta diez y contesta una vez que sale de su casa.

—Ian —va directa, sin saludos a su amigo —, ahora no tengo tiempo para platicar —le aclara de inmediato mientras cierra con llave su casa. Una vez hecho esto empieza a caminar en busca de un carro de sitio.

— ¿Y se puede saber a dónde te diriges con tanta prisa? —la interroga con un deje de autoridad en su voz. Sin duda este hombre es peor que un padre de familia. No, pensándolo mejor, es un padre de familia, ya que si tenemos en cuenta las horas que son, una ciudad grande, los peligros que pasan las mujeres. Está bien que esté al pendiente de ella.

—Debo ir a mi trabajo —retiene el aire al decir esto. Ya espera la reprimenda por parte de su amigo —. Es obvio, ¿qué más podría hacer en esta ciudad?

— ¿Me crees de cinco años? —la riñe tal y como esperaba —. No tardan en dar las nueve de la noche, tú jefe no puede ser tan negrero como para tenerte trabajando en la noche.

—No miento —le replica con molestia —, y Gerardo no es negrero —aclara por lo bajo, esperando que no haya percibido la forma en la que se refirió a él.

— ¿Desde cuándo te refieres a él por su nombre? —ella cierra los ojos al ver que si se dio cuenta —. Te guste o no, es tú jefe y debes tratarlo como tal.

—El señor Ruiz me pidió cuidar de Sofía por esta noche —y a pesar de que se percibe sarcasmo en su tono de voz, su semblante se torna triste al recordar el motivo de tal petición —. Su prometida le sorprendió con una cena con sus padres y no pudo decirle que no.

— ¿Y la otra mujer no se encuentra o qué? —la rubia murmura algo entre dientes antes de darle una respuesta menos grosera.

—La otra mujer, como la llamas —le reprocha —, se llama Lorena y por ahora no se encuentra. Desde hace dos días que está en el mar vacacionando, y no regresa hasta pasado mañana.

—Porque soy buen amigo —una carcajada brota de los labios de la chica. Ante todo buen amigo —, te voy a ahorrar la parte del sermón. Al fin y al cabo, ese ya te lo sabes al derecho y al revés.

Bendito seas señor.

Agradece ella de inmediato, lo menos que tenía planeado para esta noche, era escuchar el mismo sermón una y otra vez. Por lo menos Denise no le da la misma guerra que él, y aunque no la alienta —debido a sus anteriores jugadas pasadas —, tampoco le dice que está mal.

Un Nuevo ComienzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora